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Mostrando las entradas de 2012

El cartel de Quincemil

Ni de la sazón ni de la carta. Ni de los gustitos ni los sabores de la selva. De nada de eso tratará este texto que, dicho sea de paso, será breve, como fue la parada o escala en el pueblo de Quincemil, un bosquejo de urbanidad en las márgenes de la kilométrica vía que une las regiones de  Madre de Dios y Cusco. Tampoco escribiremos o especularemos sobre si “El Rambo I”, el camioncito verde militar estacionado o abandonado al otro lado del asfalto interoceánico, todavía está operativo a pesar de su pinta de carcocha y su parabrisas roto. Y, bueno, también hay que decirlo, no relataremos ninguna historia de secos y volteados en el bar “El Amigo”. No por falta de ganas, menos por una naciente vocación de abstemio del autor de estas palabras. Lo cierto es que dicho centro de diversión estaba cerrado, quizás porque era lunes, tal vez porque el reloj no marcaba ni las once de la mañana, hora inapropiada –salvo mejor parecer- para entregarse al empinamiento del co

Clic de la semana

En la esquina de una plaza de Armas convertida en campo deportivo y bajo el amparo de unos arcos probablemente centenarios en los que nadie hace goles, un pintor le da los toques finales a su obra. Ajeno a los mates puntos y a los jaques mates que todos los domingos se festejan en aquel rincón de urbanidad, el maestro se concentra en su tarea de perpetuar en un lienzo la estampa colonial, barroca y mestiza de la Catedral de San Antonio de Huancavelica.  El inspirado vaivén de su pincel atrae la atención de los transeúntes. Ellos aminoran sus pasos. Lo rodean. Lo admiran. Quieren que termine su obra, pero él demora y retoca una, dos, tres veces. Se detiene. Ve el templo. Mira el cuadro. Reflexiona. Reinicia su trabajo.  Pero la gente se amodorra, se cansa, se aburre porque el maestro -con artística obstinación- insiste con sus retoques por más que el cuadro pareciera estar listo; entonces, se marchan a la feria dominical, a los baños de San Cristóbal o a solazarse en una de las

Nostalgia periodística

Donde al autor -a falta de algo mejor o peor que hacer- se deja llevar por la añoranza y rescata de su memoria una anécdota del siglo y del milenio pasado, lo que demuestra, dicho sea de paso, que ya está bastante recorrido. Aquel domingo mi cuadro de comisiones estaba cargado. Toda una novedad en mi apacible existencia laboral en la revista Sí, donde solo los días de cierre se presentaban vertiginosos. El resto de la semana transcurría apaciblemente, con escasos sobresaltos y esporádicos apuros.   Pero esa jornada era especial por varios motivos. Más allá de las comisiones encomendadas, me enfrentaba a dos situaciones inéditas en mi naciente carrera: trabajaría un domingo –algo que nunca hacía- y me estrenaría profesionalmente en una justa electoral, con acreditación especial y pase de voto rápido. Hoy, después de tantos años, no recuerdo con exactitud mi peregrinaje informativo. Me parece que estuve en algunos o en varios centros de votación, en el local de Transparenc

El despertar de la vocación

Un pálpito me llevó a estudiar periodismo. Digo un pálpito como podría decir que fue la casualidad o un auténtico champazo.  No sería exagerado afirmar, también, que llegué por descarte a la escuela de Comunicación Social, o, para ponerlo en jerga electoral, me dedicí por el mal menor. Claro, entre las profesiones llenas de cálculos, fórmulas y números o aquellas donde se diseccionaban cuerpos y se estudiaban virus, bacterias y todos los males habido y por haber, las letras y humanidades surgían como una esperanza y una salvación.  En aquel momento de incertidumbre, ese era ya un tremendo avance. Pero aún quedaba un problema. Qué carrera de letras escogería.  ¿Sería de utilidad en estos casos echar una moneda al aire o apelar al desesperado de tin marín de do pingüé ? Esas disquisiciones atribulaban mi existencia hasta que apareció el pálpito o la casualidad o el argumento del mal menor de los que les hablé al principio. Eso sí, en aquel momento, la posibilidad d

Allá voy Chimbote...

Y Explorando se va para Chimbote. No será la primera ni la última vez que sus pasos recorrerán las calles de ese puerto norteño, poco visitado, casi nunca elegido como destino turístico. Eso no importa. El autor de este blog está convencido que viajar siempre es mejor que quedarse en casa, porque todo ciudad o pueblo tiene algo o mucho que mostrar.  De lo que se trata es de saber buscar porque el que busca siempre encuentra. Así que ya veremos que hallamos en esta ocasión en la que vuelvo a Chimbote, no solo para recorrer sus calles, sino, también, para hablar de crónicas, viajes y de Relatos del Perú, esa aventura editorial en la que me embarqué el año pasado  Allá voy Chimbote con la certeza de que la pasaré bien y que volveré con más de un relato en mi libreta de notas. *Agenda chimbotana: Martes 25, 11:00 horas, presentación de Relatos del Perú en el Centro de Convenciones de la Uladech - Católica, dentro del programa de actividades por el día mundial del turismo. (

Crónicas virtuales II

Donde el autor, acaso inspirado por aquello de que no hay primera sin segunda y que en la repetición está el gusto, vuelve a echar mano de las actualizaciones que escribió en sus redes sociales, durante su último viaje a tierras cusqueñas. Calle de Pomacanchi. Partida   Esperando el momento de partir o mejor dicho esperando que se llene el colectivo que me llevará al desvío... al desvío que conduce a Acomayo por si acaso. No sean mal pensados.      *El colectivo se llenó tras media hora de espera aproximadamente. Lección Es profesor y tiene su carrito. En las mañanas, cuando va hacia su centro de trabajo, aprovecha para ganarse alguito recogiendo pasajeros. Si está perdiendo su particular lucha contra el reloj, el servicio no acaba en la Plaza de Acomayo sino en el colegio en el que enseña.       Salud Dicen que las penas se ahogan con alcohol. No sé si será cierto, pero aquella señora no lo duda. Botella en mano se despide a vaso lleno del familiar que aba

Crónicas virtuales

Donde el autor, acaso por pereza, o, tal vez, por querer dársela de innovador y modernista, recopila algunos de las actualizaciones que escribió en sus redes sociales, durante su último viaje a tierras cusqueñas. Tanta alharaca para poner en evidencia que ya no tiene un celular bruto.   Incertidumbre Mañana en plena madrugada enrumbaré a Pomacanchi. Desde ahí continuaré camino a Waqrapukara. Serán varias horas pero no me pregunten cuántas. Cansa de solo pensarlo.      *Al final fueron tres horas de camino (ida) partiendo de la comunidad de Santa Lucía. Panorámica de Pomacanchi. Matrimonio En el hospedaje de Saúl, quien será mi compañero en la travesía de mañana, se celebra un matrimonio. La fiesta es en el patio de una vieja casona, ubicada al final de la calle Procuradores, una vía inquieta y movida.      *Saúl –por motivos ajenos a la fiesta- no participaría de la travesía. En la ruta a Waqrapukara me acompañaría el "Chino" Godofredo, insigne hijo d