Donde el autor se deja ganar por su nostalgia sanmarquina y, exprimiendo su memoria, garabatea una de sus tantas anécdotas estudiantiles en la Decana de América que, a pesar de estar más que veterana -ayer celebró su 460 aniversario- sigue dando cátedra y marcando la pauta en el Perú. En San Marcos me estrené como pimponista de alta o baja -por mi tamaño- competencia, cuando fui parte del equipo de la facultad de Letras que participó en la olimpiada de Cachimbos del 90. No voy a engañarlos. Mi participación fue poco decorosa. Casi un debut y despedida y, a pesar que el recuerdo de aquella justa deportiva no es muy grato para mí, trataré de contárselos de manera objetiva. Para empezar les diré, que el momento más trágico ocurrió cuando un inmisericorde estudiante de química, me metió una catana de padre y señor mío. Mientras esta se perpetraba, en el gimnasio surgió el rumor qué ese gordito jugaba en la selección nacional… el gordito, lamentablemente, no era yo. En qué ...