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Mostrando las entradas de 2009

Un pedido al niño Manuelito

Niño Manuelito regálame muchos viajes pero haz que siempre vuelva a casa sano y salvo. Lo demás corre por mi cuenta. No te pido mucho... sólo que me libres de los choferes sin brevetes y sin experiencia, de los conductores cansados o demasiado achispados que pestañean en la noche o después de almorzar, de los que pisan con entusiasmo el acelerador y rebasan camiones en las curvas cerradas, de los que se detienen a recoger pasajeros en la mitad de la vía, sin orillarse ni salirse del carril. Sé que puedes alejarme de los buses sin frenos y con llantas a punto de reventarse, de las carcochas sin luces para la niebla y de las que se malogran en las curvas o subiendo una pendiente. Sálvame de las empresas piratas que carecen de permiso de circulación, de los policías que se hacen de la vista gorda o quedan cegados por el brillo de unos cuantos soles. También de los inspectores de tolerancia cero que al final lo toleran todo, de los viajeros inconscientes que siempre exigen ir más rápido, d

Voces contra el cambio climático

Voces que te hablan de una tragedia que muchos no quieren ver o prefieren ignorar. Voces de tristeza en un campo yerto que siempre fue fértil y en las orillas de un gran lago que extraña la lluvia. Voces de indignación en un bosque de árboles quemados y en las faldas ahora grisis de una montaña que fuera de nieve. Voces del campo y el monte, de los valles y las cordilleras. Voces que no mienten porque narran lo que viven, lo que sienten los hombres y mujeres de un país que cambia dramáticamente. Voces que te llevan a pensar en un futuro incierto: sin agua en los ríos y lagunas, sin tierras que sembrar, de naturaleza enferma. Voces que escuchas y no olvidas. Voces que dicen: antes no era así, todo era verde... El agua llegaba hasta acá arriba, mire dónde está ahora... Cuando era joven había harta nieve, lindo se veía... Jamás caía granizo en esta época, el clima está loco... Ya debería venir la lluvia, sino nada crecerá en las chacras. Tantas voces expresando lo mismo. Tantas voces que

Clic de la semana

La esplendora belleza del Titicaca se ve mancillada por la contaminación que afecta a la bahía de Puno. Descuido y desidia, daño ecológico que no se castiga ni se remedia, que se observa impune y dolorosamente en las orillas lacustres de la ciudad principal del altiplano peruano. Una terrible tragedia, un artero atentado contra la fuente generadora de vida en esta región del país. Evidencia clara de la ingratitud del hombre frente a su entorno, de su incapacidad de preservar su medio ambiente, de cuidar sus recursos naturales y económicos. El Titicaca está enfermo en Puno. Lo saben quienes viven en la ciudad, lo descubren con congoja los miles de turistas que zarpan del puerto, que recorren la bahía, que llegan hasta el hotel Sonesta Posada del Inca, para visitar el buque Museo Naval Yavarí, uno de los colosos de la llamada "flota de hierro", la poderosa escuadra que la Marina de Guerra mantuvo en las aguas del lago navegable más alto del mundo. La contaminación está en todos

Clic de la semana

Nace el día. Se impone el sol. Las sombras se repliegan creando panoramas distintos, entonces, una cruz de camino "sembrada" en un pequeño promontorio, se convierte en una silueta insinuante que constrasta con la luz del horizonte, con su propio reflejo en un espejo de agua. Lugar de descanso para los andariegos, en este paraje que está detrás de un bofedal y al final de un senderito medianamente tortuoso, se realizan rituales cargados de sincretismo, para pedir la protección del apu Allincapac (5,877 m.s.n.m.), la montaña más alta de la cordillera de Carabaya, un deslumbrante ramal de la cadena oriental de los Andes. Durante el solaz y la reflexión casi mística, el camino regaló esta imagen al "lente cordillerano" de Explorando que despertó antes del alba, que partió antes del amanecer de Macusani, la capital provincial, para arribar motorizadamente a la pampa de Antajahua, donde inició su periplo -no muy largo, no muy corto- hacia el macizo congelado. Se termina e

