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Mostrando las entradas de marzo, 2006

Breve comunicado desde Puno

No tengo mucho tiempo. Acabo de llegar a Puno y confieso que tengo sueño. Hoy la jornada empezó muy pero muy temprano. Tenía que subir al primer vuelo al Cusco y ni bien pisaba la antigua capital Inca, buscar un bus que me trajera a las orillas del Titicaca. Así que estoy en Puno otra vez. Ya he caminado por el jirón Lima, la agitada vía peatonal que une la plaza de Armas con el templo de San Juan, que es el hogar de la virgen de la Candelaria la patrona del altiplano. Pero mi estancia será corta, como este post. Mañana enrumbo hacia La Paz, es decir, aunque parezca un contrasentido, Explorando Perú se va a Bolivia, para iniciar un periplo por el complejo arqueológico de Tiahuanaco, el pueblo de Copacabana y la isla del Sol en el lago Titicaca. Antes he estado en Bolivia y debo confesar que me he sentido como en casa, por los lazos históricos, culturales y étnicos que unen a ambas naciones. La frontera es solo una división política, quizás un capricho de los titiriteros del mundo, per

Crónica de Barro

Arte del Norte En Chulucanas los artesanos mantienen vigentes técnicas alfareras prehispánicas. Explorando Perú se acercó a ellos, para conocer algunos de sus secretos y descubrir la esencia de su arte. Si no tienes paciencia ni lo intentes , recomienda Narcisa Cruz, cuando sus manos comienzan a trabajar la arcilla. Aprendí de mi padre, de mi familia. Si quieres te adopto. Así aprendes , bromea César Alache, mientras ahoga un pincel en un vasito descartable. Mi hijo me ayuda. Tiene 14 años y pule. Hace lo básico , dice Gerásimo Sosa, con el orgullo rutinario del maestro fogueado, admirado en su tierra y en otras tierras. Sólo tres nombres, tres historias de barro y arcilla en un pueblo de alfareros: Chulucanas, capital de la provincia de Morropón (a 59 kilómetros de Piura), donde hombres y mujeres moldean su arte, crean su propio mundo de campesinas y chicheras redondas, regordetas, coquetamente sonrientes. Hemos rescatados técnicas antiguas, prehispánicas, naturales. Es parte de nues

Clic de la Semana

Enigmáticos y poderosos los guerreros-sacerdotes grabados en la epidermis de piedra del complejo arqueológico del Cerro Sechín , provincia de Casma (Ancash) son una evidencia más del valioso legado arqueológico del Perú, un país de antiguas civilizaciones y relatos legendarios. Las paredes del edificio principal del templo de Sechín -descubierto por el arqueólogo Julio C. Tello en 1937- muestran una serie de personajes que son parte de una eterna procesión de vida y muerte, de huestes triunfadoras y enemigos derrotados, muertos, descuartizados. Erigido probablemente en el año 1,900 a.C., las más de 350 imágenes del complejo arqueológico muestran grupos de hombres con trajes y atavíos ceremoniales y una serie de despojos humanos (brazos, piernas, ojos vísceras, entre otros), esculpidos a ambos lados del acceso principal al templo. Mágico y revelador, Sechín es un interesante paradero arqueológico para todos aquellos que exploran el Perú.

San Fernando... otra vez

Mis pasos me llevaron a la bahía de San Fernando a finales del año pasado. Escribí sobre la travesía , publiqué varias fotos, expresé mi satisfacción, mi alegría por llegar a un lugar tan impactante; pero también mi tristeza por el peligro que corre este espacio natural, todavía libre de la mano perversa y contaminadora del hombre. En los últimos meses, los caminos me llevaron a otras geografía, entonces, los recuerdos de mar y arena empezaban a apaciguarse en mi memoria, hasta que el biólogo Pablo Merino, uno de los principales promotores de la conservación de la bahía, me envió estas imágenes que resaltan la belleza de este pedacito de la franja costera del distrito de Marcona, provincia de Nasca, Ica. Con la autorización de Pablo Merino, Explorando Perú comparte estas fotografías con sus lectores y expresa una vez más su solidaridad y apoyo, a todos los defensores de San Fernando que, de una u otra forma, alzan su voz de protesta para conservar este refugio de cóndores y guanacos

Clic de la Semana

Durante casi cuatro siglos los claustros del monasterio de Santa Catalina de Siena , en Arequipa, estuvieron cerrados para el mundo. Nadie, excepto las monjas de clausura que habitaban esta ciudad de sillar de más de 20 mil metros cuadrados, conocían sus primorosos rincones. Silencio. Oración. Vidas consagradas. Desde su fundación en 1539, Santa Catalina fue y es el hogar de centenares de mujeres anónimas, ricas o pobres, con auténtica vocación o llevadas a sus claustros para acallar algún escándalo, algún desliz terrenal. Promovido por María de Guzmán (una joven viuda adinera y religiosa), el monumental monasterio es la máxima expresión de la arquitectura colonial de Arequipa , la Ciudad Blanca, esa urbe orgullosa, tradicional y moderna que se extiende en las faldas tutelares del volcán Misti y sus acólitos el Chachani y el Pichu Pichu. Atractiva y fascinante, esta ciudad de la fe impresiona por sus líneas arquitectónicas, el colorido de sus calles y sus innumerables ambientes que tr

