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Entradas

Mostrando las entradas de abril, 2009

En una cabina puneña...

Estoy en Puno, guareciéndome del sol altiplánico en una cabina del jirón Lima, la agitada vía peatonal que une el parque Pino con la Plaza de Armas, la sencilla iglesia de San Juan -el hogar de la virgen de la Candelaria- con la enorme Catedral de piedra con su fachada barroca, donde un par de sirenas tocan charango. Hay varios turistas en la cabina. Gritan, vociferan, meten chacota. Están felices. Me pregunto si así se comportarán en sus países, mientras peleo con este teclado que para variar tiene la tilde en el lugar incorrecto y un espaciador que no entiende de delicadezas. Sólo funciona con porrazos o golpes de karate. Así que estas palabras son el fruto de una batalla campal, sólo espero que tanta lucha no estropee mi estilo y menos me desvíe de lo que pensaba relatar en esta entrada; aunque para honrar a la verdad no tengo muy en claro que cosa escribir. Ni en este instante ni cuando subí a la cabina, luego de disparar mis primeras tomas, aprovechando el solcito y la ausencia de

Salvado por la campana

Explorando no está muerto. Explorando vive y palpita. Explorando vuelve con sus relatos, crónicas y clic´s que muestran un Perú distinto, ese Perú que se descubre en cada travesía, en cada aventura. Explorando acalló su voz viajera temporalmente y se refugió en el silencio por exclusiva responsabilidad de su autor, que se dejó absorber por los problemas urbanos y hasta se vio enredado –vaya uno a saber como- en la telaraña de la crisis internacional y el supuesto boom inmobiliario que vive el país. Esas razones -tan mundanas, tan ajenas a las rutas-, lo pusieron al borde del nock out , entonces, ante el riesgo inminente de besar la lona, varias voces le advirtieron –acaso con goce, tal vez con preocupación- que ya estaba bueno, que era hora de tirar la toalla, de abandonar, de volverse un periodista serio. Días de crisis y tensiones. Semanas de cuestionamientos y dudas. ¿Qué hacer? seguir peleando y aguantar los golpes hasta que suena la campana o, simplemente, dejarse caer y admit

Semana Santa... las de antes

De niño me ponía triste en Semana Santa, a pesar que los feriados del jueves y el viernes, solían interrumpir las clases escolares. En cualquier otra época del año, dos días sin colegio hubieran sido motivo de alegría extrema para mí, tal y como sucedía cuando los microbuseros se ponían de paro o los maestros del SUTEP, iniciaban sus clásicas huelgas indefinidas. Recuerdo que el gozo era aún mayor, si la protesta coincidía con alguna competencia deportiva, como un mundial de fútbol o las olimpiadas. En aquellos tiempos –vale la pena decirlo- la selección peruana al menos se defendía. También la goleaban, claro está, pero no en las eliminatorias sino en el mundial. Eran goleadas de otro nivel. Pero mi tristeza pascual no se cimentaba en la falta de transmisiones deportivas. Existían otros y muchos motivos que me ponían gris. Y es que todo parecía estar lleno de nostalgia, de tristeza y culpa. Eso lo sentía en la calle y en mi casa, donde teníamos que estar particularmente tran