Tata Pancho, perdóname

No es fácil Tata Pancho. Entiéndeme, perdóname… todavía soy un alma débil. Créeme que lo intenté con todas mis fuerzas, que luché con férrea decisión y que, durante horas, resistí heroicamente los provocadores embates de aquellas huestes demoníacas que, valiéndose de sensuales argucias, buscaban afanosamente guiarme y perderme por el mal -¿o buen?- camino. Sabes que no miento. Tú lo ves todo desde tu anda florida y bendecida, esa que ahora está en el atrio de un templo que jamás será tuyo, aunque seas la imagen más querida, la que todos veneran y engríen en la primera quincena de octubre, cuando tu fiesta es lo más importante en la provincia fronteriza de Yunguyo (Puno) y centenares de hombres y mujeres te rezan, te cantan y hasta bailan en tu honor. A pesar de eso, la iglesia no lleva tu nombre sino el de Nuestra Señora de la Asunción. Ella ocupa el altar mayor. Quizás sea injusto… bah, pero tú eres un santo y no sientes ni celos ni envidia, tampoco te molestas. Y no creas que

Juguemos a la Oca

El tablero está ahí. No luce impecable ni reluciente, pero todavía se ve, aún podría ser utilizado si alguien quisiera hacerlo, aunque eso no ocurre desde hace lustros. Quizás porque los tiempos de boato y esplendor son parte del pasado, tal vez porque nadie en la ciudad se acuerda de las reglas. El último que las conoció no quiso revelarlas y ni siquiera se las contó a don Rolando Añasco, el propietario actual de la llamada Casa de la Oca, una de las tantas maravillas de Lampa, una ciudad que vivió envanecida por el animado derroche de hacendados y mineros de caudalosas fortunas. En aquella época -siglos pasado, milenio pasado-, la casa de don Rolando, que pertenecía a la familia Valdez Carrión, fue el escenario de intensas jornadas del juego de la Oca, divertimento de raíces españolas en el que se formaban equipos, se lanzaba un dado y se avanzaba por un camino numerado en el que no escaseaban los castigos y los premios. "Algo así como el ludo. Se formaban cuatro equipos: el có

De celebraciones y puyas

Sí, lo sé, lo mejor sería decirle a mi jefe –ese renegón que se cree un gran periodista- que hoy nos olvidemos de los textos, las fotos, la búsqueda de información y que cerremos el quiosco hasta nuevo aviso, para irnos de pachanga con algunos colegas y varias coleguitas. Pero él quiere pegársela de santurrón y responsable, cuando en verdad es un plomazo; entonces, me sale con eso de que el periodismo es un apostolado y que la mejor forma de celebrar este día –o nuestro día- es escribiendo como locos; sobre todo, porque las últimas semanas por andar medios perdidos en las alturas puneñas, no se ha publicado ni una coma en Explorando . “El lector merece respeto”, sentencia con odioso aire dictatorial. Y como es inútil discutir con él -jura que es infalible- aquí me tienen golpeando el teclado, más que fastidiado a decir verdad, porque setiembre –a pesar de todos los anuncios (ver entrada anterior)- se pasó sin festejos y octubre, que empieza con un día de aspiraciones bailables, pinta

Invitación a mi quinceañero

Señoras y señores, lectores y lectoras, amigos y hasta enemigos, a través de estas líneas, tengo el agrado de comunicarle que el autor de Explorando –es decir, este guapo viajero, ah, cómo, quien dijo huaco- viene conmemorando sus 15 años de desempeño periodístico o, dicho en otras palabras, “es mi quinceañero”. Espero sepan disculpar mi última frase, bastante rosa para ser sincero. Aclaro, por si las moscas- que no habrá fiesta con bajadita de escaleras ni que estoy en busca de un “chambelán” –guarda ahí compadre-; eso sí, anuncio con bombos, platillos y hasta con rata blanca, que el programa de celebraciones se extenderá hasta fin de mes y no precisamente por querer emular a las grandiosas fiestas patronales que se realizan en el país. La amplitud del homenaje está más bien relacionada con una falla en mi memoria, porque aunque no lo parezca, este servidor ya tiene sus añitos y una que otra cosa se olvida. Una de ellas es la fecha exacta en que pisé por primera vez la desaparecida re

