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De celebraciones y puyas

Sí, lo sé, lo mejor sería decirle a mi jefe –ese renegón que se cree un gran periodista- que hoy nos olvidemos de los textos, las fotos, la búsqueda de información y que cerremos el quiosco hasta nuevo aviso, para irnos de pachanga con algunos colegas y varias coleguitas.

Pero él quiere pegársela de santurrón y responsable, cuando en verdad es un plomazo; entonces, me sale con eso de que el periodismo es un apostolado y que la mejor forma de celebrar este día –o nuestro día- es escribiendo como locos; sobre todo, porque las últimas semanas por andar medios perdidos en las alturas puneñas, no se ha publicado ni una coma en Explorando.

“El lector merece respeto”, sentencia con odioso aire dictatorial. Y como es inútil discutir con él -jura que es infalible- aquí me tienen golpeando el teclado, más que fastidiado a decir verdad, porque setiembre –a pesar de todos los anuncios (ver entrada anterior)- se pasó sin festejos y octubre, que empieza con un día de aspiraciones bailables, pinta igual de aburrido.

Lo que no tuvo nadita de aburrido, eso sí, fue el último periplo a Puno. Viaje intenso y vital, en el que no alcanzó el tiempo para publicar. Y eso es lo que le revienta al explotador de mi jefe que –emponzoñado de envidia por su carencia de planes- me ordena que escriba al toque nomás, sobre las puyas en floración que encontré o encontramos en el altiplano.

Bah, que gran noticia. Las puyas de Raimondi florecen desde siempre por más que el pelmazo de mi jefe, se desgañite diciéndome que es un espectáculo que pocos han visto, menos en Puno, jamás frente al lago Titicaca. “Esa es una primicia”, se entusiasma, se frota las manos, se llena de orgullo y hasta parece que por la emoción va a disparar las dos “primeras”.

Falsa alarma. Se tranquiliza, se concentra, está pensando en esas puyas que sólo florecen una vez en su larga existencia, la cual, según dicen porque a mi no me consta, bordea los 100 años.

Tengo que seguir escribiendo, encontrar los datos en la libreta de apuntes, resaltar que en Lampa, al ladito nomás de la carretera que conduce al cañón de Tinajani (uno de los atractivos de la provincia de Melgar) aparece el rodal de Tarucani, grande, enorme, con muchas puyas.

Varias florecen, varias son acosadas por picaflores sin soroche que buscan su néctar y diseminarán sus semillas.

Eso sí que no lo había visto ni el parque nacional Huascarán (Ancash) ni en Titancayoc (Ayacucho). Al final, quizás mi jefe tenga una pizca de razón y está bien que posterguemos –ojo, postergar, no cancelar- los festejos. Sí, hay que trabajar, publicar, mostrar las imágenes y el texto que, a regañadientes, empecé a redactar hace varios minutos.

Y creo que ya está. Oleado y sacramentado. Subo la nota. Me voy. Me escapo... Me quedo. El odioso me sale con la cantaleta que no he puesto nada, nadita, sobre Piata, una comunidad lacustre en la provincia de Huancané, conocida como el Valle del Titicaca.

A Piata llegamos al final de la tarde, al final del viaje. Fue nuestra última parada. Ya habíamos visto el gran lago desde muchos sectores. Siempre fascinante y distinto, aquí nos mostraba un camino trepador que conducía a una especie de atalaya donde se veían inmensos totorales y orillas pesqueras.

Pero esa no era todo, lo más impactante, lo realmente inolvidable eran las puyas que se erguían florecientes e impetuosas, frente al lago legendario. No lo esperaba. Era extraño, inusual, tal vez fuera de contexto. Esas titancas –así las llaman en varios lugares de la sierra- no deberían estar ahí, pero allí estaban y era fantástico, absolutamente hermoso.
Listo. Ahora sí. Mi jefe parece contento. Capaz me da asueto y me deja salir a rumbear. Total, es el día del periodista y eso de trabajar puede ser contraproducente, genera estrés y quizás hasta alergia. Esta tiene que ser una jornada festiva, relajante, dispendiosa, también rebelde.

Corto el yugo. Me largo. Fue un gusto escribir para ustedes. Hasta el lunes, jefe renegón… bueno, soñar no cuesta nada.

El orden se impone. La jornada recién empieza y hay que editar textos, seleccionar fotos, bajar información y esto y lo otro y ese alguito más, brama mi jefe, mi otro yo. Discúlpenme, creo que cometeré un asesinato... o será un suicidio.

Comentarios

Unknown dijo…
El periodismo es un apostolado, eso es lo que siempre pienso cuando cobro mi sueldo. Es verdad que es un apostolado, porque de otra manera no me explico como podemos estar hoy celebrando a esta profesión que nos mantiene tensos, estresados, nos aleja de la familia por horas y a veces días, y que no siempre por no decir casi nunca está bien recompensada. Pero que, al mismo tiempo, es una pasión que uno lleva muy adentro.

Explotador, plomazo, odioso, creo que te quedaste corto..ese jefe tuyo si que es un pesado saco de plomo...jaja

Que exigente Rolly, pero que buen trabajo haces con tus fotos y crónicas, siempre mostrando algo del Perú a todos los que (aún) no nos aventuramos a viajar.

Feliz Dia, amigo, y que celebres como no se debe..jeje

besitos,
Sí, mi jefe es insoportable. Lo bueno es que le gusta viajar y para eso siempre está bien dispuesto.

Un saludote Jeanina y a seguir trabajando, no queda otra, señorita apostala del periodismo nacional.

Abrazos,

r.v.ch.
Luis Yupanqui dijo…
Compadrito, ya te he dicho en ocasiones anteriores que admiro como escribes, bacan tu altercado con tu otro yo. Ya me habian dicho que eres medio gruñon pero esa faceta aun no la conozco, jejeje.
Feliz dia coleguita.
El gruñón es el otro yo, por si acaso.

Gracias por los saludos, Lucho.

r.v.ch.
Quisiera conocer más a fondo la sierra del Perú, y en especial, cuando leí este post, a la imponente puya de Raymondi. Saludos de El Caminante desde http://www.meescapedecasa.com
Muy buena crónica, leyendo tu blog, uno se llena de curiosidad y ganas de viajar. Gracias por hacernos soñar aunque sea por un rato, saludos desde Madrid.

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