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Mostrando las entradas de 2008

El juego del sabor

E n la mesa hay un cubilete, un mazo de cartas, un pomo de macerado de damasco y una copa servida. Sólo eso por el momento. Sólo eso mientras don Jacinto y su esposa y su hijo y uno que otro ayudante improvisado –y es que el hambre aprieta, señoras y señores- pelan, pican, combinan y sazonan un poquito de esto y una pizca de aquello. Eso ocurre en la cocina. No en la mesa larga con su sencillo mantelito de plástico, donde la espera se adereza alzando copas, tirando dados, barajando cartas. Se juega y se brinda o se brinda sin jugar bajo la tibia sombra de una estera, mientras don Jacinto -agricultor, criador de camarones, mozo y cocinero- se pasea con el cuaderno escolar donde apunta los pedidos de sus clientes. La carta no es muy amplia. Pocos platos. Mucho camarón, casi sólo camarón. La especialidad indiscutible de esa casa convertida en restaurante en Tumilaca (Mariscal Nieto, Moquegua), pero únicamente los fines de semana y los días feriados; entonces, se coloca un par de mesas en

Mazamorra y cordero

La gastronomía no es el fuerte de Explorando . Aquí se ha escrito muy poco sobre los sabores y aromas, la sazón y el buen gusto de la cocina peruana. Y no es que seamos anoréxicos o amantes de la frugalidad; por el contrario, nos encantan los platos bien servidos y somos partidarios fervorosos de la repetición, de la necesidad acuciante e imperiosa de sacar el concolón de la olla, y, claro, como no, del calentadito suculento a la hora del desayuno. Pero una cosa es comer con deleite o, en algunos casos, con voracidad; y otra, escribir sobre comida. Lo primero me encanta, lo segundo no me apetece demasiado. Admito con absoluta sinceridad, que prefiero "darle curso" a una buena entrada, que redactar una entrada (o post), sobre las sabrosuras que se preparan en todas las regiones del país , como la mazamorra de lacayote y el cordero a la piedra con su papita sancochada, que compartimos con los pobladores de Otora en el distrito de Torata (provincia de Mariscal Nieto, Moquegua).

Clic de la semana

Verdor tras la penumbra. Luz que rasga el manto de la oscuridad, en la mañana aventurera en la que el inquieto objetivo de Explorando , se internó en la oquedad de la cuevas de las Lechuzas, en el parque nacional Tingo María (Leoncio Prado, Huánuco). Ya en el interior de este pequeño reino de estalactitas y estalagmitas, el acceso a la gruta se vislumbra como una extraña frontera entre la luminosa vivicidad del sol tingales y las sombras perpetuas que amparan a los murciélagos y a los guácharos (ave nocturna). Misteriosa, monumental y profunda. A medida que uno avanza por la rugosa superficie de esta caverna de piedra caliza, se extingue cualquier vestigio de claridad. Todo se vuelve tenebroso, lóbrego, asfixiante. De nada sirven las linternas y se tornan inútiles los esfuerzos por seguir explorando. Debes volver al sol, al bosque, al camino que une Tingo María con el valle del Monzón. L a cueva va quedando atrás, con sus guácharos, murciélagos y esa misteriosa profundidad que, hasta a

El retorno del "señor parapenti"

En más de una ocasión he narrado la historia del legendario vuelo en parapente desde el apu Aijamarca. Incluso, en mi último viaje al distrito de Carmen Salcedo – Andamarca, conversé sobre este hecho con varios pobladores. Ellos recordaban emocionados aquella gran aventura. Pero mis recuerdos no estaban completos. Sabía que el piloto era venezolano y que la gente del pueblo lo rebautizó con el nombre de señor parapenti . De tanto hablar o escribir del señor parapenti , se me fue olvidando el verdadero nombre del avezado deportista que voló de la montaña tutelar del pueblo andamarquino. Ayer, luego de escabullirme de los policías que siguen vigilándome (ver el texto anterior), me di cuenta que en la entrada Razones para Volver , aparecía un comentario que decía lo siguiente: “ Soy el piloto de parapente que voló por entonces en la Fiesta del Agua Nueva en Andamarca. Mi primer vuelo desde la cumbre del Aijamarca, fue el 23 de agosto de 1996. En días posteriores y en honor a las fiestas

