El domingo volví de Tarma. Esta noche parto a Jauja. Volveré el sábado para sufragar al día siguiente. No sé por quién votar. Eso no es novedad. Me ha pasado varias veces, como varias veces, también, no tengo muy en claro cuál será finalmente mi destino cuando viajo. Y es que siempre se escuchan voces que recomiendan nuevos lugares, entonces, uno se siente tentado y se desvía. Enrumba hacia allá, con la esperanza de encontrar algo que lo sorprenda. En ocasiones ocurre. En otras, aquel complejo arqueológico o laguna que fue descrita como imponente, no es más que una pared de adobe derruida o un charco de aguas infectas. Son gajes. Cosas que pasan en las rutas y, por qué no, de vez en cuando, en las colas para votar. Donde no escasean los entusiastas, los “piquitos de oro” que quieren convencerte con sus dotes de orador de pacotilla, sobre las virtudes de su candidato: siempre honesto, siempre trabajador, siempre creyente. A esos no les he hecho caso nunca. Tampoco ...