Inspirado por el dicho aquel de que más vale tarde que nunca, al autor recuerda emocionado, los pormenores del Raymillacta de los Chachapoya, festividad que conmocionó la región Amazonas, el pasado 9 de junio. De un momento a otro y casi sin darme cuenta, vivo, siento, palpito la euforia de un carnaval inédito, trepidante, fuera de calendario; entonces, se desata una lluvia de pica-pica, mientras la música impone su ritmo contagiante, sus compases alborotados y sus notas afiebradamente bailables. Y dan ganas de sacudir el esqueleto aunque uno no sepa hacerlo, aunque uno nunca encuentre el ritmo y sea un completo desorejado. Y dan ganas de despojarse de la cámara y arrojar la libreta de apuntes, para seguir a esa comparsa agitadísima y bullanguera que brinda con guarapo. Y, claro, también dan ganas de vengarse de esa señora que aprovecha el pánico, el barullo, el tole-tole, y se acerca con tremendo desperpajo e impunidad, para abofetearte y embadurnarte la cara con talco . Pero no hay ...