¿Clavados o panzazos?... eso es lo de menos cuando se busca la frescura de las olas oceánicas, en una tarde plena de calor y diversión en la playa La Isla o El Faraón en Puerto Supe (provincia de Barranca), donde el lente viajero de Explorando Perú -ajeno a los mimos y cursilerías del día de San Valentín- "pescó" en pleno vuelo a estos osados bañistas.
Incansables y empeñosos, estos muchachos y su patota de amigos, aprovechan la impetuosidad de las aguas para lanzarse una y otra vez, despertando la admiración y quizás hasta la envidia de otros veraneantes, incluyendo al autor de este clic que, ni loco, se arrojaría al mar desde un peñasco.
A menos de 200 kilómetros de Lima y casi al ladito nomás del complejo arqueológico de Áspero (el puerto de la civilización Caral) la playa La Isla se muestra mansa y dócil en su lado sur, mientras que el oleaje es rebelde en la zona norte, donde solo los más avezados retan al Pacífico embravecido, aunque esto parezca una ironía.
Rodeada del desierto, esta playa singular debe su nombre a un islote que debido a la retirada del mar, es ahora parte de la costa. Eso es lo que cuentan los pobladores, mientras siguen observando a los muchachos clavadistas que, a veces, también, se dan sus panzazos. Nadie es perfecto.
Vea más fotos de la isla hacienco clic aquí.
Incansables y empeñosos, estos muchachos y su patota de amigos, aprovechan la impetuosidad de las aguas para lanzarse una y otra vez, despertando la admiración y quizás hasta la envidia de otros veraneantes, incluyendo al autor de este clic que, ni loco, se arrojaría al mar desde un peñasco.
A menos de 200 kilómetros de Lima y casi al ladito nomás del complejo arqueológico de Áspero (el puerto de la civilización Caral) la playa La Isla se muestra mansa y dócil en su lado sur, mientras que el oleaje es rebelde en la zona norte, donde solo los más avezados retan al Pacífico embravecido, aunque esto parezca una ironía.
Rodeada del desierto, esta playa singular debe su nombre a un islote que debido a la retirada del mar, es ahora parte de la costa. Eso es lo que cuentan los pobladores, mientras siguen observando a los muchachos clavadistas que, a veces, también, se dan sus panzazos. Nadie es perfecto.
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