Clic de la semana

En el resquicio de las sombras rocosas que flanquean las riberas de la laguna Parón (provincia de Huaylas, Áncash), se perfila el pico nevado del Chacraraju, creando una imagen contrastante, de luz y oscuridad, imposible de ser ignorada por el inquieto lente de Explorando . Parón (4,185 m.s.n.m.) es la laguna más grande del parque nacional Huascarán y, también, una de las de mayor belleza por estar rodeada de los nevados Huandoy, Pisco, Garcilaso (una perfecta pirámide de hielo), Paria, Artesonraju, Caraz y Aguja. Su cercanía a las ciudades de Caraz (32 kilómetros por una vía sin asfalto) y Huaraz (100 km), convierten a este espejo de agua en un potencial atractivo turístico que, manejado con inteligencia, puede ser un bastión ecológico y una fuente de ingresos para los poblaciones locales. Pero todo es una utopía. En Parón hay un conflicto entre las comunidades y la empresa Duke Energy Egenor. La tensión llegó a su límite el 29 de julio del 2008, cuando la población de Cruz de Mayo,

Retratos de Puerto Inca

Rostros, miradas, gestos. Retratos de la selva. Gente del bosque. Nativos e inmigrantes. Yaneshas, ashaninkas y mestizos en Santa Teresa, hermanos de todas las regiones en Puerto Sira y hasta un descendiente de colonos tiroleses en un fundo ganadero. Obviar el paisaje. Desdeñar el bosque, los quiebres del río, la cordillera que se dibuja en el horizonte, para fijar tu objetivo en los hombres barbados y pelilargos que adoran a Jehová, en las niñas que aprenden a rezar, en los jóvenes que le regalan melodías a Dios, con guitarras y un órgano electrónico. Ofrendas y plegarias en Puerto Sira. Frontera viva, "lugar sagrado" para los israelitas del nuevo pacto universal , los seguidores del extinto Ezequiel Ataucusi, el "profeta" que reinterpretó las sagradas escrituras y los diez mandamientos. Él propagó su palabra en las zonas más deprimidas de un país doliente, sufrido, sin muchas esperanzas. Se termina la luz, se avecina la noche. El jefe de la comunidad de Santa Ter

Clic de la semana

Nunca hay que fiarse del todo. Siempre debe quedar un resquicio para la duda. ¿Cuánto hay que caminar?, ¿qué es lo que vamos a ver?. Las preguntas se repiten, se formulan una y otra vez. Es cerca, dicen. Es bonito, se entusiasman. Es una catarata, te ilusionan. Sales temprano. Te guían, te acompañan. Tus pasos dejan huella en el barro, en la tierra fecunda, en los ejércitos de hormigas que tratas de esquivar... pero están en todos lados. Oyes el rumor del agua. Estás cerca. Falta poco. Te apresuras. Te gana la ansiedad. "Hay que bajar", te dicen. Más barro, un senderito inclinado entre el follaje. Resbalones. Pasos en falso. No importa, hay que seguir. Son gajes del camino. Llegas. Un espejo de agua en el verdor de la selva. Es vistoso, es lindo, es sosegado. ¿Y la catarata?... Nada, no existe, sólo pequeñísimas caídas de agua que se precipitan entre rocas humedecidas. "Más allá está", te explican. "Demora y hay que abrir trocha", agrega otra voz. No hay c

