Lima no es gris en octubre. Es morada, moradísima y lleva un cordón blanco y un escapulario en su pecho de gran ciudad.
Y es que Lima, en octubre, maquilla sus ímpetus urbanos, cambia su frenético andar por el paso sosegado, cortito, lleno de quietud de los devotos del Señor de los Milagros, el piadoso patrón de la ciudad que, hace siglos, fuera pintado por un mulato en un muro de Pachacamilla, un barrio desaparecido de la capital peruana.
La procesión del Cristo Moreno es un fenómeno social y religioso de grandes proporciones. Explorando Perú no podía ignorar esta fiesta religiosa y, tras una búsqueda rigurosa en nuestros archivos periodísticos, encontramos una crónica que redactáramos para el diario El Peruano.
Hoy la desempolvamos como un homenaje a los creyentes del Señor de los Milagros, quienes mantienen viva esta antigua tradición, en una ciudad cada vez más globalizada, cada vez menos limeña.
En busca de la Fe
Camino en busca del Señor de los Milagros y en cada paso me preguntó ¿dónde estará la fe?... y trato de ubicarla, pero sólo diviso hombres disfrazados de caricatura, vendedores de fritanguita y anticuchos y hasta un organillero que miente con la suerte, mientra engríe a un monito ensombrerado.
No, ahí no puede estar, entonces la busco en el rostro de los hermanos del hábito morado, pero tampoco la encuentro, porque ellos gritan, ordenan, manejan la soga, deciden quienes pueden acercarse: un pariente, un conocido del barrio, tal vez el amigo de farra. Los demás sólo pueden verte de lejos.
Pasos cortos por las calles de una ciudad que huele a sahumerio, a pancita y a rachi. Escucho rezos y plegarias, pregones y ofertas. Veo lluvias de pétalos de flores, humaredas de incienso, el desmayo de una mujer y manos diestras que hallan billeteras en bolsillos ajenos.
Encuentro de todo, pero no logró encontrar la fe; de pronto, la multitud se comprime, encabrita y arremete. Los hermanos se encolerizan. Hay empujones y manotazos, injurias e improperios: "no pueden pasar, no pueden pasar", ordena una voz destemplada.
"Cristo Moreno, ilumina nuestra vidas", clama una mujer con mantilla de encaje. Me acerco y le pregunto: ¿por favor, dígame en dónde está la fe?. No responde, sólo esboza una sonrisa iluminada e infinita, que se transforma en canto "Señor, sólo a tus pies quiero morir".
Y siento que la fe está oculta tras esa sonrisa convertida en canto... y la procesión --ese gigante morado de esperanzas infinitas-- vuelve a andar entre padres nuestros y aves marías y se prende una vela redentora, se cuelga un escapulario y se escuchan historias de palabras ahogadas en lágrimas.
Milagros y más milagros... enfermedades incurables que dejaron de serlo, un viejo rescatado de las garras del alcohol, una mujer que dejó las calles del pecado, un negociante en quiebra que se olvidó de las cuentas en rojo... "el Señor lo puede todo. Sólo hay que tenerle fe".
El Señor de los Milagros, salió temprano del templo de las Nazarenas para pasear por su ciudad. El arzobispo de Lima, monseñor Juan Luis Cipriani, le dio la despedida y bendijo a los devotos. En su recorrido, la imagen visitó a los enfermos del hospital Nacional Arzobispo Loayza y recibió diversos homenajes…
Una voz en la multitud
Cómo no va a creer en aquella imagen redentora que en octubre recorre en andas las calles de la ciudad. Cómo dudar de su poder, si durante su vida le ha concedido un rosario de milagros, "porque sanó a mi madre cuando estaba desahuciada, y salvó a mi esposo y mis hijos de morir en el mar de la Herradura.
A sus 64 años, doña Rosa Vértiz -morena espigada de semblante sereno- sólo espera poder acompañar hasta el día de su muerte al Señor de Los Milagros, al Cristo de Pachacamilla que desde 1687, esparce fe y esperanza en las calles de la ciudad.
"Desde los ocho años vengo a la procesión, porque la fe la heredé de mis abuelos y de mis padres, quienes siempre creyeron en el Nazareno", dice doña Rosa en tono de plegaria, antes de desaparecer entre los hábitos morados y las níveas mantillas de las Cantoras del Señor.
Cae la noche. Luces amarillentas maquillan la oscuridad. El gigante morado anda sin prisa, a paso lento, como si quisiera distinguir los rostros de cada uno de sus fieles. Avancen, avancen hermanos... La ciudad huela a sahumerio, turrón de miel, anticuchos y pancita. Aromas de fe. (Rolly Valdivia Chávez).
Más información:
*senordelosmilagros.perucultural.org.pe/inicio.html
*www.arzobispadodelima.org/mesmorado/
*www.hsmnazarenas.org
Y es que Lima, en octubre, maquilla sus ímpetus urbanos, cambia su frenético andar por el paso sosegado, cortito, lleno de quietud de los devotos del Señor de los Milagros, el piadoso patrón de la ciudad que, hace siglos, fuera pintado por un mulato en un muro de Pachacamilla, un barrio desaparecido de la capital peruana.
