Dicen que la pelotita no enseña nada y que sólo sirve para malograr el hígado. Eso no es tan cierto, viendo fútbol reforcé mis conocimientos de aritmética. Sumar y restar son operaciones frecuentes para los hinchas, sobre todo para nosotros, sufridos y eliminados futboleros peruanos que encontramos en la frialdad matemática, el refugio perfecto para nuestras ilusiones y esperanzas.
En cambio, a la lógica la odiamos con toda nuestras fuerzas. Incluso, con total desparpajo nos atrevemos a negar su existencia. Sin embargo, tarde o temprano, esta aparece, enorme e ineludible, para pulverizar nuestros delirios victoriosos, porque -aunque duela admitirlo o creerlo- casi siempre gana el mejor y nosotros nunca lo hemos sido y, quizás, nunca lo seremos.
Pero ese no es motivo para abandonar al equipo. Hay que sumar y restar. Goles a favor, goles en contra. Los puntos nuestros, los puntos de los otros. Y si ganamos mañana en Montevideo, llegamos a seis. Uruguay se queda en cinco. Lo pasamos, ya no estaremos penúltimos.
Y si Ecuador no le gana a Colombia en Quito, también lo superamos y Sudáfrica ya no estaría tan lejos, estaría a la vuelta de la esquina a pesar de Pizarro, Acasiete y Farfán y las festivas chicas del Gof los Incas, a pesar de los dirigentes que sólo piensan en viajar y del técnico que a veces parece no pensar.
Sí, a pesar de todo, incluyendo a nuestra propia razón que nos dice, reclama y hasta protesta, por la ingenuidad que se apodera de nosotros cuando la hora del partido se acerca. Vamos Perú, arengamos con optimismo y a sabiendas que nuestros jugadores están entre los peores del planeta y que nuestro técnico es una auténtica bestia, con el perdón de las bestias.
Y es que en el fútbol las esperanzas renacen siempre, se ponen a rodar y -en el caso nuestro- terminan muriendo cuando el balón ingresa a nuestro arco, cuando el árbitro marca el final sin cobrarnos un par de penales, cuando el tablero electrónico indica que otra vez perdimos o empatamos de local.
Cuando eso ocurre, alguien pronuncia el infaltable matemáticamente; entonces, renegamos, nos ponemos furiosos y hasta queremos golpear al mongazo que pronuncia palabra tan indignante; pero, después, al esfumarse la cólera, buscamos un fitxure, sacamos un lápiz y empezamos a sumar y restar. Así es el futbol, pues. No existe otra explicación.
En cambio, a la lógica la odiamos con toda nuestras fuerzas. Incluso, con total desparpajo nos atrevemos a negar su existencia. Sin embargo, tarde o temprano, esta aparece, enorme e ineludible, para pulverizar nuestros delirios victoriosos, porque -aunque duela admitirlo o creerlo- casi siempre gana el mejor y nosotros nunca lo hemos sido y, quizás, nunca lo seremos.
Pero ese no es motivo para abandonar al equipo. Hay que sumar y restar. Goles a favor, goles en contra. Los puntos nuestros, los puntos de los otros. Y si ganamos mañana en Montevideo, llegamos a seis. Uruguay se queda en cinco. Lo pasamos, ya no estaremos penúltimos.
Y si Ecuador no le gana a Colombia en Quito, también lo superamos y Sudáfrica ya no estaría tan lejos, estaría a la vuelta de la esquina a pesar de Pizarro, Acasiete y Farfán y las festivas chicas del Gof los Incas, a pesar de los dirigentes que sólo piensan en viajar y del técnico que a veces parece no pensar.
Sí, a pesar de todo, incluyendo a nuestra propia razón que nos dice, reclama y hasta protesta, por la ingenuidad que se apodera de nosotros cuando la hora del partido se acerca. Vamos Perú, arengamos con optimismo y a sabiendas que nuestros jugadores están entre los peores del planeta y que nuestro técnico es una auténtica bestia, con el perdón de las bestias.
Y es que en el fútbol las esperanzas renacen siempre, se ponen a rodar y -en el caso nuestro- terminan muriendo cuando el balón ingresa a nuestro arco, cuando el árbitro marca el final sin cobrarnos un par de penales, cuando el tablero electrónico indica que otra vez perdimos o empatamos de local.
Cuando eso ocurre, alguien pronuncia el infaltable matemáticamente; entonces, renegamos, nos ponemos furiosos y hasta queremos golpear al mongazo que pronuncia palabra tan indignante; pero, después, al esfumarse la cólera, buscamos un fitxure, sacamos un lápiz y empezamos a sumar y restar. Así es el futbol, pues. No existe otra explicación.
Comentarios
los futbolistas no ponen empeño hacen que dar mal a todos los peruanos .
solo son buenos para enborracharce y salir en la farandula mejor el peru no debe participar el las fifas por que dan pena y hasen que dar mal.
Saludos a todos,
solo nos queda ver la final de la copa Libertadores dentro de poco y disfrutar algo de este deporte que nos atormenta, porque no nos juntamos todos la fecha de la final en algún lugar, de paso nos sirve para reencontrarnos en mancha.
saludos
juan