APEC verde... verde policial

Dónde al autor pierde la cordura -no la gordura por si acaso- e imbuido por un inusual e incomprensible delirio de grandeza -a quién le ha ganado este muchacho- se queja a su manera de las medidas de seguridad implantadas para la APEC. Sé que soy un cronista reputado y conocido internacionalmente. Sé, también, que mis palabras e imágenes contribuyen decididamente a salvaguardar las riquezas culturales y naturales del Perú. Sé eso y muchas cosas más, como por ejemplo que el país no sería el mismo sin mí y que miles –no, perdón- millones de personas en la grandes urbes y en los caseríos más recónditos, llorarían a lágrima viva si llegara a ocurrirme alguna desgracia. Y ni hablar del vacío que dejaría mi ausencia en el ámbito periodístico. Allí siempre he ocupado un lugar privilegiado, brillando intensamente desde mi aparición centellante en las páginas de la ya fenecida revista Sí, publicación que no sobrevivió a mi ausencia. Soy consciente de todo eso, pero igual me parece injustificabl

Clic de la semana

Al que canta y baila se le seca la garganta, dicen casi con devoción los músicos y danzantes en las fiestas populares, para justificar su sed de jolgorio y desbande, de trago corto o cerveza, de vasos llenos que pronto quedan secos y volteados. Y como más vale prevenir que lamentar una sequedad inoportuna que estropee el bailongo o el canto, en muchas comunidades andinas los grupos de danzantes y las bandas de músicos, son acompañadas por señoras agilitas, bien apertrechadas con bebidas de todos los colores y sabores. L as mamachas reparten e invitan sus tragos a propios y extraños. Nadie se salva. Todos reciben y brindan y toman y la fiesta se agranda y se zapatea con más fuerza, para defender el orgullo del pueblo, honrar a la virgencita milagrosa, al santo patrón o al Dios montaña que protege los valles y quebradas, también las pampas del mundo andino. Antes de caer en la tentación de esas bebidas corrosivamente espirituosas, el lente ebri... perdón, viajero de Explorando , atrapó c

Un camino, varios clic

Todo comenzó en Selva Alegre. Hasta aquí entran los autos provenientes de Rioja, y Moyobamba, de Soritor y San Marcos (región San Martín), también los arrieros y caminantes provenientes de Galilea, El Dorado y Nueva Omia, entre otros caseríos a los que sólo se llega andando. Selva Alegra es diminuto. Pocas casas, un par de lugares para comer al aire libre, autos en espera de pasajeros y hombres que acomodan costales y paquetes en los lomos de las mulas. Nosotros -es decir el autor de estas líneas y su amigo Felipe Varela Travesí, el Chasqui- no tenemos ninguna bestia que cargar. Las mochilas van sobre nuestras espaldas o sobre nuestros "lomazos" -chicas, tranquilas por favor- así iríamos andando hasta Galilea, donde pasaríamos la primera noche. El camino empezó bien. Seco y hasta amable. Después vendría una subida, digamos criminal, y unos charcos de barro que parecían pantanos. Estos nos acompañarían por toda la ruta, dificultando nuestros -o mejor dicho- mis pasos, porque e

