La suerte se torció a última hora y lo que era un viaje seguro se convirtió en travesía postergada hasta nuevo aviso, quizás dentro de un par de semanas, tal vez el día de San Blando que no tiene fecha ni cuando, como dice mi padre, quien también repite hasta el cansancio que no hay peor gestión que la que no se hace y que no se deben dejar las cosas para la última hora. Mi padre culminaba sus filosóficas sentencias con un tajante “no sigan mi ejemplo” o algo parecido, en referencia a su hábito de dejar todo para el instante final. Lamentablemente no le he hecho caso -lo siento padrecito- porque en ese aspecto soy como tú, es decir, todo o casi todo lo hago a la última hora, al borde del cierre como se dice en las redacciones. Quién sabe si por eso me volví periodista. Pero Explorando no tiene hora de cierre ni fecha de publicación. Así que no hay ningún motivo para apurarme con esta nota, más aún cuando ni siquiera debería estar aquí; sin embargo, aquí me tienen frente a la pantalla...