Con atraso también vale

Hace unas semanas -varias, muchas, quizás demasiadas- viajé hasta Pomabamba y Piscobamba (Áncash), para traerle a los lectores de Explorando, la historia escrita por los pasos presurosos y acrobáticos de decenas de chasquis, en los caminos agotadores, exigentes y a veces atemorizantes de su tierra, el Callejón de Conchucos. Pero este vez he sido un pésimo mensajero. Escribí otras historias, publiqué otras imágenes, volví a alejarme de Lima y, al retornar, me tomé los feriados de las fiestas patrias con excesiva seriedad, tanta, que me olvidé de mi clásico mensaje por 28 de julio y de redactar alguna entrada sobre mi aventura en Puerto Inca, en la lejana selva de Huánuco. Y antes de que los jóvenes mensajeros de Conchucos decidan emprender su marcha a Lima, para apanarme o agarrarme a huaracazos, publicó estas imágenes de la "Karrera de Chaskis" que unió el observatorio de Yaino (alturas de Pomabamba) con la plaza de Armas de Piscobamba. El recorrido superó los 30 kilómetros.

Hacia el puerto del inca

Dentro de unas horas volveré al camino. Mi destino será Puerto Inca. Antes he estado ahí, pero solo unos minutos. Llegué luego de un largo viaje que acabó en una lancha. Solo tuve tiempo para tomar un jugo, antes de embarcarme hacia Yuyapichis. Lo que allí ocurrió ya lo narré anteriormente y, para no imitar a un disco rayado, sólo diré que mi ansias de conocer la cordillera del Sira, se vieron truncadas por unas ampollas con apariencia de cráteres lunares. Después de una jornada en el monte, tuve que retornar en canoa a Yuyapichis. Allí estuve con Badwin y su familia -ellos tienen una tienda bastante surtida- , esperando un auto que me acercara a Pucallpa. Recuerdo que no me sentía muy bien. Mis pies daban pena y tal vez hasta algo de miedo. Quizás por eso, el médico de la posta no se atrevería a tocarlos cuando me atendió. Sólo me entregó unas pastillas y me dijo que descansara. Hoy me preparo para retornar a esa parte de la región Huánuco. Y si bien no iré a Yuyapichis, en esta oca

Los santos de Piscobamba

San Andrés es muy educado y respetuoso, todo un caballero. Libre de la envidia y de otros sentimientos ponzoñosos -esos que envenenan las almas de los simples pecadores- se enfundó sus mejores galas y, en hombros de sus devotas, salió rapidito para la iglesia de Piscobamba. El santo, todo un galanazo con su sombrero rojo, quería saludar con suma reverencia y afecto a sus colegas, Pedro y Pablo, que estaban de fiesta, como siempre ocurre a finales de junio. No se trata de una celebración cualquiera, claro está. De esas que empiezan y acaban con la procesión. Nada que ver. Todo lo contrario. A San Pedro y a San Pablo los agasajan a lo grande, como manda y ordena la costumbre. Así no se resienten y siguen bendiciendo a la ciudad, a la provincia de Mariscal Luzuriaga (Áncash), a todo el Callejón de Conchucos. San Andrés, el ilustre visitante, fue recibido con beneplácito por los agasajados. Ellos, muy circunspectos y ceremoniosos, lo invitaron a ser parte de la procesión; entonces, los tre

Clic de la semana

Lo llaman el guardián de Yaino (provincia de Pomabamba, Áncash), un complejo arqueológico a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, al que solamente se llega caminando, ascendiendo, retando al cansancio, al sol, a la falta de aire. Su nombre es Mariano Jaramillo y es mucho más que un guardián o, mejor dicho, él, es un guardián distinto, porque se entiende con la tierra y las montañas. Las ama, las respeta, las engríe con pagos y rituales, con hojitas de coca y palabras en quechua. Amable, risueño y andariego, Mariano acompaña sus pasos con un bastón. "Tuve un problema en mi rodilla y me querían amputar la pierna". No quiso, se dio de alta, volvió a su tierra, al callejón de Conchucos. "Aquí me curé con un ungüento de llama", se ufana, sonríe, sigue caminando, aunque despacio. No hay que exagerar. Ya no es un muchacho. En su casa -una vivienda solitaria cerquísima a Yaino, un legado arqueológico de la cultura Recuay- Mariano descansa y reflexiona de cara a u