Desayuno en Nueva Omia

La leña arde alimentando el fuego. Ollas ennegrecidas, reposan sobre unas hornillas que no son hornillas, son frutos del ingenio. Minutos de espera. El desayuno no está listo, pero ya falta poco, entonces, la familia entera conversa con el par de huéspedes inesperados, aparecidos -debilucho uno, vigoroso el otro- por el caminito de barro que conduce a su pueblo: Nueva Omia, en la región Amazonas. La ollas tapadas ocultan el arroz y la pitucas -las primas selváticas de la papa- que se servirán en el desayuno. La señora Genoveva es generosa con las porciones del cereal y del tubérculo. A veces exagera un poquito. Sus platos son abundantes y, siempre, cuando comienzan a quedar vacíos, ella ofrece y -sin esperar respuesta- agreta un poquito más de pituca y arroz, de plátano o yuca, dependiendo del menú, de lo que sirve en el almuerzo o en la cena. Pero hoy no hay plátano sancochado ni yuca -recurrentes en la mesa de la familia Jiménez - García. Hoy hay café recién tostado, pasadito, bien

Viajero en falta

Historias por contar. Anécdotas que se van quedando en el tintero por el fragoroso ir y venir de las últimas semanas. Y es que caminé en las regiones de San Martín y Amazonas. Y sólo volví a Lima para saludar, despedirme, cambiar de mochila, reforzar el equipaje con polares y casacas. Debía partir con prisa hacia la altura, el frío, la lluvia y, quizás, hasta el granizo de la provincia de Espinar (Cusco). De tanto viajar me olvidé de escribir. Me siento en falta con ustedes, abnegados y apreciados lectores de Explorando; y, también, estoy en deuda con la gente que conocí y me apoyó en mis últimas aventuras. Y es que aún no cumplo con transmitir el mensaje de los pobladores de Galilea, El Dorado y Nueva Omia, caseríos a los que se llega sólo caminando, comunidades fundadas por emigrantes de las serranías de Piura y Cajamarca, que encontraron en la espesura del monte un lugar para cimentar sus anhelos y esperanzas. Tampoco he escrito las palabras trajinadas de los arri

Orquídeas de fiesta

Estimados lectores de Explorando Perú, durante varios días -por no decir semanas- esta bitácora pundonorosamente viajera ha permanecido sin novedad en el frente. No por falta de travesías que contar, tampoco por un ataque de desidia por parte del autor de estas líneas, menos por unas ¿merecidas? vacaciones, sin cámara al ristre ni libreta de apuntes en el bolsillo. Quizás alguno de los amables visitantes de este enrevesado blog, se habrán preocupado sinceramente por mi ausencia. De la misma manera, es bastante probable que otros cibernautas habituales, hayan creído que al fin conseguí un trabajo de verdad o que en algún recodo de la selva, ese jaguar -al que tanto quiero ver- me llevó al fin a mejor vida. Dudo mucho que alguien haya pensado que fui secuestrado por una banda de insaciables y seductoras amazonas. Posibilidad que no me desagraría en absoluto pero que, lamentablemente, no tiene ninguna relación con mi imperdonable ausencia. La verdad es que partí intempestivamente a Moyo

Antes del sueño

Dormiré en un cuarto de adobe que no logra exterminar al frío. Su piso es de madera y cruje al más leve movimiento. El techo es a dos aguas y varias calaminas horrorosas impiden el paso de una lluvia ruidosa que no llega a ser tormenta en Canchacucho, un puñado de casas frente al Santuario Nacional de Huayllay. Para enfrentar a la noche sólo cuento con un colchón, varios pellejos de cordero, un par de frazadas con tigres y mi siempre combativa –pero poco abrigadora- bolsa de dormir. Nada más que eso en un cuarto que estaría completamente vacío, si no fuera por aquel colchón y unos cuantos objetos arrumados de olvido en una esquina sombría, empolvada, con telas de araña. En esta habitación amplia y rechinante existen dos ventanas. A través de ella se ve el bosque sin árboles, pero con sus piedras enormes, raras, acaso de otro planeta. También observo la carretera de asfalto que conduce al pueblo de Huayllay, aún más alto, tal vez más frío que el mismísimo Canchacucho. Allí hay hoteles q

