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Qhapaq Raymi: Chasquis caminarán de Chanchamayo a Pachacámac

Si eres de los que se suben a una combi a pesar de la ‘muerte’ de la queridísima china. Si eres un fanático de los “toritos” motorizados y sus acrobáticos conductores. Si eres de los que toman el taxi más viejo, barato y sospechoso. Si eres de los que prefieren viajar como sardinas en el Metropolitano con tal de evitar la titánica y esforzada tarea de caminar unas cuantas cuadras . Si te identificas con una o varias de las situaciones que acabo de describir, es muy probable que, en los siguientes párrafos, empieces a creer que este relato es una locura, una herejía, un tremendo cuento o, en caso contrario, la consecuencia de un horroroso castigo impuesto de manera injusta a un pobre hombre, por una pérfida autoridad divina o terrenal. No es así. En esta historia de andares y andariegos no existen penas por purgar ni sentencias por cumplir. Solo esfuerzo, pasión y persistencia para unir paso a paso la provincia de Chanchamayo (Junín) con el oráculo de Pachacámac (Lima) , en un peregrin
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Sembrando vida, sembrando futuro

El texto que usted leerá a continuación fue escrito a manera de prueba para un proyecto de libro de crónicas de viaje enfocado a los niños. Lo redacté a inicios de año, luego de participar en el Queuña Raymi, una fiesta de reforestación que, desde hace 20 años, se realiza en las alturas de Ollataytambo (Urubamba, Cusco), gracias a la iniciativa conservacionista de la Asociación de Ecosistemas Andinos (Ecoan). Por diversos motivos, la idea es un pendiente y, mientras se concreta (espero que así sea) me animo compartir este relato. Solo les pido un favor, si tienen hijos invítenlos a leerlo o, en todo caso, leánselos, para saber si esta prueba iba por el buen camino. I Es una niña, una niña que baila y sonríe en una mañana de domingo. Ella no está sola. Ella es parte de un grupo de danzantes que imitan a las huallatas , un ave andina que vive en los bofedales . Por eso mueven los brazos como si estuvieran planeando y dan saltitos como si quisieran volar, mientras suena el tambor, la f

Más allá de las rutas turísticas

Una breve reflexión sobre aquellos caminos que no aparecen en las guías turísticas, y, quizás porque no están ahí, se recorren con más ganas y entusiasmo. La experiencia me ha enseñado que en esas rutas siempre se encuentran buenas y muchas historias. Cuántos buenos recuerdos y tantas historias se hubieran quedado sin contar, si mis pasos únicamente enrumbaran hacia los lugares turísticos. No vayas. Allá no hay nada, me han dicho muchas veces, casi tantas veces como las que terminé yendo hacia esos pueblos, comunidades, caseríos y anexos donde siempre encontré o sucedió algo que justificó el viaje. En una de esas andanzas, un hombre preguntó: que castigo están pagando. Él no entendía que tres foráneos estuvieran andando en esas tierras olvidadas que eran su tierra. Siempre recuerdo esa frase y el escenario en el que se produjo aquella escena. Al hacerlo, alimento mis ganas de seguir explorando el Perú, todo el Perú que pueda, todo el Perú que me alcance en esta viva viajera que jamás s

Aquia por cuatro

Cuatro historias breves que revelan diversos aspectos del distrito y la comunidad campesina de Aquia (Bolognesi, Áncash), donde la fe y las tradciones que la convierten en un pueblo originario, se unen a los esfuerzos por cuidar el medioambiente y recuperar los bosques de queuñales (polylepis), vitales para la conservación de los ecosistemas andinos. Una iglesia centenaria La iglesia, el templo, la casa de Dios, de los santos, de la virgen. Legado colonial y centenario en la plaza de Aquia (Bolognesi, Áncash), con imágenes que miran al pueblo, con imágenes que son vistas por todos los que viven o llegan a esta tierra. Puertas cerradas. No hay párroco. Vendrá para la fiesta de San Miguel Arcángel, anuncian; entonces, habrá misa y procesión, también un matrimonio. Puertas abiertas. Sacarse la gorra, ingresar, guardar silencio, buscar la cámara y fotografiar con el permiso y la bendición de San Miguelito que está en un altar, que se yergué en un anda. Afuera del templo, los devotos baila

No soy su hermano, pero...

Las travesías están llenas de momentos y anécdotas que muchas veces no se cuentan o que el viajero prefiere atesorar exclusivamente en su memoria. Este texto tiene su origen en una de esas vivencias que, si bien jamás ocuparán una primera plano o se convertirán en virales, son importantes y hasta diría esenciales para los que recorremos los caminos. Sé lo que está pensando. Sé por qué me mira con tanta curiosidad. Lo sé y por eso lo saludo, mientras él apoya sus costales de rafia en una pared que se proyecta hacia la esquina de una calle desolada. Es temprano. El pueblo despierta con el paso de los burros que andan con sus porongos cargados de leche y el murmullo somnoliento de los recién llegados. Él es uno de ellos. Lo delatan sus bultos y su cara de mala noche; pero, a diferencia de los demás, no ha venido con la familia para rezar, brindar y zapatear en la fiesta patronal que se avecina, que ya está cerca, que vuelve después de dos años de dolor, enfermedad y muerte. Ellos lo hará

Oxamarca: una historia entre la niebla

Explorando sale del letargo o de su agonía -usted escoja el término que más le guste- con esta crónica en la que el autor relata su visita a Chocta, un complejo arqueológico del distrito de Oxamarca (Celendín, Cajamarca) que está cubierto por las brumas del olvido y la indiferencia. Estamos de vuelta, una vez más. Pasará . Es difícil saber si lo dicen por convicción o si se trata tan solo de un amistoso engaño, de esos que suelen acompañarse con una sonrisa condescendiente y un par de palmaditas en el hombro, aunque en este momento de niebla y frío, de lluvia indecisa y sol opaco, nadie se acerca con ansias de brindar consuelo; entonces, surge la duda: y si ellos realmente lo creen. Esperar . Es lo único que queda. Tal vez, como afirman los que nacieron aquí, el mal momento pasará, más temprano que tarde pasará, entonces, todo será igual que en las jornadas anteriores -despejadas, brillantes, luminosas-, ideales para descubrir, tras las espinosas marañas del verdor, los mur

El cronista mochilero

Hace ya varios años, cuando daba mis primeros pasos en el periodismo de viajes, una editora me pidió que le enviara algunas crónicas para conocer mi trabajo. Hasta ahí todo bien, nada fuera de lo normal. Es lo que suele hacerse en estos casos. Lo extraño ocurriría al recibir su atenta respuestas. Palabras más, palabras menos, ella decía que mis textos eran buenos, pero adolecían de un problema: estaban escritos como para 'mochileros', algo que no encajaba con el perfil de su publicación. Más allá de los gruñidos y la d ecepción momentánea, me di cuenta que lo de 'escribir para mochilero' significaba que mis textos rebasaban la descripción parametrada de un itinerario turístico. Estos, además y para colmo de males, omitían referencias a hoteles cinco estrellas y restaurantes de muchos tenedores, esos que,  como se está demostrando ahora, se apropian hasta de las propinas de los mozos. Desde entonces, la visión VIP de varios editores (o digamos su ceguera) ha sido