Señoras y señores, lectores y lectoras, amigos y hasta enemigos, a través de estas líneas, tengo el agrado de comunicarle que el autor de Explorando –es decir, este guapo viajero, ah, cómo, quien dijo huaco- viene conmemorando sus 15 años de desempeño periodístico o, dicho en otras palabras, “es mi quinceañero”.
Espero sepan disculpar mi última frase, bastante rosa para ser sincero. Aclaro, por si las moscas- que no habrá fiesta con bajadita de escaleras ni que estoy en busca de un “chambelán” –guarda ahí compadre-; eso sí, anuncio con bombos, platillos y hasta con rata blanca, que el programa de celebraciones se extenderá hasta fin de mes y no precisamente por querer emular a las grandiosas fiestas patronales que se realizan en el país.
La amplitud del homenaje está más bien relacionada con una falla en mi memoria, porque aunque no lo parezca, este servidor ya tiene sus añitos y una que otra cosa se olvida.
Una de ellas es la fecha exacta en que pisé por primera vez la desaparecida redacción de la revista Sí, con un cuaderno Minerva bajo el brazo, un horroroso cuaderno que fungió de libreta –o libretón- de notas, en mis primeras comisiones.
Lo que recuerdo es que fue en la segunda quincena de setiembre del 94 del siglo y milenio pasado. Desde entonces, con una terquedad acaso digna de mejores causas, no he dejado de trabajar como periodista. Me ha ido bien, regular y pésimo. He hecho de todo un poco, desde investigación hasta horóscopos, desde editoriales hasta sumarios, y, claro, crónicas de viaje, muchas crónicas de viaje.
La primera apareció en el 95 y trató acerca de unas ranas enanas que salían de contrabando por el aeropuerto de Tarapoto. La publicaron en Sí con llamada de portada y todo eso. La experiencia fue más que satisfactoria. Eso de viajar para escribir no estaba mal, era divertido, emocionante, te hacía -en cierta forma- un aventurero.
Fue en la selva donde me picó el bichito del periodismo viajero. Intenté encontrar un antídoto, pero ha sido inútil hasta hoy. El mal se agravó a finales del 2000, cuando me alejé de las "redacciones formales" para probar suerte en un portal de Internet dedicado al turismo; y se convertiría en una enfermedad incurable, cuando, tiempo después "debutara"... -ey, no sean malpensados- como free lancer.
Así que ya lo saben, señoras y señores, lectores y lectoras, amigos y hasta enemigos, estoy cumpliendo mis 15 años. Y aunque sé que vendrán muchos más, este mes voy a celebrar como se merece. Ustedes, por supuesto, serán mis invitados de honor. Eso sí, no habrán “chambelanes” ni bajaditas por escaleras, solo brindis, viajes y recuerdos. ¿Me acompañan?
Espero sepan disculpar mi última frase, bastante rosa para ser sincero. Aclaro, por si las moscas- que no habrá fiesta con bajadita de escaleras ni que estoy en busca de un “chambelán” –guarda ahí compadre-; eso sí, anuncio con bombos, platillos y hasta con rata blanca, que el programa de celebraciones se extenderá hasta fin de mes y no precisamente por querer emular a las grandiosas fiestas patronales que se realizan en el país.
La amplitud del homenaje está más bien relacionada con una falla en mi memoria, porque aunque no lo parezca, este servidor ya tiene sus añitos y una que otra cosa se olvida.
Una de ellas es la fecha exacta en que pisé por primera vez la desaparecida redacción de la revista Sí, con un cuaderno Minerva bajo el brazo, un horroroso cuaderno que fungió de libreta –o libretón- de notas, en mis primeras comisiones.
Lo que recuerdo es que fue en la segunda quincena de setiembre del 94 del siglo y milenio pasado. Desde entonces, con una terquedad acaso digna de mejores causas, no he dejado de trabajar como periodista. Me ha ido bien, regular y pésimo. He hecho de todo un poco, desde investigación hasta horóscopos, desde editoriales hasta sumarios, y, claro, crónicas de viaje, muchas crónicas de viaje.
La primera apareció en el 95 y trató acerca de unas ranas enanas que salían de contrabando por el aeropuerto de Tarapoto. La publicaron en Sí con llamada de portada y todo eso. La experiencia fue más que satisfactoria. Eso de viajar para escribir no estaba mal, era divertido, emocionante, te hacía -en cierta forma- un aventurero.
Fue en la selva donde me picó el bichito del periodismo viajero. Intenté encontrar un antídoto, pero ha sido inútil hasta hoy. El mal se agravó a finales del 2000, cuando me alejé de las "redacciones formales" para probar suerte en un portal de Internet dedicado al turismo; y se convertiría en una enfermedad incurable, cuando, tiempo después "debutara"... -ey, no sean malpensados- como free lancer.
Así que ya lo saben, señoras y señores, lectores y lectoras, amigos y hasta enemigos, estoy cumpliendo mis 15 años. Y aunque sé que vendrán muchos más, este mes voy a celebrar como se merece. Ustedes, por supuesto, serán mis invitados de honor. Eso sí, no habrán “chambelanes” ni bajaditas por escaleras, solo brindis, viajes y recuerdos. ¿Me acompañan?
Comentarios
Muy interesantes tus entrevistas al danzante de tijeras Qori Sisicha y al músico Rómulo Damián. Particularmente soy un admirador de los danzaq y de todos los misterios que rodean a esta danza.
Te comento que desde años deseo obtener el disco "Musica ceremonial de los Andes" del grupo Los Danzaq de Ayacucho, y se que Qori Sisicha lo ha promocionado. Te estaría muy agradecido si me dijeras com puedo contactarme con el. La musica contenida en ese disco es simplemte impresionante y sobrecogedora.
Mi e-mail:albaguilar@hotmail.com
Cel: 993527010
Una abrazo y un saludo afectuoso.
Luis Aguilar
Salud...
r.v.ch.
r.v.ch.
Saludos,
r.v.ch.
Te conocí a mediados del año pasado cuando un grupo de periodistas, recién estoy en pañales, nos enrumbamos hacia Tingo María.
Como en todo viaje hay anécdotas, la siguiente es la que no deseamos que nos toque en un bus interprovincial.
Uno de tus compañeros le preguntó a la simpàtica terramoza de piel blanca ¿en dónde estamos?, ella haciendo elegancia de su buen humor, a la vez vengándose de las miradas lascivas que le lanzábamos y de los comentarios en doble sentido, respondió: "estamos en la carretera".
Todos explotamos de risa ante tan ´contundente´ respuesta, menos la criatura que estaba cerca de nuestros asientos. Un bebé que no dejó de llorar toda la madrugada.
Tu pluma es muy divertida y espero que sigas graficando las maravillas del Perú.
Gracias por tu comentario,
Un saludo cordial,
r.v.ch.
r.v.ch.