Llamas en el bosque

Y las llamas llamaron mi atención. No se trata de un trabalenguas como aquel de los tres tristes tigres que comen trigo, aunque nadie, jamás de los jamases, los haya visto comer trigo. Pero hoy no voy a filosofar sobre los hábitos alimenticios de los tigres, sino que escribiré de aquellas llamas impetuosas, monumentales y hasta me atrevería a decir felices y contentas (a diferencia de los felinos antes mencionados), que llamaron mi atención en el bosque de piedras de Huayllay (Pasco), escenario natural que el último fin de semana se llenó de vida por la celebración del Rural Tour. Baile, música, gente que iba y venía entre las piedras colosales. Tributos a la tierra y a las montañas, mate de coca para espantar el frío y pachamanca de varios sabores o truchitas a la parrilla para doblegar al hambre. Todo eso en tres días de fiesta y jolgorio, de brindis y sonrisas en uno de los parajes más extraños y alucinantes del país. Y entre toda esa vorágine de movimiento y festiva inquietud, ap

No hay primera sin segunda

Era la segunda vez que visitaba Tingo María. Aunque viéndolo bien podría decir que fue la primera. Y es que en la ocasión anterior no conocí nada, excepto el aeropuerto y un puñado de chacras. Allí un grupo de funcionarios y técnicos de no recuerdo bien que ONG o agencia internacional, se afanaban por mostrarme que la sustitución de cultivos era un exitazo en tierras tingalesas. Aquellos hombres sonrientes y entusiastas no parecían darse cuenta o –mejor dicho- no querían darse cuenta que al ladito nomás, crecían vigorosamente varios plantones de coca. Ellos sólo tenían ojos para el cacao y el café, sembríos que, en su opinión, acabarían con el reinado cocalero. Todo esto paso hace varios años, quizás en el 99, tal vez en el 2000. Bah, no lo recuerdo con exactitud, lo que si tengo muy en claro es que el día se pasó volando en las chacras y ya era hora de regresar, también volando, al mustio desorden limeño y a la amodorrada redacción en la que trabajaba. Ida y vuelta nomás fue aquel via

Quién da menos

Dónde el autor - a falta de chelas- se toma una licencia para describir brevemente, los penosos tira y afloja que tiene que enfrentar en su condición de colaborador y periodista libre. Escribo contra el tiempo. Pronto alguien vendrá a visitarme. Hablaremos de negocios. No me gusta hablar de negocios. Me da sueño. Me aburre el tira y afloja. Me fastidia ponerle precio a mi trabajo. ¿A cuánto el kilo de palabras? ¿A cómo el quintal de fotografías, caserito? Mercado libre. Regateo. Pedirás X. Nunca querrán pagarte X. Siempre alguito menos. Siempre mucho menos. ¿Dónde está el comercio justo? Me ofrecerán un sencillo. No aceptaré un sencillo. Diré que tengo experiencia. Me dirán que eso no importa, que fácil me reemplaza un aprendiz. Ellos no cobran. Ellos no exigen. Ellos se conforman con ir “agarrando cancha”. Discutiremos por soles más y dólares menos. Tensión. Incomodidad. Ceder o no ceder. ¿Te convencen? ¿Lo convences? No hay humo blanco. Punto muerto. ¿Se frustra la negociación? Conti

Sólo Andamarca

Volví a tus calles, a tu plaza y a tu iglesia. Vi tus casas de adobe, tus breves balcones de madera y guardé silencio frente al apu (montaña sagrada) que te protege desde siempre. Volví para sentir simplemente la alegría del retorno y mostrarle a los lectores de Explorando Perú, cómo es Andamarca, ese pueblo entrañable del que siempre hablo y del que siempre escribo. Más información en Viajar x Perú

