
Minutos de espera. El desayuno no está listo, pero ya falta poco, entonces, la familia entera conversa con el par de huéspedes inesperados, aparecidos -debilucho uno, vigoroso el otro- por el caminito de barro que conduce a su pueblo: Nueva Omia, en la región Amazonas.

La señora Genoveva es generosa con las porciones del cereal y del tubérculo. A veces exagera un poquito. Sus platos son abundantes y, siempre, cuando comienzan a quedar vacíos, ella ofrece y -sin esperar respuesta- agreta un poquito más de pituca y arroz, de plátano o yuca, dependiendo del menú, de lo que sirve en el almuerzo o en la cena.

Hoy hay café recién tostado, pasadito, bien rico, según se presume por el aroma que se escapa de la tetera; un café que los cordiales anfitriones prepararon especialmente para sus inusuales visitantes: un chasqui que "jironea" por los caminos incas y un periodista que pasea sus ampollas y calambres por distintos destinos del país.

El desayuno está servido. Buen provecho. Buen recuerdo de Nueva Omia y de la familia que, por decirlo de alguna manera, me "adoptó" durante varios días, demostrándome una vez más, que el Perú está lleno de gente buena y solidaria. Por eso sigo viajando, por eso sigo escribiendo y contando mis historias.
Comentarios
Linda la crónica, provecho!!
Un saludo cordial,
r.v.ch.