Una presentación imaginaria

Donde el autor pierde la cordura y, al relatar un suceso imaginario, tiene la desfachatez de describirse como alto, guapo y elegante. ¡El colmo!... Quiero pedirles un favor. Imaginen una noche cálida y un cielo estrellado. Piensen en un estrado al aire libre aún con los reflectores apagados. Escuchen el redoble de un tambor, el estallido de las bombardas, el aplauso y los vítores cuando un rayo luminoso irrumpe en la oscuridad despejando las sombras. El estrado resplandece. Alguien se acerca al micrófono. Sonríe, saluda, dice buenas noches. Se acallan las bombardas, se apaciguan los aplausos, se agranda la expectativa. Ahora, el personaje del micrófono se dirige a la anhelante multitud. Habla de exploraciones y destinos, de crónicas y fotografías viajeras, de aventuras por caminos virtuales y globalizados; entonces, llega el momento del gran anuncio, ese que convocó a las masas que usted y yo nos esforzamos en imaginar, para que este escrito tenga sentido. Y se escucha el último redob

Clic de la semana

No sólo el Cusco ostenta espléndidos muros incaicos. El legado arquitectónico de los "Hijos del Sol" se mantiene en pie -a pesar del descuido y la desidia de las autoridades- en diversos lugares del país, evidenciando la grandeza de los antiguos peruanos. Piedra sobre piedra. Muros perfectos, vistosos y de apariencia indestructible en Huaytará, la "Capital arqueológica de Huancavelica", una región olvidada y sumida en la pobreza, que podría encontrar en el turismo, una oportunidad de desarrollo económico, sustentada en la conservación del ambiente y de las tradiciones de sus pueblos originarios. En Huaytará, a sólo 112 kilómetros de Pisco, resalta la iglesia colonial San Juan Bautista, erigida sobre las paredes del templo del Sol. Hoy, en las hornacinas prehispánicas, reposan las imágenes de santos y vírgenes católicos, aquellos que llegaron con los hombres de occidente. Es extraño, contradictorio, es el Perú sincrético, diverso, con su crisol de colores y creencia

Más que baños termales

Viajé a Churín. Pensé en baños termales. Agua tibia y relajante. Aguas que curan. Pero como soy un mal pensado o, mejor dicho, siempre pienso mal, al final no estuve mucho tiempo en Churín. Apenas recorrí sus calles, visité sus famosos baños de la Juventud y, sólo al caer mi último día, pude conocer el velo de la Novia y la gruta de la legendaria Mama Warmy. Y como estuve poco en Churín (la capital del distrito de Pachangará) pude librarme de la seducción de sus aguas querendonas; entonces, me escabullí por los caminos de la provincia de Oyón, en busca de lagunas, iglesias, nevados y pueblos pletóricos de quietud. Llegué a los espejos de agua de Surusaca y Guengue, a los pantanos de Rumbro. Bromeé con una niña de Quichas, sentí el viento frío proveniente de varias cumbres de nieve, caminé por las calles pacíficas de Andajes que, en otros tiempos, conocieron del terror de la guerra interna. Hoy todo está tranquilo en el "Balcón de los Andes". Hoy endulzo mi tarde con manjar

El arte de lavarse las manos

Nadie reconoce sus culpas. Todos dicen que son inocentes y señalan al otro, al opositor político, al que piensa distinto. Se fijan en los errores ajenos, jamás en los yerros propios. Y dicen que sienten dolor por las víctimas, aunque terminarán convirtiéndolas en una mera estadística, en un argumento útil para fustigar al contrario. La consigna es lavarse las manos, conservar el cargo y salvar su futuro político. Lo demás no importa demasiado, son cosas que pasan o, mejor dicho, les pasan a otros, no a ellos, no a quienes gobiernan, no a quienes dirigen. S e habla de la defensa de la democracia, del orden interno, del imperio de la ley; también de terroristas, de infiltrados, de hordas manipuladas. Son los argumentos de siempre. Pretextos trillados para justificar la violencia y la muerte. Y hoy se dice, con absoluto descaro, que fue un operativo exitoso. La carretera se desbloqueó, comentan, se ufanan y hasta casi sonríen. La triste conclusión de una jornada dolorosa que pudo evitarse

Mujer fatal...