Clic de la Semana

Desde el interior de una pequeña capilla, varios comuneros andamarquinos observan con atención a un niño que hace palpitar el tambor, anunciándole a las montañas, al viento y la madre tierra, que la tradición se ha cumplido. Todos los años, el camino pedregoso que viborea hasta la laguna de Yarpo -a 40 minutos a pie del centro urbano- , se estremece con los sonidos del tambor y el andar de quienes se alejan del pueblo para realizar el pagapa . El tributo a la pachamama es uno de los momentos más emotivos y trascendentes del Yaku Raymi o Fiesta del Agua que remece las alturas del distrito de Carmen-Salcedo Andamarca (Lucanas, Ayacucho). Una vez más, Explorando estuvo allí, viendo a don Nicanor preparar y entregar las ofrendas a la tierra. Observamos su paciencia y sabiduria. Recibimos la coca que nos invito, escuchamos sus palabras en quechua y compartimos sus deseos de buena siembra, de buenas cosechas. Después de la ceremonia, iniciamos el retorno. No hubo prisas. Brindamos con vino m

Razones para volver

La primera vez que fui a la fiesta del agua en Andamarca, un hombre voló en parapente desde el apu Ajaimarca y uno de los toros de esa fiesta brava sin matadores ni cortes de oreja, se escapó ladina y fieramente del ruedo improvisado. Eso fue en el 96 o, quizás, en el 97, cuando en el pueblo no había teléfono ni corriente, apenas unos equipos de radio y un rugiente grupo electrógeno que se encendía brevemente en las noches, nunca más allá de las 11. En ese viaje precursor, me hospedé en el hotel Municipal –creo que era el único en ese entonces- y en la tarde del atipanakuy (duelo), pude ver bailar al Alacrán, un danzante de tijeras que dejaría su arte para buscar una vida distinta en Canadá. También recuerdo haber bailado o zapateado o intentado zapatear de casa en casa, en una noche fría que la danza convirtió en calurosa. Probé el calentito y la chicha, invitándole el primer sorbo a la Pachamama. A la mañana siguiente, en la orilla de una laguna, unos hombres oficiaron un pagapa (pag

De ovejas y coronas

Estimados amigos, para taparle la boca al autor de las líneas que leerán a continuación, publico las fotos de la Corona del Inca. ¡Cómo te quedó el ojo rajón! No pues autodenominado viajero. Así no es. Cómo es eso que te fugas hasta vaya uno a saber donde para fotografiar la Corona del Inca y, a la hora de los loros, terminas publicando otra cosa. O será que ya no eres el mismo de antes. Tal vez te dio soroche y las fuerzas sólo te alcanzaron para tomar aquella foto de las pastoras que apareció en tu último Clic de la Semana . No te digo que esté fea. Tiene su gracia y todo eso, pero ¿dónde diablos está la corona?. No es serio que la menciones y no la muestres. Acaso las estás guardando para otro publicación o te salieron más feas que el hambre o, lo que es peor aún, ni siquiera te dignaste a tomarlas. Mal, muy mal presunto andariego. Ahora, por respeto a tus lectores, deberías explicar cómo es la nuez. Sabes, si yo fuera tú, hubiera hecho un post simpaticón, jugando con el hecho de h

Clic de la Semana

Cuando el sol se perdía tras las montañas y la noche proyectaba sus primeras sombras en las alturas de Huánuco, el cotidiano andar de dos mujeres pastoras distrajo al inquieto lente de Explorando Perú , que ya estaba más que listo para retratar a una formación rocosa conocida como la Corona del Inca. Pero hubo un cambio de objetivo en la tarde viajera en la que llegué a Ayapiteg -distrito de Chavinillo, provincia de Yarowilca, Huánuco- después de interminables zarandeos y brincos en una combi que cambió los asesinatos por la tortura. Al pisar tierra firme, tuve que esforzarme por recuperar la movilidad de buena parte de mi cuerpo. Después de tan penoso emprendimiento, me sentí preparado para dar el clic que inmortalizaría la Corona del Inca. Sí, había valido la pena soportar los embates motorizados, porque la corona tenía su pinta y nada me impide fotografiarla ahora... bueno, perdón, hay algo que me lo impide: la polvareda levantada por el rebaño de ovejas que ahora invade una de las

Buena, Lucho...

