Niño Manuelito regálame muchos viajes pero haz que siempre vuelva a casa sano y salvo. Lo demás corre por mi cuenta.
No te pido mucho... sólo que me libres de los choferes sin brevetes y sin experiencia, de los conductores cansados o demasiado achispados que pestañean en la noche o después de almorzar, de los que pisan con entusiasmo el acelerador y rebasan camiones en las curvas cerradas, de los que se detienen a recoger pasajeros en la mitad de la vía, sin orillarse ni salirse del carril.
Sé que puedes alejarme de los buses sin frenos y con llantas a punto de reventarse, de las carcochas sin luces para la niebla y de las que se malogran en las curvas o subiendo una pendiente. Sálvame de las empresas piratas que carecen de permiso de circulación, de los policías que se hacen de la vista gorda o quedan cegados por el brillo de unos cuantos soles.
También de los inspectores de tolerancia cero que al final lo toleran todo, de los viajeros inconscientes que siempre exigen ir más rápido, de los asaltantes de gatillo rápido que siembran el terror en algunos caminos y hasta de los rebaños que aparecen súbitamente en las vías.
Sí, líbrame de los huaycos, de las lluvias y el granizo, de los abismos y las curvas traicioneras, de la niebla que borronea los trazos carreteros. Líbrame de esos y de otros peligros que acechan en la ruta.
Ya te lo dije. No te pido más (¿o te estoy pidiendo demasiado?)... En verdad, quiero que cuides mis pasos y el de todos los viajeros que recorremos tu país, niño Manuelito, porque tú –gemelo de Jesusito- naciste aquí, en esta tierra que se enluta por la imprudencia y la desidia, en esta tierra que ya no soporta más listas de heridos y fallecidos, en esta tierra que no quiere más vidas y sueños truncados por una falla mecánica o una maniobra suicida.
Déjame volver a casa siempre, niño Manuelito, que lo demás -ya te lo dije-correrá por mi cuenta.
No te pido mucho... sólo que me libres de los choferes sin brevetes y sin experiencia, de los conductores cansados o demasiado achispados que pestañean en la noche o después de almorzar, de los que pisan con entusiasmo el acelerador y rebasan camiones en las curvas cerradas, de los que se detienen a recoger pasajeros en la mitad de la vía, sin orillarse ni salirse del carril.
Sé que puedes alejarme de los buses sin frenos y con llantas a punto de reventarse, de las carcochas sin luces para la niebla y de las que se malogran en las curvas o subiendo una pendiente. Sálvame de las empresas piratas que carecen de permiso de circulación, de los policías que se hacen de la vista gorda o quedan cegados por el brillo de unos cuantos soles.
También de los inspectores de tolerancia cero que al final lo toleran todo, de los viajeros inconscientes que siempre exigen ir más rápido, de los asaltantes de gatillo rápido que siembran el terror en algunos caminos y hasta de los rebaños que aparecen súbitamente en las vías.
Sí, líbrame de los huaycos, de las lluvias y el granizo, de los abismos y las curvas traicioneras, de la niebla que borronea los trazos carreteros. Líbrame de esos y de otros peligros que acechan en la ruta.
Ya te lo dije. No te pido más (¿o te estoy pidiendo demasiado?)... En verdad, quiero que cuides mis pasos y el de todos los viajeros que recorremos tu país, niño Manuelito, porque tú –gemelo de Jesusito- naciste aquí, en esta tierra que se enluta por la imprudencia y la desidia, en esta tierra que ya no soporta más listas de heridos y fallecidos, en esta tierra que no quiere más vidas y sueños truncados por una falla mecánica o una maniobra suicida.
Déjame volver a casa siempre, niño Manuelito, que lo demás -ya te lo dije-correrá por mi cuenta.
Comentarios
Me encantan tus escritos, gracias por bloggearlos.
Diana Alcántara Loli
Muchas gracias por tu mensaje. Espero este año seguir publicando en el blog y, como dice la nota, seguir viajando.
Saludos,
r.v.ch.