Donde el autor, olvidándose de cualquier criterio de objetividad, recuerda algunas anécdotas, vivencias y peripecias relacionadas con su zurdera, con la única intención de difundir que hoy es el Día Internacional del Zurdo y que, por lo tanto, merece ser saludado y, por qué no, quizás hasta recibir un regalito. ¡Vaya descaro!
Cuando era un alumno del ya probablemente desaparecido jardín Perú,
al que asistía con un "alegre" guardapolvo plomo, descubrí que mi
relación con las tijeras no era para nada armónica. Cortaba mal, puro flecos y
jamás pude seguir las líneas punteadas de las figuras que debía siluetear. En aquellos momentos me sentía
tremendamente torpe, en aquellos momentos no sabía que las tijeras estaban
diseñadas para ser usadas con la mano derecha... y, bueno, yo soy zurdo, un
zurdo en un mundo para diestros, un zurdo que, en cosas tan simples,
tenía que esforzarse más que la gran mayoría de sus compañeros. Lástima que la profesora no lo entendiera.
-º-
Cuando el jardín Perú y su "alegre" guardapolvo
plomo era ya tan solo un lejano recuerdo, mis pasos de estudiante -jamás
aplicado, siempre relajado- me llevaron después de varios tumbos, a la escuela de Comunicación Social de
la UNMSM. En sus aulas nunca tuve problemas con las tijeras, es más, no
recuerdo haber cortado nada en aquellos tiempos, pero como la perfección es una
utopía, allí encontraría serios conflictos con las carpetas unipersonales.
Todas estaban diseñadas para ser usadas por diestros, lo que me creaba una tremenda incomodidad, un derroche extra de energía que, a veces, me hacía desistir de tomar notas, distraerme y ser tentado por el sueño. Sea como fuera, entre bostezos o totalmente lúcido, pasé buena
parte de mi vida universitaria, escribiendo sin tener un pedazo de fórmica o de
madera para apoyar mi brazo.
-º-
Cuando todavía persistía mi conflicto con las carpetas
unipersonales de la UNMSM, los vaivenes de la vida terminarían por llevarme a
la cocina familiar. Allí jamás vestí un “alegre” guardapolvo plomo como en el
patriótico jardín Perú; y, quizás por eso, no me fue tan mal. Mi sazón era
aceptable y me desenvolvía adecuadamente en el manejo de los utensilios, aunque jamás tuve una relación llevadera con el abrelatas y el pela papas. Estos, al
igual que las tijeras de mi infancia y las carpetas de las aulas sanmarquinas, no son para zurdos. Por esa razón, preparar cualquier platillo con
atún o con papa, significaba un esfuerzo doble, un esfuerzo que jamás
entenderán los comensales diestros.
-º-
Cuando la fotografía irrumpió seriamente en mi existencia en
aquellas aulas con carpetas para diestros de la UNMSM, redescubrí que todas las cámaras, incluyendo a la modestísima
Zenith, tenían el disparador y la mayoría de sus controles al lado derecho. No me quedaba otra, tenía que adaptarme pero sin renunciar a mi zurdera. Desde entonces disparo con la derecha, pero enfocando siempre con mi ojo
izquierdo, sino, la toma sale mal, aunque nunca tan mal como aquellas
figuritas de papel que cortaba en el jardín Perú, sí, allí donde siempre
vestí un "alegre" guardapolvo plomo.
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