Me voy sin pena ni gloria, pero me voy. Nadie llorará mi partida, tampoco mi retorno, muchos ni notarán mi asuencia, pero, igual, no estaré en mis calles, en mi barrio, en mi ciudad. Estaré por otros lares, más puros, más abiertos, con menos tensiones. Me voy para volver, total, siempre vuelvo. Eso es parte del viajar, como es parte de viajar el despedirse o el recibir la bienvenida o el acomodarse la mochila en la espalda o el dejarla tirada en un rincón del cuarto hasta la próxima salida, hasta la siguiente aventura. Me voy sin que me boten y volveré sin que me llaman y sin llamar a nadie para anunciar mi retorno. A lo mucho escribiré una entrada en mi blog o redactaré unas cuantas líneas en un correo, para alguien especial o para alguien que podría ser especial o, tal vez -sí, eso es lo más seguro- para alguien que nunca aceptará que la considere especial. Me voy y escribo para dejar constancia que me marcho al sur, a Arequipa, al cañón más profundo del mundo. El viaje será largo p...