Tú no estabas aquí la primera vez que vine. No soy tan desmemoriado ni ha pasado tanto tiempo. Además, sería difícil que pudiera olvidarme de una imagen como la tuya. Y no es que seas preciosa, tentadora o deslumbrante. Tu belleza, si es que la tienes, es más que discutible. Pero esa no es tu culpa, total, eres la obra de un creador sin demasiadas luces, de un autor que no debería ser anónimo, para decirle con nombre propio unas cuantas o muchas verdades. Sabes, no deberías estar aquí pero lo estás. Seguro ya son varios años y quizas por falta de presupuesto o, tal vez solo por desidia, nadie, absolutamente nadie ha querido o podido borrarte. O será que tu existencia es un mal irreversible. Un tatuaje imborrable en la piel de adobe del Palacio Inca de Tambo Colorado (Humay, Pisco). Lamento decírtelo, pero eres una afrenta contra el patrimonio arqueológico y una evidencia clara y dolorosa de la ignorancia supina de algunos ¿ciudadanos?. Y es que tus trazos de insinuante mujer fatal no

Verón y Riquelme en Lampa

L a primera vez que estuve en Lampa conocí a Verón. No recuerdo la circunstancia del encuentro ni como se inició la conversación. Quizás fue en la plaza Grau con sus queñuales o en el atrio de la fabulosa iglesia de Santiago Apóstol; tal vez en las afueras de la casa que habitó el libertador Simón Bolívar o en ese patio colonial en el que los principales de la ciudad se divertían jugando a la oca. Sea donde fuere, Verón se unió a nuestro grupo y empezó a mostrarnos su tierra y a contarnos su vida. Si la memoria no me falla, nuestro guía espontáneo mencionó que era torero. También nos dijo que Lampa era la “Ciudad Rosada”, apelativo que no merecía mayor explicación. Bastaba con echarle un vistazo al color de las fachadas para comprenderlo todo. Luego nos habló de las “7 maravillas”, punto que sí mereció un profundo esclarecimiento porque varias de esas maravillas no eran tan maravillosas como uno podría pensar. Por el contrario, la lista incluía algunos lugares de irónico atractivo, co

Visiones del Titicaca...

Titicaca, una vez más. Sol, altura, viento, frío nocturno. Aguas azules, brillantes, resplandecientes, a veces mansas, otras encrespadas... furibundas. Lago sagrado, legendario, pletórico de historia y cultura. Vestigios prehispánicos, pueblos antiguos en un espacio geográfico compartido, binacional, peruano y boliviano. Retorno a Taquile. Sus arcos de piedra, sus escaleras y caminos, sus hombres tejedores, su paisaje impactante. Descubrir Titilaka. Bahía de Chucuito, otra visión del lago: sembríos, una playa, un hotel encantador, muchos totorales y un pequeño islote. Aventurarte hasta Anapia. Lancha colectivo. Dos horas de viaje entre cajas de cerveza y bultos de todo tipo. Ver la cordillera Real de los Andes, navegar entre islas bolivianas y peruanas. Llegar a una isla pequeña, silenciosa, solidaria. Aquí no hay hoteles ni restaurantes. Sólo casas hospedajes, casas familiares donde siente calor de hogar, donde se aprende y comparten experiencias. Salir al campo, sembrar o cosechar,

