Si eres de los que se suben a una combi a pesar de la
‘muerte’ de la queridísima china. Si eres un fanático de los “toritos”
motorizados y sus acrobáticos conductores. Si eres de los que toman el taxi más
viejo, barato y sospechoso. Si eres de los que prefieren viajar como sardinas
en el Metropolitano con tal de evitar la titánica y esforzada tarea de caminar
unas cuantas cuadras.
Si te identificas con una o varias de las situaciones que
acabo de describir, es muy probable que, en los siguientes párrafos, empieces a
creer que este relato es una locura, una herejía, un tremendo cuento o, en caso
contrario, la consecuencia de un horroroso castigo impuesto de manera injusta a
un pobre hombre, por una pérfida autoridad divina o terrenal.
No es así. En esta historia de andares y andariegos no existen
penas por purgar ni sentencias por cumplir. Solo esfuerzo, pasión y
persistencia para unir paso a paso la provincia de Chanchamayo (Junín) con el
oráculo de Pachacámac (Lima), en un peregrinaje de raíces ancestrales, en una travesía
de 360 kilómetros por las redes pedestres que trazaron los antiguos.
Agota de solo pensarlo, pero eso no atemoriza ni espanta a Felipe
Varela Travesí, el Chaski. Fogueado e incansable investigador de las vías
pedestres del Perú, Felipe -lo llamo así por nuestra larga amistad- es el líder de la
exigente caminata por el Qhapaq Raymi, que unirá del 5 al 21 de diciembre la
selva central, hoy reserva de biósfera bosque de neblina, la cordillera
Pariacaca y la costa del Pacífico.
La llegada será frente al oráculo de Pachacámac y las islas
mitológicas de Cavillaca. “Nuestra intención -explica Felipe- es promover y
difundir un mensaje de paz en los pueblos y comunidades”. No solo eso, cada
paso es, de muchas maneras, una reivindicación de la cultura andina y del
Qhapaq Raymi, la fiesta inca en honor a tayta Inti que se realizaba en el
solsticio de verano, el día más largo del año.
Chasquis modernos
Ese es la esencia y la inspiración que impulsa a los
chasquis, sí, chasquis en plural, un equipo de chasquis modernos para sorpresa
de los amables lectores y el espanto de aquellos que, acostumbrados a
movilizarse siempre en un vehículo motorizado, convierten el simple hecho de
recorrer un par de cuadras o subir hasta el segundo piso de un edificio, en una
competencia atlética de largo aliento.
Claro está que ese grupo no incluye a Edward González Guerra
(Sapallanga), Pedro la Rosa (Jauja) y Raymi Varela (Oxapampa), quienes recorrerán
toda la ruta. Tampoco a los cientos de ciudadanos que esperan con calendario en
mano la llegada anual de los hijos del apu Pariacaca, para recibir y acompañarlos
en diversos tramos, convirtiendo al exigente periplo en una verdadera fiesta
popular.
“En el 2000 uní Jauja con Pachacamac con el apoyo de la
Universidad Ricardo Palma. En 2009, subí del mar al Pariacaca. En 2015 caminé
por primera vez de la selva al mar”, reseña solo un poquito de su currículo de chasqui el aguerrido Felipe, quien anuncia su presencia haciendo sonar su
pututo y gritando jallalla al mar (viva, festejo, celebración, en
aimara) con voz telúrica.
Antes de dar el último ‘paso’ de este texto, es necesario
mencionar a las instituciones que apoyan el Qhapaq Raymi. La lista incluye a la
Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo de Junín, el Servicio
Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp), las municipalidades de Pachacámac, Lurín,
San José de los Chorrillos y Antioquia, y la Cámara de Turismo de Pachacámac.
En el caso de las empresas, los caminantes agradecen el apoyo
de Biofresh (Chanchamayo), Bioandino (Tarma), Fundo Cosecha del Futuro (Jauja)
y la destiladora de agave Cinco Puntos Sincos, Tundra Equipment y Looch Cultura
Contracultura.
Ya lo sabes si por uno o varios días quieres olvidarte de
las combis sin china, de los “toros” que zumban como mosquitos, de los taxis
maltrechos y de los buses asardinados, anímate a participar en el Qhapaq Raymi
porque, como dice Felipe, los peruanos somos descendientes de grandes
caminantes, es decir, somos chasquis en potencia, aunque a veces nos dejamos
llevar por la pereza motorizada.
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