No me sorprende que una de las imágenes de Luis Yupanqui –Lucho para los amigos- fuera seleccionada entre las 60 finalistas del concurso Mountains & People Global Digital Photo, organizado por el Centro Internacional para el Desarrollo Integrado de las Montañas (ICIMOD por sus siglas en inglés). Y es que su calidad profesional está fuera de toda discusión. Sus imágenes son el fiel reflejo de la pasión que siente por la fotografía y del espíritu viajero que lo impulsa desde hace muchos años, a recorrer el Perú con la cámara al ristre, para pintar con ayuda de la luz y de las sombras, las maravillas naturales y culturales del país. Una de esas maravillas, el puente colgante Pukayaku en el Callejón de Conchucos (Ancash), lograría ubicarse entre las 60 mejores del evento. En total, los organizadores recibieron 1,100 imágenes enviadas por 336 fotógrafos de todo el mundo. El ganador fue Prem Hang Banem, con una fantástica toma del lago Gufa-Pokhari en Nepal. Compañero de travesía en m

Caminos de tristeza

Dónde el autor reflexiona de una manera bastante extraña, sobre los últimos accidentes en las carreteras. Algún día, quizás, mi nombre estará en una de esas listas y será leído apresuradamente por un reportero y escuchado a nivel nacional por hombres y mujeres que recién despiertan, que bostezan en el desayuno, que cabecean en el camino al trabajo. Sí, mi nombre –algún día, quizás- será escrito con la letra apresurada y temblorosa de un bombero o un médico de guardia; entonces, cuando esté gravemente herido o muerto en la Panamericana, en la carretera Central o en cualquiera de las vías anónimas que serpentean por la geografía peruana, dejaré de ser quien soy para convertirme en una fría estadística. Sólo eso, nada más que eso. Mis heridas o mi muerte serán parte del cuadro anual sobre los accidentes en las carreteras, con el que un burócrata cándidamente optimista o perfectamente estúpido, tratará de demostrar que estamos mejorando, que el orden se impone y los controles funcionan. Es

Clic del 28

Repetir las palabras libertarias de San Martín o cantar el himno nacional no es nada original en estas fechas. Por esa razón, obviaremos la histórica proclama y el vibrante somos libres, en este post que pretende ser un saludo de Fiestas Patrias . Tampoco publicaremos un sendo mensaje a la Nación. Esos menesteres se los dejo al presidente de la República. Total, èl es ducho en las lides verborréicas, por lo que este humilde viajero prefirió dejarle la cancha libre al gobernante, que habló hasta por los codos en el Congreso de la República. Así que pensando y buscando como celebrar las fiestas patrias, encontré esta imagen en la que una mujer de Huamachuco (La Libertad) luce un llamativo bolso con el escudo nacional. Ojalá nomás que la fotografía no altere los nervios del ministro de Defensa, Antero Flores-Aráoz, quien en los últimos días se ha convertido en el algo así como el Supermán de los símbolos patrios. En todo caso y dejando a un lado el sarcasmo, Explorando Perú le desea a to

Que viva el circo

Donde el autor se aleja temporalmente de la puerta del pasado y arremete con patriótica indignación en temas de la coyuntura nacional. Circo sin carpa. Funciones al aire libre y en varias pistas. Payasos, magos, malabaristas, encantadores de serpientes y hasta hombres invisibles. Un gran elenco. Un gran espectáculo señor-caballerito, digno de un país que se catapulta hacia el primer mundo –se alborota el anunciador-, que es la envidia de todos sus vecinos –agrega al borde del paroxismo-, que le saca cachita a la crisis planetaria –sentencia con voz imperial-. Circo en vivo y en directo. Todos los días y para todo el territorio nacional, sin comprar entradas ni hacer largas colas. Vamos, anímese, prenda la TV, escuche la radio, deténgase y lea los titulares de los periódicos. Sea parte del show, diviértase, no sea amargado. Crea y aplauda con entusiasmo porque la función está buenaza. Siempre mejor que la de ayer. Circo madeinPerú con congresistas que graban sus conversaciones “privada

