De Lima a Huancayo. Viaje nocturno. Carretera bloqueada. Accidente. Pasar despacio. Retraso. Llegar más tarde a la "incontrastable". Llamadas, coordinaciones. Ojalá no se vayan sin mí. Ojalá me esperen.
Arribo. Encuentro con los guardaparques del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp). Uf, me esperaron, me salve. Desayuno a la volada, desayuno entre nuevos amigos. Se prepara otra partida.
De vuelta a la carretera Central, como volviendo a Lima. Desvío en Pachacayo (provincia de Jauja, Junín). Hacia la izquierda. Hacia la SAIS Túpac Amaru. Hacia Nor Yauyos Cochas, la primera reserva paisajística del país.
Altura, páramos, montañas, nevados, también lagunas. El inicio de un camino antiguo, prehispánico, histórico, un camino que da ganas de recorrer. Será para la próxima. Hoy andas motorizado. Avance, saltos, polvo. Detener la marcha.
Pampa con vicuñas. Bajar, observar, ser golpeado por el viento. Volver al vehículo. Ventanas cerradas, calor acondicionado, calor mentiroso, calor sin sol. Cae la tarde en el trayecto a Tanta (provincia de Yauyos, Lima).
Otra laguna inmensa. Paucarcocha. Un pueblo más bien pequeño. Tanta. Una plaza ni tumultuosa ni abandonada. Un niño que mira con curiosidad o encono, una mujer que vuelve del campo, varios chiquillos correteando y peloteando.
Peligro de gol, peligro de lluvia. Peligro de llegar muy tarde a Vilca. Más kilómetros de curvas y ascensos. Oscuridad. Un hotel cerrado, un hotel que se abre. Todo es nuevo, dice un comunero.
Noche de estreno, de vientos andinos, de calles solitarias, de caldo y mate de coca. Noche silenciosa. Noche de sueños profundos.
Despertar. Un balcón para otear la plaza. Bajar, caminar, subir a un mirador. Cansarse un poco en el ascenso; recuperarse más que un poco viendo el paisaje. Los cerros, la laguna Papacocha, las caídas de agua. Más de Vilca, siempre vilca. Un puente, un camino, un arriero que anima a sus mulas.
Más andanzas. Otro pueblo. Otro mirador. Otras cascadas -espléndidas, alucinantes-, otras calles vacías en Huancaya y su iglesia de piedra y su puente de cal y canto y su puñado de hoteles sencillos. también con su corte de momias antiguas, misteriosas, de gestos sufrientes.
Lucha contra el tiempo. Se escapa el sol. Tarde gris en Vitis, en las aguas de Piquecocha, en la breve urganidad de Miraflores; tarde de fútbol y lluvia en Alis, de preparativos de fiesta en la plaza principal.
Noventa años de creación política. Una banda, una orquesta, un hombre que rasga las cuerdas de su guitarra. Una voz melancólica. Celebración con huayno y cumbia, con bailes y brindis repetidos, sin juegos artificiales. Quizás para el centenario.
Noche ruidosa de notas musicales. Levantarse temprano. El pueblo duerme. Cansancio y resaca. Alejarse de Alis. Acercarse al distrito de Carania, sólo acercarse. No hay tiempo. Será para la próxima.
De vuelta por el mismo camino, volver a la carretera principal, esa que une Lunahuaná con la reserva. Tomar un desvío. Rumbo a Laraos y sus andenes. Un alto en la ruta. Se abren las puertas. Entra el frío. Falta abrigo. Se calienta la mañana con un caldo de cabeza.
Continuar. Pasar Laraos. Ir hasta la laguna Pumacocha. Espejo de agua. Niños con anzuelos y carnadas. Varias alpacas sin pastor. Contemplarlas. Ser contemplados. Ellas miran, alzas sus orejas. Se alejan, se escapan, se protegen.
Buscar la entrada de la Sima Pumacocha. Cueva desafiante, cueva que se ve y no se explora. Faltan cuerdas, no hay equipos. Sólo mirar e imaginar sus misterios, sus secretos, su oscura profundidad.
Marcha atrás. Retorno. Laraos. Andenes y tábanos fastidios. Pachamanca postergada. Alis. Campeonato en instancias finales, plaza con la bandera de cabeza. Partida sin brindis. Ya no hay chamis o calentito.
Últimas visiones. Las paredes del cañón de Uchco que acorrala un torrente y flanquea a una serpiente de asfalto. Se acaba la región Lima, empieza Junín con más lagunas, con una cadena de nevados que zigzaguea en el horizonte.
Y se baja una llanta pero ya no importan las demoras ni hay llamadas pidiendo espera. No existe apuro por volver a la capital, total, allí no hay cascadas ni espejos de agua, tampoco calles vacías.
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Saludos,
r.v.ch.