La procesión del Cristo Moreno es un fenómeno social y religioso de grandes proporciones. Explorando Perú no podía ignorar esta fiesta religiosa y, tras una búsqueda rigurosa en nuestros archivos periodísticos, encontramos una crónica que redactáramos para el diario El Peruano.
Hoy la desempolvamos como un homenaje a los creyentes del Señor de los Milagros, quienes mantienen viva esta antigua tradición, en una ciudad cada vez más globalizada, cada vez menos limeña.
En busca de la Fe
Camino en busca del Señor de los Milagros y en cada paso me preguntó ¿dónde estará la fe?... y trato de ubicarla, pero sólo diviso hombres disfrazados de caricatura, vendedores de fritanguita y anticuchos y hasta un organillero que miente con la suerte, mientra engríe a un monito ensombrerado.
No, ahí no puede estar, entonces la busco en el rostro de los hermanos del hábito morado, pero tampoco la encuentro, porque ellos gritan, ordenan, manejan la soga, deciden quienes pueden acercarse: un pariente, un conocido del barrio, tal vez el amigo de farra. Los demás sólo pueden verte de lejos.
Pasos cortos por las calles de una ciudad que huele a sahumerio, a pancita y a rachi. Escucho rezos y plegarias, pregones y ofertas. Veo lluvias de pétalos de flores, humaredas de incienso, el desmayo de una mujer y manos diestras que hallan billeteras en bolsillos ajenos.
Encuentro de todo, pero no logró encontrar la fe; de pronto, la multitud se comprime, encabrita y arremete. Los hermanos se encolerizan. Hay empujones y manotazos, injurias e improperios: "no pueden pasar, no pueden pasar", ordena una voz destemplada.
"Cristo Moreno, ilumina nuestra vidas", clama una mujer con mantilla de encaje. Me acerco y le pregunto: ¿por favor, dígame en dónde está la fe?. No responde, sólo esboza una sonrisa iluminada e infinita, que se transforma en canto "Señor, sólo a tus pies quiero morir".
Y siento que la fe está oculta tras esa sonrisa convertida en canto... y la procesión --ese gigante morado de esperanzas infinitas-- vuelve a andar entre padres nuestros y aves marías y se prende una vela redentora, se cuelga un escapulario y se escuchan historias de palabras ahogadas en lágrimas.
Milagros y más milagros... enfermedades incurables que dejaron de serlo, un viejo rescatado de las garras del alcohol, una mujer que dejó las calles del pecado, un negociante en quiebra que se olvidó de las cuentas en rojo... "el Señor lo puede todo. Sólo hay que tenerle fe".
El Señor de los Milagros, salió temprano del templo de las Nazarenas para pasear por su ciudad. El arzobispo de Lima, monseñor Juan Luis Cipriani, le dio la despedida y bendijo a los devotos. En su recorrido, la imagen visitó a los enfermos del hospital Nacional Arzobispo Loayza y recibió diversos homenajes…
Una voz en la multitud
Cómo no va a creer en aquella imagen redentora que en octubre recorre en andas las calles de la ciudad. Cómo dudar de su poder, si durante su vida le ha concedido un rosario de milagros, "porque sanó a mi madre cuando estaba desahuciada, y salvó a mi esposo y mis hijos de morir en el mar de la Herradura.
A sus 64 años, doña Rosa Vértiz -morena espigada de semblante sereno- sólo espera poder acompañar hasta el día de su muerte al Señor de Los Milagros, al Cristo de Pachacamilla que desde 1687, esparce fe y esperanza en las calles de la ciudad.
"Desde los ocho años vengo a la procesión, porque la fe la heredé de mis abuelos y de mis padres, quienes siempre creyeron en el Nazareno", dice doña Rosa en tono de plegaria, antes de desaparecer entre los hábitos morados y las níveas mantillas de las Cantoras del Señor.
Cae la noche. Luces amarillentas maquillan la oscuridad. El gigante morado anda sin prisa, a paso lento, como si quisiera distinguir los rostros de cada uno de sus fieles. Avancen, avancen hermanos... La ciudad huela a sahumerio, turrón de miel, anticuchos y pancita. Aromas de fe. (Rolly Valdivia Chávez).
Más información:
*senordelosmilagros.perucultural.org.pe/inicio.html
*www.arzobispadodelima.org/mesmorado/
*www.hsmnazarenas.org
Comentarios
¿Sabías que aquí en Japón la colonia peruana también organiza procesiones del Señor de los Milagros en diferentes ciudades?
Saludos.
justo en estos dias estamos haciendo un exposicion del Sr de los milagros..la nzaarenas..
gracias por lo links..
nosotros tb estudiamos en san marcos...historia del arte...
si tuvieras otros links donde pueda ubicar fotos del interior de la iglesia de las nazarenas y antiguas me agradaria mucho su apoyo...de echo lo incluiremos en nuestro trabajo...como se debe.
mercurio2038@hotmail.com
Como expreso en el post, el texto original lo redacté para el diario oficial El Peruano. Si la memoria no me falla, la nota salió publicada en dicho diario en el 1999 o el 2000.
En mi blog está desde el 2005, por lo que es más que evidente, quien copia a quien.
Gracias por tu información que me permite aclarar este tema que desconocía.
Saludos cordiales,
Este es mi correo, soy sanmarquino igual que tu, espero puedas ayudarme.
juglar_taipe@hotmail.com
Saludos,