Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de agosto, 2006

A correr en el norte

Al ritmo del Surfing No es una verdad histórica, advierto. Es sólo una frase ingeniosa para empezar está crónica y como no encuentro otra que me parezca o sea más adecuada o simpática, decido escribir entre irónico y filosófico que el iniciador y fundador de las civilizaciones norteñas, Naylamp , fue el primero en correr olas en el Perú y, quizás, en toda América. Es bueno aclarar, para evitar posteriores confusiones, que el mencionado personaje no surfeo en una de las sofisticadas tablas que hoy utiliza la supercampeona Sofía Mulanovich , tampoco lo hizo en uno de esos mastodontes hawaianos que, a mediados del siglo pasado, aparecieron la Costa Verde de Lima, rompiéndole el ojo a los curiosos y bañistas de aquel entonces. Sin tabla pero con un portentoso caballito de totora , él surcó las olas del Pacífico. No es un invento, eso dicen las leyendas, eso se ve en las iconografías preincaicas; lo que nadie dice es que Naylamp escogió un excelente lugar para surfear, porque en la costa no

Música de viaje

Música sobre ruedas, a todo volumen, como si estuviera en una fiesta, tonazo, pollada o vacilón y no en un largísimo y agotador viaje interprovincial, acosado por el sueño, vencido por el tedio y casi criogenizado por esa maldita ventana que no cierra, se malogra, se roba en plena puna bajo cero. En el Perú se viaja con música. Eso lo aprendí hace muchos años, cuando no había MP3 o discos compactos, sólo humildes casetes piratas o grabados a lo que salga de las radioemisoras (recuerdan la voz del locutor estropeando el final de la canción); cintas heroicas que, antes de colocarlas en el reproductor, se rebobinaban con la punta de los lapiceros, para evitar que los cabezales se gastaran. En ese entonces, es decir en mis años aurorales como periodista viajero, los chóferes-disjockeys me torturaban con los ¿gallos?, ¿aullidos?, perdón, con las canciones de una intérprete de huaynos, techno-huaynos , folclore moderno o vaya uno a saber que ritmo era ese que escuchaba a todo volumen. La vo

Cañonazos de altura

Colca: el cañón de las mil aventuras Un valle, un río y un cañón –tranquilo, paciencia, ya los verás-. Muchos volcanes y nevados, varios cóndores, centenares de andenes –y te desesperas, bufas, ¡caray, el camino nunca termina!-. Catorce pueblos, muchas plazas, dieciséis iglesias coloniales, –y ya ves casas, calles, campanarios- Te emocionas, vibras, sonríes. El Colca está muy cerca. Y el “bus-carcocha” deja de andar justo cuando ibas a escribir una nueva serie de atractivos – ¿ya dijiste aventura y naturaleza?-. Bajas y te agitas, sí, ya estás en Chivay (3,600 m.s.n.m.), un pueblo que se hace querer, quizás por los trajes coloridamente bordados de sus mujeres, tal vez por la furia apaciguada de los volcanes Hualca-Hualca y Sabancaya. Chivay, a 148 kilómetros de Arequipa, es la capital de la provincia de Caylloma y el principal acceso al Colca, un pedacito ignorado del Perú hasta fines de la década del 20’ del siglo pasado, cuando los aviadores Robert Shipee y George Johnson, hicieron

Nostalgia viajera

Fiesta en Andamarca: Entre la tradición y la aventura Si la memoria no me es ingrata, en agosto de 1996 visité por primera vez el distrito de Carmen Salcedo Andamarca, provincia de Lucanas (Ayacucho). Hoy, por esas cosas de la casualidad, encontré en un viejo disquete –sospechosamente virulento- el artículo que escribí al retornar a Lima. El hallazgo me causó sorpresa y una gran satisfacción, tanta, que he decidido postearla, un poco por nostalgia (es una de mis crónicas viajeras) y otro poco para recordar mis impresiones iniciales de Andamarca, comunidad entrañable a la que espero volver este año, si el apu Aijjamarca y el niño Víctor Poderoso lo permiten. Los indiscretos rayos del sol se posan sobre rostros fatigados y somnolientos...de pronto, una voz anónima y desfalleciente quiebra el silencio del amanecer serrano: ¿cuánto falta? Nadie responde. El ómnibus continúa su marcha desafiante por esa cinta estrecha y polvorienta que es la carretera; enfrenta una curva, otra y otra más,

Arenas de Aventura

Juntito a la Huacachina una mañana te vi, versea la letra de una canción peruanísima. Y si bien su autor no inspiró sus palabras en lo que ahora vamos a describir, estas encajan perfectamente, porque ahora estamos al ladito de la Huacachina, esa laguna milagrosa que resplandece entre las dunas iqueñas y que recibe el ostentoso calificativo de Oasis de América. Tu me miraste de mala gana y yo me muero de amor por ti, continúa la letra de la canción y sus versos –al menos en su primera parte- siguen concordando con este relato; eso sí, advierto que no es un espíritu de plagio, la falta de imaginación o el apuro por postear, el que me lleva a transcribir esas líneas. Lo que ocurre y se los cuento de una vez, es que al enterarme que debía subir paso a paso una de las dunas del oasis, fruncí casi instintivamente el ceño (léase mirar de mala gana), enarque las cejas y vi con cierto encono a los muchachos que estaban a mi lado. Pero hay que subir nomás, porque la diversión está allá arriba. A