Pisco 7.9: Descabellada propuesta ministerial
Al inefable ministro de la Producción, Rafael Rey Rey, no se le ha ocurrido mejor idea en estos momentos de emergencia nacional, que anunciar el lanzamiento del Pisco 7.9, una edición limitada de la entrañable bebida de bandera, que sería obsequiada a los gobiernos e instituciones del exterior que han brindado su ayuda solidaria al Perú.
No creo pecar de susceptible pero la iniciativa me parece una ironía macabra, una broma de pésimo gusto, una cachetada al dolor y la tristeza que hoy embarga a millones de peruanos.
Y mientras en Pisco se levantan los escombros y se sigue llorando a las víctimas del violento terremoto, el ministro Rey –famoso por su catolicismo fanático y sus aires de inquisidor colonial- piensa en botellas de colección con el fatídico 7.9 impreso en sus etiquetas, como si hubiera que conmemorar o estar orgullosos de que un sismo de esa intensidad, ocasionara la muerte de más de 500 personas.
Lleno de patriotismo, el “santurrón” ministro Rey cree, o al menos eso dice, que su “brillantísima” idea servirá, también, para promocionar y reafirmar la peruanidad del Pisco, el fino aguardiente de uva que se elabora, desde tiempos coloniales, en los valles de la costa sur del país.
Ojalá que alguien haga entrar en razón al ministro. Ojalá que en sus rezos y en sus jornadas de penitencia, algún ángel o demonio –todo vale en este caso- le haga notar que su propuesta es descabellada e indignante y que si sigue dándole rienda suelta a su “talento” marketero, jamás se ganará un lugarcito en el reino de los cielos, aunque se flagele días enteros, aunque se golpee el pecho hasta destrozárselo.
Ingeniero, miembro del Opus Dei y político de dilatada carrera, Rey es recordado por sus coqueteos con el fujimorismo, su “matrimonio” por conveniencia electoral con Lourdes Flores y su oportuno “divorcio” tras la derrota en la primera vuelta del 2006, que le permitió revelar sin pudor alguno sus condiciones de búfalo aprista, olvidándose de los pecados del primer gobierno de Alan García.
Espero que el dislate de Rey no se haga realidad. Se me escarapela el cuerpo de sólo pensar en la cara que pondrán quienes reciban el irónico regalito. También me pregunto si los bomberos y médicos españoles que fueron maltratados por el cada vez más irritable presidente Alan García, serán merecedores a la exclusiva botella 7.9.
Quizás se las manden, total, el gobierno o, algunos de sus miembros, parecen ser los “reyes” de la ironía.
Al inefable ministro de la Producción, Rafael Rey Rey, no se le ha ocurrido mejor idea en estos momentos de emergencia nacional, que anunciar el lanzamiento del Pisco 7.9, una edición limitada de la entrañable bebida de bandera, que sería obsequiada a los gobiernos e instituciones del exterior que han brindado su ayuda solidaria al Perú.
No creo pecar de susceptible pero la iniciativa me parece una ironía macabra, una broma de pésimo gusto, una cachetada al dolor y la tristeza que hoy embarga a millones de peruanos.
Y mientras en Pisco se levantan los escombros y se sigue llorando a las víctimas del violento terremoto, el ministro Rey –famoso por su catolicismo fanático y sus aires de inquisidor colonial- piensa en botellas de colección con el fatídico 7.9 impreso en sus etiquetas, como si hubiera que conmemorar o estar orgullosos de que un sismo de esa intensidad, ocasionara la muerte de más de 500 personas.
Lleno de patriotismo, el “santurrón” ministro Rey cree, o al menos eso dice, que su “brillantísima” idea servirá, también, para promocionar y reafirmar la peruanidad del Pisco, el fino aguardiente de uva que se elabora, desde tiempos coloniales, en los valles de la costa sur del país.
Ojalá que alguien haga entrar en razón al ministro. Ojalá que en sus rezos y en sus jornadas de penitencia, algún ángel o demonio –todo vale en este caso- le haga notar que su propuesta es descabellada e indignante y que si sigue dándole rienda suelta a su “talento” marketero, jamás se ganará un lugarcito en el reino de los cielos, aunque se flagele días enteros, aunque se golpee el pecho hasta destrozárselo.
Ingeniero, miembro del Opus Dei y político de dilatada carrera, Rey es recordado por sus coqueteos con el fujimorismo, su “matrimonio” por conveniencia electoral con Lourdes Flores y su oportuno “divorcio” tras la derrota en la primera vuelta del 2006, que le permitió revelar sin pudor alguno sus condiciones de búfalo aprista, olvidándose de los pecados del primer gobierno de Alan García.
Espero que el dislate de Rey no se haga realidad. Se me escarapela el cuerpo de sólo pensar en la cara que pondrán quienes reciban el irónico regalito. También me pregunto si los bomberos y médicos españoles que fueron maltratados por el cada vez más irritable presidente Alan García, serán merecedores a la exclusiva botella 7.9.
Quizás se las manden, total, el gobierno o, algunos de sus miembros, parecen ser los “reyes” de la ironía.
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