Clic de la semana

Dos viajeros detienen su andar para contemplar y sentirse pequeños al lado de una de las enormes puyas Raimondi, que se yerguen imponentes a la vera del camino sin asfalto que une Lampa con Tinajani (región Puno) Consideradas como las inflorescencias más grande del mundo, las titancas adultas -así también son llamadas- superan fácilmente los 10 metros de altura, mientras que s u ciclo de vida bordea los 100 años. Enormes, singulares y pintorescas, las puyas sólo florecen al final de su existencia . Al estar cerca a ellas, sólo queda levantar los ojos -acaso con respeto, tal vez con fascinación- para apreciar su magnificencia y grandeza, como lo hicimos en Lampa, como lo hicimos otras veces en el parque nacional Huascarán (Ancash) o en el bosque de Titancayoc (Ayacucho).

En una cabina puneña...

Estoy en Puno, guareciéndome del sol altiplánico en una cabina del jirón Lima, la agitada vía peatonal que une el parque Pino con la Plaza de Armas, la sencilla iglesia de San Juan -el hogar de la virgen de la Candelaria- con la enorme Catedral de piedra con su fachada barroca, donde un par de sirenas tocan charango. Hay varios turistas en la cabina. Gritan, vociferan, meten chacota. Están felices. Me pregunto si así se comportarán en sus países, mientras peleo con este teclado que para variar tiene la tilde en el lugar incorrecto y un espaciador que no entiende de delicadezas. Sólo funciona con porrazos o golpes de karate. Así que estas palabras son el fruto de una batalla campal, sólo espero que tanta lucha no estropee mi estilo y menos me desvíe de lo que pensaba relatar en esta entrada; aunque para honrar a la verdad no tengo muy en claro que cosa escribir. Ni en este instante ni cuando subí a la cabina, luego de disparar mis primeras tomas, aprovechando el solcito y la ausencia de

Salvado por la campana

Explorando no está muerto. Explorando vive y palpita. Explorando vuelve con sus relatos, crónicas y clic´s que muestran un Perú distinto, ese Perú que se descubre en cada travesía, en cada aventura. Explorando acalló su voz viajera temporalmente y se refugió en el silencio por exclusiva responsabilidad de su autor, que se dejó absorber por los problemas urbanos y hasta se vio enredado –vaya uno a saber como- en la telaraña de la crisis internacional y el supuesto boom inmobiliario que vive el país. Esas razones -tan mundanas, tan ajenas a las rutas-, lo pusieron al borde del nock out , entonces, ante el riesgo inminente de besar la lona, varias voces le advirtieron –acaso con goce, tal vez con preocupación- que ya estaba bueno, que era hora de tirar la toalla, de abandonar, de volverse un periodista serio. Días de crisis y tensiones. Semanas de cuestionamientos y dudas. ¿Qué hacer? seguir peleando y aguantar los golpes hasta que suena la campana o, simplemente, dejarse caer y admit

Semana Santa... las de antes

De niño me ponía triste en Semana Santa, a pesar que los feriados del jueves y el viernes, solían interrumpir las clases escolares. En cualquier otra época del año, dos días sin colegio hubieran sido motivo de alegría extrema para mí, tal y como sucedía cuando los microbuseros se ponían de paro o los maestros del SUTEP, iniciaban sus clásicas huelgas indefinidas. Recuerdo que el gozo era aún mayor, si la protesta coincidía con alguna competencia deportiva, como un mundial de fútbol o las olimpiadas. En aquellos tiempos –vale la pena decirlo- la selección peruana al menos se defendía. También la goleaban, claro está, pero no en las eliminatorias sino en el mundial. Eran goleadas de otro nivel. Pero mi tristeza pascual no se cimentaba en la falta de transmisiones deportivas. Existían otros y muchos motivos que me ponían gris. Y es que todo parecía estar lleno de nostalgia, de tristeza y culpa. Eso lo sentía en la calle y en mi casa, donde teníamos que estar particularmente tran

