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Mostrando las entradas de agosto, 2012

Solo para zurdos

Donde el autor, olvidándose de cualquier criterio de objetividad,  recuerda algunas anécdotas, vivencias y peripecias relacionadas con su zurdera, con la única intención de difundir que hoy es el Día Internacional del Zurdo y que, por lo tanto, merece ser saludado y, por qué no, quizás hasta recibir un regalito. ¡Vaya descaro! Cuando era un alumno del ya probablemente desaparecido jardín Perú, al que asistía con un "alegre" guardapolvo plomo, descubrí que mi relación con las tijeras no era para nada armónica. Cortaba mal, puro flecos y jamás pude seguir las líneas punteadas de las figuras que debía siluetear. En aquellos momentos me sentía tremendamente torpe, en aquellos momentos no sabía que las tijeras estaban diseñadas para ser usadas con la mano derecha... y, bueno, yo soy zurdo, un zurdo en un mundo para diestros, un zurdo que, en cosas tan simples, tenía que esforzarse más que la gran mayoría de sus compañeros. Lástima que la profesora no lo entendiera. -º- 

La invasión de las chunchachas

Las muchachas, perdón, las “chunchachas” irrumpieron al cuarto, perdón, al salón de clases, como Pedro, perdón otra vez, como Pedra (¿existe ese nombre?) por su casa.  No tocaron la puerta ni anunciaron su ingreso con un insinuante “prepárense jovencitos” o un cauto y previsor “hay alguien ahí”. Las muchachas, perdón,   las “chunchachas” no dijeron nada. Entraron a la mala al cuarto,   perdón, al salón de clases, entonces, no parecían las damitas angelicales que bailan con desbordante gracia para la Virgen del Carmen de Paucartambo, sino, más bien y, sobre todo, avezadas policías que allanaban con rudeza la guarida de dos desprevenidos malhechores. A aquellas muchachas, perdón, “chunchachas”, parecía importarles poco los rostros de sorpresa, las confusas interjecciones y hasta los bostezos mezcla de cansancio y espanto, de los dos circunstanciales habitantes de ese cuarto, perdón, de ese salón de clases del colegio Serapio Calderón, acomodados a lo que salga y al Dios no