La Vendimia Iqueña

La Fiesta de la uva, el vino y el pisco C osechar y pisar las uvas bailando en un lagar, es una antigua tradición que perdura en las bodegas del sur del país. Todos los años, en marzo, Ica (a 305 kilómetros al sur de Lima) se convierte en la capital de la vendimia, fiesta colorida en la que se le rinde tributo a los frutos de la vid, un cultivo tradicional enraizado en el alma y la idiosincrasia de los pobladores de esta región del país. Explorando Perú estuvo alli en el 2005 y la siguiente nota es fruto de ese viaje. Una finca en la campiña, varias botijas en el patio, un lagar “alfombrado” con racimos de quebranta (un tipo de uva). Escenografía de una noche tentadora. Un cajón estridente, dos bailarinas quimbosas, un puñado de espontáneos que hacen lo que pueden. Ritmo y cadencia en la pisa de la uva. Unas copitas de pisco, muchas botellas de cachina y hasta un tamal para agasajar al apetito. Sabores y aromas de la vendimia iqueña. Algarabía y alguito más en una bodega en la que tre

Homenaje a la mujer peruana

Corajudas, trabajadoras, bondadosas, sonrientes, también sabias. La mujer peruana, esté donde esté, demuestra su valía y entereza a pesar de las carencias económicas de su entorno social,la desigualdad secular y la prepotencia de algunos "hombres" de ideas cavernarias . Mujer campesina, mujer madre, mujer luchadora que alza su voz para protestar, como lo hicieron estas comuneras cusqueñas que, portando banderas blancas, pidieron justicia y reparación para las víctimas de la violencia terrorista en la antigua capital del Tawantinsuyo, durante la Caminata por la Paz y la Solidaridad, travesía que recorrió los antiguos caminos del inca el año pasado. Pilares y baluartes de las familias urbanas y rurales, la mujer andina, costeña y amazónica -a pesar de las dificultades y la discriminación de género- se gana a pulso su espacio en la sociedad. Con estas sencillas líneas e imágenes, Explorando saluda y felicita a las mamachas y niñachas de todo el Perú, en el día Internacional de

Clic de la Semana

Mercado playero en el balneario de Pimentel, cuando los pescadores y sus legendarios caballitos de totora , vuelven a la orilla luego de sus intensas y esforzadas faenas en las olas del Pacífico, para vender los frutos de mar que cosecharon en sus redes. La agitación que genera la llegada de los pescadores, contrasta con el relajado sosiego de los bañista que tuestan su piel en la arena o se refrescan en el mar tibio y bendito. El uso de los caballitos de totora se remonta a la época prehispánica. Se dice que Naylamp y Takaynamo, los fundadores de las grandes civilizaciones del norte, llegaron a la costa en estas embarcaciones, para organizar la sociedad e impulsar el desarrollo. Los hombres de mar de Pimentel -hermoso puerto, balneario y "establo" de caballitos de totora en la región Lambayeque, a 770 kilómetros al norte de Lima- y Huanchaco (La Libertad), conservan la tradición y siguen retando a las olas en sus estilizadas embarcaciones, como lo hicieron los antiguos p

Reflexión Viajera

En los caminos uno va sembrando afectos. Encuentros casuales y efímeros intercambios de palabras, se convierten -quizá sin darnos cuenta- en las semillas de una amistad que se robustece en cada paso, en cada aventura, hasta volverse entrañable, sólida, también viajera. Y así uno va teniendo amigos y conocidos por todos lados: en un rinconcito del desierto, en la puna más inhóspita, en el caluroso olvido de una comunidad nativa; entonces, uno agradece al camino y a su gente por recibirte con los brazos abiertos, por compartir su sabiduría, por enseñarte que el corazón del Perú seguirá latiendo, mientras alguna señora comparta su puñado de mote y su papita sancochada, con ese desconocido -sudoroso, extraño, hijo de otras geografías- que visita su pueblo. Hoy escribo esta líneas, para agradecer a todos mis amigos que de una u otra forma, han apoyado mis andanzas periodísticas. Sé que la memoria es ingrata y por eso evito citar sus nombres. No quiero omitir a nadie, todos son importantes,

Granizo en las alturas

Llueve y truena en la laguna Sacrococha en Huánuco. Caen pelotitas de granizo y el viento se arremolina; entonces, la incertidumbre se apodera de los caminantes. Surgen dudas: continuar o detenerse. Caminar o correr, respirar el aire congelado, sentir el agua que se filtra por los resquicios de la ropa y los pies que se hunden en el barro. Hace frío y llueve, hace frío y falta mucho y no hay donde cobijarse, ni una casa ni un establo: nada, sólo pampa y esa laguna hermosa que se nutre de tormenta. Todo está lejos y el granizo cada vez es más grande... de pronto, las llamas que acompañan a los caminantes detienen su andar, se paran, se entercan, se sientan. Deciden esperar. Esperamos con ellas. Quietos, agazapados, a merced de la naturaleza y crees que fue inútil ofrendar hojas de coca a los apus (montañas sagradas) y te molestas por la tenue esperanza que sentiste cuando aquel hombrecito aparecido quién sabe de dónde, anunció con total desparpajo que ya no llovería hasta el domingo. L