Miradas tras la puerta

Rostros que asoman tras aquella puerta simbólicamente real que nos lleva a descubrir las alturas huanuqueñas. Hijos de los Andes, hombres y mujeres de altura, niños de mejillas cárdenas, quemadas por el sol y el viento. Gente que comulga con la tierra y las montañas. Pastores, arrieros, campesinos de manos sarmentosas. Herederos de una cultura legendaria. Sombreros, ponchos, polleras. Colores intensos, vistosos, llamativos que contrastan con la orfandad cromática del uniforme escolar, tan opaco, tan gris, tan fuera de sitio en comunidades que resplandecen bajo los rayos de un sol vigoroso, liberado de nubes y de sombras. Miradas, rostros, voces que nadie escucha. Palabras, sentires, inquietudes sempiternas que no rebasan aún, esa oprobiosa puerta de indiferencia y olvido que divide al Perú entre lo urbano y lo rural, entre lo moderno y lo antiguo, entre lo andino y lo occidental. Cómo derribar esa puerta, cómo mantenerla abierta para que todas las miradas y voces sean importantes. La

Clic de la Semana

Una puerta cerrada en Tantamayo. Una puerta vieja y gastada -también insegura- que se presenta como una revelación a los ojos del viajero. Y es que al descubrirla después de varias, muchas, quizás demasiadas horas de andar motorizado por una trocha con sueños de carretera, se tiene la certeza -y, claro, la inmensa alegría- de haber llegado a un pueblo cargado de añoranzas. Entonces, aquella puerta desportillada que clama por una mano de pintura, se transforma en la entrada simbólica a un Perú distinto, ajeno a los afanes turísticos, ignorado por el creciemiento que anuncian con bombos y platillos -y, tal vez, sin verdad- los banqueros e inversionistas. Una vez más , Explorando traspasó una de las tantas "puertas" del país, que te llevan a zonas de gran belleza pero de grandes olvidos, como Tantamayo (3,800 m.s.n.m.), en la provincia de Huamalíes, Huánuco, un distrito de geografía encrespada con casitas típicamente andinas y un magnífico legado arqueológico. A lo largo de est

Correo con sorpresa

Hoy he vuelto de Huánuco, pero antes de contarles mis andanzas por aquellas tierras de los nobles Caballeros de León, quería compartir con Ustedes una breve crónica que hace algunos meses publiqué en la revista Cordillera al Límite del Ecuador. No crean que es el cansacio y la pereza la que me llevan a "echar mano" al texto en mención. De ninguna manera. Es sabido por todos los lectores de Explorando que en más de una ocasión me he autoproclamado como vago profesional o algo así, pero cuando se trata de contar un viaje -sobre todo por lugares poco conocidos como los que acabo de visitar- suelo ser bastante laborioso. Así que mi proverbial vagancia no tiene relación con esta entrada. La causa es otra y trataré de explicársela en "dos papazos", porque este pechito viajero come papa, aunque no sé que hago escribiendo sobre papas, cuando debería estar contando que hoy, al abrir mi correo electrónico después de varias lunas, encontré un mensaje de la administradora del

El retorno del Chasqui

Hoy todos o casi todos hablan del Paro Nacional. Si hay transporte público en las calles, si la gente salió a trabajar, si se bloquearon carreteras o si ya se armó la grande, el pleito, la bronca en algún lugar del país. Así se presentan las cosas esta mañana de protesta, convocada por la Central General de Trabajadores del Perú (CGTP), una jornada que, contra todos los pronósticos, ha tenido el invalorable e inesperado apoyo propagandístico del mismísimo gobierno y sus ayayeros de turno. Y es que en esta ocasión, la célebre escopeta de dos cañones -compañera entrañable de muchos líderes apristas- falló de manera flagrante, disparando más de un tiro por la culata, como el "genial" spot publicitario en el que aparece Vladimiro Montesinos o el incomprensible llamado a las tropas del ejército, para que los uniformados pongan en vereda a los ¡cuatro comunistas! que quieren alborotar el país. Pero me estoy saliendo del tema. No iba escribir sobre el paro, menos de la escopeta de