Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de septiembre, 2007

Viajar...

Viajar, viajar, viajar, viajar, viajar… y un viajar más por si acaso, para que no quepan dudas, para que quede claro que vuelvo a explorar el Perú después de muchas lunas, demasiadas lunas, tantas, que ya pensaba cambiar el “y a veces vivo en Lima” de mis datos personales, por el de “y a veces, muy pocas veces, casi nunca salgo de Lima”. Pero no lo haré (¡bravo!, ¡hurra!, ¡redoble de tambores!). Se acabo la mala racha, el anclaje urbano, la retahíla de salidas postergadas. Y es que no hay mal que dure cien año ni viajero que lo resista, así que hoy, sí, hoy en la noche, partiré hacia Huamachuco , en la sierra de La Libertad, un destino pendiente en mi agenda andariega. Rencuentro con la aventura, con los caprichos del camino, con el palpitar de una travesía inédita. Me voy contento. Me despido feliz, tan feliz, que ahora solo tengo ganas de escribir: viajar, viajar, viajar, viajar, viajar… y un viajar más por si acaso. Vuelvo al camino.

Conozca Pacaipampa

“Un lugar que no aparece en el mapa ni en la carta nacional”, esa fue una de las frases que escribí en noviembre del 2005, al volver de la laguna el Páramo, en el distrito de Pacaipampa (Ayabaca, Piura). Lo más probable es que la laguna sigue estando ausente en los mapas y en la carta nacional. Pero, a diferencia del 2005, el nombre de Pacaipampa se publica ahora con frecuencia en la prensa, aunque la mayoría de quienes lo mencionan ni siquiera saben muy bien donde se encuentra y jamás han hablado con uno de sus pobladores. Quizás, si hubieran visitado la zona o compartido con su gente, su opinión respecto a los campesinos y comuneros de la sierra piurana, sería totalmente distinta. Sin duda, lo pensarían mil veces antes de escribir o decir con tanta ligereza, que ellos son violentos, intransigentes, opositores del progreso y fácilmente manipulables. Es curioso, pero antes de que surgiera un movimiento ambientalista contrario a la ejecución del proyecto minero Río Blanco, se sabía muy

Historias de buenos y malos

Del Castillo el cachascanista Donde el autor se disfraza de editorialista y, recontra asadazo, mete su cuchara en la actualidad nacional. Como si se tratara de una película de bajo presupuesto o un espectáculo de cachascán, el gobierno pretende llevar todos los conflictos sociales a una pelea entre buenos y malos, entre técnicos y rudos, entre patriotas que aman la libertad y apátridas renegados. No hay más. Así de simple, facilito y sin entrar en disquisiciones mayores, total, con ese argumento basta y sobra para que amplios sectores de la prensa apoyen con fervor al presidente de la República y despedacen a los “malos” de turno con sus plumas viperinas o su verbo cáustico. Todo sea por la democracia, el estado de derecho y la libre competencia. Y es por eso que Aldo Mariátegui ha olvidado su odio visceral al partido que alguna vez fue de Haya de la Torre, y ahora escribe –con pañuelo en mano y la marsellesa aprista como música de fondo- cenagosas editoriales en contra de los enemigo

Vivencias en el Sur (II Parte)

Los goles que no hice en el Campín Fin de semana en Chincha, la tierra de mi madre. Aventuras infantiles jugueteando en las polvorientas orillas de una acequia o viendo pelotear a mis hermanos y primos en el Campín, un terreno baldío convertido en mítico templo futbolero, en donde se disputaban ardorosas y apasionantes pichanguitas. Y digo “viendo pelotear” porque por más que sea el autor de esta bitácora, no estoy dispuesto a falsear la historia ni a presentarme como un Maradona en ciernes o como un jugador capaz de embrujar con sus fintas y dejar mal parado -es decir tirando cintura, es decir dando pena- a los recios defensores chinchanos. Nada de eso puedo contarles. Y es que nunca hice un quiebre ni robé una pelota ni siquiera me acuerdo muy bien si alguna vez jugué o vagabundeé en aquel terral convertido en cancha. En el mejor de los casos, se podría decir que era un suplente de lujo. Lo único malo es que no había entrenadores que ordenaran los cambios. Para colmo de males, yo era

Vivencias en el sur (I Parte)

La ruta del Hillman Donde al autor, a manera de homenaje, recuerda sus viajes infantiles a Chincha, la tierra de su madre, una de las ciudades más golpeadas por el terremoto del pasado 15 de agosto. Cuando era un niño mis andanzas viajeras se reducían a los 200 kilómetros de pocas curvas y mucha niebla que separan a Lima de Chincha; 200 kilómetros que recorríamos casi a paso de tortuga en el auto familiar, un Hillman verde del 66 que solía emberrincharse en plena carretera, dándole la razón a mis compañeros del CE 1100, que sin respeto alguno por aquel ¿bólido? europeo, le clavaron el deshonroso apelativo de “carcacha”. En varias ocasiones defendí aguerridamente el “honor” del auto de los Valdivia o de los Rolly’s -así llamaban a nuestro clan cuando aparecía victoriosa y cansadamente en tierras chinchanas-, pero mis argumentos se estrellaron siempre contra la cruda realidad: la “carcacha” era una carcacha, aunque me desgañitara diciendo lo contrario o decidiera cortársela para la salid