
Veraneando en invierno. Lejos de Lima. Cerca de Tumbes y su calor persistente. Explorando se cansó de la humedad y los cielos grises. Explorando se fue al norte, muy al norte, más allá de Los Órganos y Máncora, más allá de la célebre Punta Sal.
Y llegó hasta Zorritos, un pueblo de animosos pescadores, una caleta sin muelle por culpa de El Niño... Y los hombres empujan sus botes en las orillas de arena. Se hacen a la mar para tender las redes en las que cosecharán los frutos del Pacífico o acercarse a las bolicheras con sus bodegas llenas de tunos, espejos y agujillas.
Y en el tórrido norte, encontró arenas tentadoras y aguas relajantes en playas desoladas y casi desiertas. Y es que, aunque no lo parezca, aquí también es invierno. Por eso hay pocos bañistas en el centro urbano y en la zona turística; entonces, es fácil creer que el mar es tuyo, que el mar es solo para ti.
Y el lente de Explorando camina sin prisa por las orillas desierta, fotagrafía con entusiasmo el mar y el horizonte, a las aves que revolotean cerca deo oceáno, a los acantilados y sus árboles resecos que se yerguen detrás de la carretera; pero también retrata -con encono, con indignación- los montones de botellas, papeles y otros desperdicios que afean la playa.
"Y es que en esta época nos dedicamos a la pesca, no al turismo", inventa una excusa, intenta una explicación fallida uno de los pobladores.
Y es que nada es perfecto en esta vida ni siquiera en este invierno que parece verano en Zorritos, un pueblo, una caleta, un balneario que le regaló clic's memorables al lente siempre viajero -y ahora también bronceado- de Explorando.
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