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Mostrando las entradas de julio, 2007

Feliz Día Perú

Sin bandera ni escarapelas. Sin desfiles ni discursos. Sin cantar el himno ni brindar con pisco; hoy, en Explorando , festejamos al Perú -con un día de adelanto por si acaso- de una manera distinta, mostrando los rostros de su gente, nuestros hermanos, nuestros compatriotas que hacen patria al ladito del Pacífico, en las faldas de los Andes, en las islas del Titicaca, en las riberas de los grandes ríos Amazónicos. Los rostros del Perú, rostros de peruanos retratados en mis andanzas por las caminos de mi tierra, nuestra tierra; aquella que no deja de sorprendernos por su belleza y su diversidad cultural, aquella que no deja de dolernos por sus desigualdades e injusticias. El país es así. Hermoso y doliente. Depende de nosotros conseguir un cambio que nos permita integrarnos y consolidar nuestros objetivos como nación. Hay esperanzas. No todo está perdido. Eso lo aprendí en los caminos, eso me lo han enseñado los miles de rostros del Perú.

Reflexiones de escalofrío en una couster limeña (II)

Como no hay primera sin segunda y además una es ninguna, el autor cumple con publicar la parte final de sus larguísimas reflexiones de escalofrío, con la única pretensión de calentar en algo el ambiente limeño. Exijo una explicación Al verme rodeado de tanta gente con frío, me doy cuenta que mi estrategia para enfrentar el invierno no es muy popular, quizás, porque solamente a un bicho raro que ve musas en las cousters , se le puede ocurrir que la mejor receta contra las bajas temperaturas, es la de no pecar por exceso ni por omisión. Sé que se lee complicado y que más de uno exigirá una explicación, al mejor estilo de Condorito. En realidad, el asunto no es tan confuso y se puede sintetizar como un esfuerzo por no caer en los extremos, es decir, no abrigarse con severidad de esquimal ni andar medio culuncho como gringo en el Caribe. La estrategia funciona bastante bien en Lima, pero es un auténtico fiasco en las alturas andinas. Y es que en más de una ocasión he estado a punto de con

Reflexiones de escalofrío en una couster limeña (I)

Donde el autor reconoce que se le fue la mano y redactó más de la cuenta, por obra y gracia de una musa microbusera. Consciente de su exceso y con la intención de no aburrir a sus pacientes lectores, publicará su “inmenso” relato en dos partes. Eso sí, no le pregunten cuál es el tema, porque ni el mismo sabe muy bien que cosa ha escrito. De un tiempo a esta parte, la inspiración se me aparece de súbito en las combis y cousters . Sé que no es el lugar más apropiado para entrar en un trance creativo, pero en estos tiempos en los que todo parece andar de cabeza, no puedo darme el lujo de desdeñar a las musas, por más que estas sean microbuseras. Total, necesito de su ayuda para elaborar un buen texto. Admito que no es fácil concentrarse y escucharlas entre los “habla chino, vas” del cobrador, la estridencia reggetonera o cumbiambera de la radio o el fastidioso “chucuchuchún” o algo parecido, que se escapa de los audífonos del pasajero de a lado, convertido en una especie de zombi gracias

Clic de la Semana

Dos sombras viajeras se proyectan diminutas sobre los espléndidos muros exteriores de la fortaleza de Kuelap , un ciclópeo legado prehispánico que se yergue, enorme y majestuoso, en las encrespadas alturas del distrito de Tingo, (provincia de Luya, Amazonas). Con entusiasmo y motivación marketera, Kuelap es llamada por algunos como el otro Machu Picchu o el Machu Picchu del norte, con la intención de captar el interés de los viajeros, aprovechando la fama de la ciudadela inca. Sin embargo, Kuelap no es Machu Picchu; ni siquiera se le parece, ni siquiera fue erigida por los Hijos del Sol, sino por los shashapuyos, un pueblo aguerrido que se adaptó a la enrevesada geografía del nororiente peruano, donde las cadenas montañosas coquetean con la selva, con la Amazonia. Las comparaciones siempre serán odiosas. Lo mejor es olvidarse de las etiquetas y las frases clisé, para contemplar los frisos, los ambientes circulares, las terrazas y esos muros asombrosos que alcanzan hasta los 20 metro

Brindis frustrado

En mi calendario particular, el 11 de julio es una fecha especial. No, no es mi cumpleaños –aunque normal si quieren caerse con un regalito- ni mi aniversario de bodas o de compromiso, porque aún soy soltero, solterísimo –chicas, no se cohíban, escríbanme con confianza- tampoco es día de pago ni de farra ni de fiesta patronal ni de final de copa del mundo. Nada de eso, el motivo es otro y los involucra a todos ustedes, pacientes y abnegados lectores. Y es que hoy, sí, hoy, se cumple... no, mejor escribo se conmemora (es más elegante), el segundo aniversario de Explorando Perú , esta bitácora viajera que se nutre con las anécdotas, historias, vivencias y hasta con los pálpitos que surgen en los caminos de mi tierra, de mi país. Por esa razón, pensaba invitarles a destapar una o varias botellas –virtuales o reales, de ustedes iba a depender- para brindar por Explorando , esta pequeña ventana que se abrió al mundo casi de casualidad. Ese era el plan: festejar, pachanguear, tonear, pero, s

¡Qué maravilla!

Por varios minutos me sentí como un necio. Escuchaba los gritos, veía los abrazos, los bailes, los ojos llorosos de decenas o centenares de compatriotas; entonces, pensé que había sido un testarudo al nadar contra la corriente, al ignorar los repetidos llamados a la peruanidad, al parapetarme tras “mis agudas reflexiones” para mantenerme a salvo del bombardeo mediático. Sí, por varios minutos pensé que la alegría por la designación de Machu Picchu como una de las Nuevas 7 Maravillas del Mundo, no me correspondía, era de otros, de los hombres y mujeres que gritaban kausachun o formaban rondas bailarinas, trémulas, festivas en la plaza de Armas del Cusco, y hasta de aquella gringuita que zapateaba de lo lindo en Aguas Calientes, tan cerquita a la fantástica ciudadela inca. El triunfo era de ellos. De todos los que promocionaron y votaron más de una vez por Machu Picchu; nunca de los otros, de los amargados, de los aguafiestas de siempre que, como yo, decían que eso de las 7 nuevas mara

Palpa, las otras líneas y geoglifos

Como si se tratara de un inmenso lienzo, las piedras, colinas y llanos desérticos de Palpa (a 408 kilómetros al sur de Lima, aproximadamente) atesoran infinidad de petroglifos y geoglifos, que convierten a esta pequeña, calurosa y acogedora ciudad de la región Ica, en un auténtico museo al aire libre, en un irreductible bastión de la historia. Diversos animales, figuras geométricas, personajes extraños, acaso mitológicos, se revelan ante los ojos del viajero, como si fueran las piezas de un inmenso rompecabezas o las señales de un complicado acertijo, cuya resolución permitirá desentrañar los misterios de aquellos hombres, de aquellos pueblos que habitaron los valles costeros del antiguo Perú. A diferencia de lo que ocurre con las cercanas y mundialmente conocidas líneas de Nazca (a menos de 50 kilómetros), en Palpa, no hay que realizar un sobrevuelo, para observar a plenitud los geoglifos trazados en la inmensidad del desierto por los Paracas , una cultura preincaica famosa por sus tr