Explorando sale del letargo o de su agonía -usted escoja el término que más le guste- con esta crónica en la que el autor relata su visita a Chocta, un complejo arqueológico del distrito de Oxamarca (Celendín, Cajamarca) que está cubierto por las brumas del olvido y la indiferencia. Estamos de vuelta, una vez más.
Pasará. Es difícil saber si lo dicen por convicción o si se
trata tan solo de un amistoso engaño, de esos que suelen acompañarse con una
sonrisa condescendiente y un par de palmaditas en el hombro, aunque en este
momento de niebla y frío, de lluvia indecisa y sol opaco, nadie se acerca con
ansias de brindar consuelo; entonces, surge la duda: y si ellos realmente lo
creen.
Esperar. Es lo único que queda. Tal vez, como afirman los
que nacieron aquí, el mal momento pasará, más temprano que tarde pasará,
entonces, todo será igual que en las jornadas anteriores -despejadas, brillantes,
luminosas-, ideales para descubrir, tras las espinosas marañas del verdor, los
muros, los recintos, los accesos de piedra de un par de zonas arqueológicas
mancilladas y apenas exploradas.
Resignarse. Nada va a cambiar hoy. Nada ha cambiado desde
que salieron de Sucre (Celendín, Cajamarca), el distrito, el pueblo, el lugar
que los abuelos llamaban Huauco. De allí partieron temprano por una carretera
sin asfalto, presagiando que la mañana se despejaría, entonces, Oxamarca
(también en Celendín) los recibiría con un cielo límpido y un sol intenso que
‘rejuvenecería’ la arquitectura de Chocta, con sus construcciones de tres pisos
y sus techos a dos aguas.
Descubrir. Entre los jirones de la niebla aparecen los
contornos borroneados de varias chullpas prehispánicas diseminadas en un
terreno barroso, con pendientes y desniveles. Cuentan que en los días claros es
posible avizorar desde aquí el sinuoso cauce del Marañón. Ahora es imposible;
entonces, solo queda presumir el panorama majestuoso descrito por las mismas
voces que pronosticaban el cambio de clima.
Imaginar. No es la primera vez en este viaje que comenzó con
un paso fugaz por Cajamarca -la ciudad del Cuarto del Rescate, del mirador de
Santa Apolonia, del complejo de Belén- Celendín -con su pintoresco y hasta
criticado parque El Sombrero-, y Sucre, entonces, conocerían Lechuga y La Fortaleza.
Allí es fácil sentirse como auténticos exploradores.
Escuchar. “Yo he nacido aquí y esto anda igual. No es
posible que me vaya a morir y nada haya cambiado”, se lamenta un ciudadano en
el Centro Poblado La Fortaleza, mientras Eudilber, quien muestra los vestigios
arqueológicos del mismo nombre, habla de personajes sospechosos que juraban
investigar. Mentían; entonces, los vecinos decidieron estar con los ojos bien
abiertos. “La ronda vigila de noche”.
Misterio. Quién erigió La Fortaleza y Lechuga (distrito de
Sucre). Qué función cumplieron ambos lugares. Qué ocultan sus recintos
cubiertos por la vegetación. Qué tan atractivos serían si fueran puestos en
valor. Tantas preguntas sin respuestas. Tanta incertidumbre en dos lugares que,
a primera vista, parecen ocultar más de lo que muestran; entonces, solo queda
soñar que algo cambiará para que se terminen los lamentos.
Repetición. Las mismas inquietudes -más no el mismo cielo-
se presentan en Chocta. Legado erigido en el cerro del mismo nombre. Patrimonio
descuidado. Una fortaleza, un santuario, un cementerio de orígenes caxamarcas,
de esplendor chachapoyas que fuera explorado por Julio C. Tello en la década
del 30 del siglo pasado; entonces, es el momento de proseguir en la senda
abierta por el padre de la arqueología nacional.
Duele. La vegetación invasiva acorralando y destruyendo las
estructuras de piedra caliza. Las lajas sueltas, desperdigadas, fuera de lugar.
Las chullpas de paredes vandalizadas por algunos ignorantes que han escrito y
perpetuado sus nombres en ellas; entonces, cada letra se convierte en una
herida en la memoria colectiva, en una afrenta contra la herencia ancestral, en
una muestra del desprecio hacia el pasado y la historia.
Ilusión. Tal vez no todo está perdido. En Lechuga, a Alcides Delgado, el propietario del área en la que se encuentran los vestigios, no le desagrada la idea de que estos sean investigados; en La Fortaleza, un vecino entusiasta a pintado un anuncio rústico que informa sobre la existencia de la zona arqueológica; en la Chocta, dos alcaldes distritales y un subprefecto se encuentran y conversan sobre el futuro del pasado compartido; entonces, hay esperanzas de cambio y restauración.
Retorno. Atrás quedan las chullpas y las visiones negadas
del Marañón, el río que en Nauta (Loreto) une sus aguas con el Ucayali para
formar el grandioso Amazonas, también la bruma que jamás dejó en libertad al sol
y las menudas gotas de lluvia que humedecieron los pasos exploratorios. El
cielo se despeja al emprender el retorno a Sucre; entonces, en el horizonte se
perfilan las montañas y prendidas en una ladera, la geografía urbana del centro
de Oxamarca.
Inolvidable. La niebla espesa a más de 3000 m.s.n.m., las impresionantes
construcciones de los antiguos, el interés de las autoridades de buscar el
apoyo del Ministerio de Cultura y de las universidades en las que se forman los
futuros investigadores; entonces, poco importan los zapatos mojados y las
espinas que se clavan en los lugares menos pensados porque lo realmente
trascendente es el deseo de restauración y de puesta en valor de los tres
lugares visitados.
Tarea. Hacer realidad el sueño, convertir las palabras en
planes efectivos. No será sencillo, pero será la única manera de rescatar la
memoria y honrar a los antepasados; entonces, ya nadie dejará sus nombres
tatuados en las paredes ni utilizará las piedras para armar un cerco. Es un
futuro posible porque el mal tiempo pasará… y no hablamos de la niebla.
ExplorDatos
Aniversario: El distrito de Oxamarca fue creado el 27 de
diciembre de 1923. Antes de esa fecha, pertenecía a Scure.
La ruta: De Sucre a Oxamarca se viaja aproximadamente
90 minutos por una carretera que cruza el río Cantangel, límite entre ambos
distritos. Desde la plaza de Oxamarca a Chocta se llega en 30 minutos (en
carro) y en tres horas caminando.
La visita: Los primeros vestigios se encuentran al
lado de la carretera. Desde ese punto el viajero encontrará el camino que
conduce a las otras chullpas. No hay señalización. Se recomienda ir con alguien
que conozca la zona.
Vecinos: Celendín limita con la provincia de
Chachapoyas (Amazonas) limita con Celendín, esa cercanía geográfica explica la
influencia de la cultura que edificó Kuélap y el Gran Pajatén.
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