Visiones de un desafío

Azul intenso. Sombras que prolongan su dominio e imponen sus matices claroscuros sobre el mar de Paracas, en el inicio de un nuevo día que despierta tarde por la ausencia del sol. Y en esa mañana que sigue vestida de amanecer, el viento corre con premura propagando en las orillas del desierto costero, el aroma salino del Pacífico. Y en esa mañana de cielo sin brillo ni resplandores que se impone en la playa Atenas, aparece un mechón del arco iris... breve, fugaz, acaso milagroso. Azul intenso que empieza a suavizarse. Sombras que se difuminan, se aclaran, desaparecen. Renace el sol, Paracas calienta. Se llena de luz, de brillos intensos. Noche de campamento en las orillas de una Laguna Grande. Noche de vientos rumorosos, de carpas que flamean como banderas y de pequeños remolinos de arena. Y en esa larga noche de sueños postergados en una laguna que no es una laguna, sino una sosegada orilla del Pacífico, un zorro del desierto se acerca, invade, se entromete al campamento con andar dub

Clic de la Semana

Detrás de los muros zigzagueantes de Sala Punku, uno de los complejos arqueológicos del santuario histórico de Machu Picchu, aparecen como una contradicción los vagones del tren que se dirige a Aguas Calientes. Su estridente paso quiebra el silencio, rompe la atmósfera que induce a la serena contemplación del legado incaico y de la inspiradora belleza de un valle sagrado. Resistido por muchos, defendidos por otros, el tren es el principal medio de transporte para los turistas que visitan Machu Picchu. En los últimos años, la frecuencias se han incrementado y, en los próximos meses, es bastante probable que una empresa más empiece a operar en la línea férrea. Esta situación, más allá de lo comercial, debería llevarnos a pensar en los daños ambientales que el aumento del tráfico ferroviario podría ocasionar en la flora y fauna del santuario, espacio que se debe proteger no sólo por su riqueza natural, sino por sus monumentales complejos de piedra. Explorando estuvo en la zona, recorrien

Como la primera vez

Donde el autor recuerda con cierta dosis de nostalgia su primera vez...en Pisac y Ollantaytambo por si acaso; o ustedes pensaban otra cosa. No es la primera vez que estoy en Pisac y Ollantaytambo, pero extrañamente siento que nunca antes he estado frente a sus prodigiosos andenes, sus colosales recientos de piedra, sus extenuantes escaleras. Es extraño, pero tengo la impresión que mis pasos me llevan por caminos nuevos y que mi vista se regocija ante panoramas aún desconocidos; entonces, nace la misma emoción, la misma energía revitalizadora que apareció en mi visita precursora al valle Sagrado de los Incas, cuando mis sueños de ser un periodista viajero estaban a punto de hacerse realidad. Varios años han pasado desde aquella travesía, pero en este retorno extrañamente ataviado de primera vez, me acompaña una sensación de descubrimiento mientras asciendo por escaleritas casi infinitas o me pierdo con deleite por las calles estrechamente empedradas. Camino sin prisas, lejos del bullir

Te vas, te vas y no te has ido

Hace horas que estoy esperando el momento para partir del Cusco. Pensé que sería a las dos de la tarde, al menos eso es lo que decía el boleto de Tepsa que compré al bordear las 10 de la mañana, recién llegadito de Ollantaytambo. Ya con el boleto en mano empecé a hacer hora en el terminal. Como buen viajero lo recorrí varias veces de arriba a abajo y de abajo arriba, me senté en sus butacas de plástico, busqué una cabina de Internet y hasta me comí un pan con queso para engañar el hambre. Como siempre ocurre, el tiempo corrió de manera inexorable. Casi sin darme cuenta habían pasado como tres horas desde la compra del pasaje y sólo faltaban 60 minutitos para enrumbar hacia Lima, la ciudad en la que a veces vivo, según reza mi descripción. Una vez más había logrado matar a la espera y vencer al aburrimiento; además, la cosa parecía estar a punto de mejorar, porque la señorita del local de Tepsa comenzó a llamarme con desmedido entusiasmo. Ajá , una más que cae ante mis encantos , pensé