De arranque y a la mala. Sin siquiera decirte un mísero hola
o un huachafísimo hi o hello. Ellos van al ataque, frontales y
decididos, dispuestos a no perder un segundo con un cómo estás o con un qué es de
tu vida, fórmulas básicas de cortesía que los desviarían o retrasarían en
la consecución de su único y real objetivo: información, datos, tal vez un consejo.
Eso es lo que quieren, lo que buscan, lo que siempre ocurre
cuando se acerca un fin de semana largo o una festividad cargada de feriados;
entonces, solo queda armarse de paciencia y esperar que, tarde o temprano, por
correo electrónico o a través del Facebook,
a veces por el blog, casi nunca por teléfono, se desate un tiroteo de indagaciones
viajeras de grueso calibre.
Hay interrogantes de todo tipo. Las ruteras: adónde voy, qué
sitio me recomiendas; las económicas: cuánto me cuesta, cuánto me vale; las climatológicas:
hace calor o frío, ¡llueve!; las fashion:
qué ropa llevo, voy con mochila o maleta; las médicas: me dará soroche; las gastronómicas:
qué tal el combo, bien taipá; las seductoras: están buenas las flaquita; y las
de seguridad: me van a asaltar.
Algunos, más atrevidos y avezados, se suben al coche y se postulan
como compañeros de aventura o desventuras. Otros, los más susceptibles, se
ofenden hasta el tuétano si retruco con una broma, me demoro unos minutos en responder
o les hago notar que ni siquiera me han saludado, si son amigos, o presentado,
si son perfectos desconocidos.
Y no es que me moleste hablar de rutas y destinos. Viajar y
escribir es lo que hago y lo que me gusta. Es mi forma de vida. Pero eso no
significa que sea una especie de peruanísima Guía Inca -ambulante o en línea- que
se puede consultar las 24 horas. Las inquietudes siempre son bienvenidas. Las
impertinencias, los berrinches y los apremios, jamás lo serán.
Disculpen esta catarsis. Sé que no les interesa en lo más
mínimo. Total, este blog es de crónicas y exploraciones, no de pataletas o
rabietas periodísticas-viajeras ocasionadas por las proximidades de la Semana
Santa, una de las fechas en las que se intensifican los tiroteos descritos en
los párrafos anteriores y en la que reaparecen, como por milagro, varios amigos
y amigas que el resto del año no me dan ni pelota.
Así que ya empiezan los adónde me voy y qué lugar me
recomiendas. Y ahora qué digo, qué sugiero. ¿Me la juego por los clásicos
Tarma, Ayacucho, Catacaos, aunque sepa que esas ciudades estarán desbordadas de
gente? ¿Propongo una escapada poco santa a una playita caleta y distante?, o, ¿una
excursión entre el soroche y las últimas lluvias de la sierra?
También podría plantear una tórrida travesía surcando ríos y
explorando trochas amazónicas, o, una achicharrante búsqueda de geoglifos en las
arenas y dunas del desierto sureño. Y es que al final, con o sin
recomendaciones, con datos certeros o a punta de puros pálpitos, los caminos siempre
se disfrutan. Es cuestión de animarse, de armar la mochila, de salir de casa e
iniciar el recorrido.
Preguntar menos y viajar más. Quizás esa sea la moraleja de
este texto que comenzó como un berrinche y termina siendo una invitación
abierta a recorrer el Perú, porque más allá del destino elegido, echarse andar
siempre es mejor que quedarse en casa. Se lo digo por experiencia, esa misma
experiencia con la que absolveré las inquietudes de quienes quieren aventurarse
en Semana Santa.
Eso sí, no dejen de decirme hola y de tenerme un poquito de
paciencia.
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