Donde al autor -a falta de algo mejor o peor que hacer- se deja llevar por la añoranza y rescata de su memoria una anécdota del siglo y del milenio pasado, lo que demuestra, dicho sea de paso, que ya está bastante recorrido. Aquel domingo mi cuadro de comisiones estaba cargado. Toda una novedad en mi apacible existencia laboral en la revista Sí, donde solo los días de cierre se presentaban vertiginosos. El resto de la semana transcurría apaciblemente, con escasos sobresaltos y esporádicos apuros. Pero esa jornada era especial por varios motivos. Más allá de las comisiones encomendadas, me enfrentaba a dos situaciones inéditas en mi naciente carrera: trabajaría un domingo –algo que nunca hacía- y me estrenaría profesionalmente en una justa electoral, con acreditación especial y pase de voto rápido. Hoy, después de tantos años, no recuerdo con exactitud mi peregrinaje informativo. Me parece que estuve en algunos o en varios centros de votación, en el local de Transpa...