Al que canta y baila se le seca la garganta, dicen casi con devoción los músicos y danzantes en las fiestas populares, para justificar su sed de jolgorio y desbande, de trago corto o cerveza, de vasos llenos que pronto quedan secos y volteados.
Y como más vale prevenir que lamentar una sequedad inoportuna que estropee el bailongo o el canto, en muchas comunidades andinas los grupos de danzantes y las bandas de músicos, son acompañadas por señoras agilitas, bien apertrechadas con bebidas de todos los colores y sabores.
Las mamachas reparten e invitan sus tragos a propios y extraños. Nadie se salva. Todos reciben y brindan y toman y la fiesta se agranda y se zapatea con más fuerza, para defender el orgullo del pueblo, honrar a la virgencita milagrosa, al santo patrón o al Dios montaña que protege los valles y quebradas, también las pampas del mundo andino.
Antes de caer en la tentación de esas bebidas corrosivamente espirituosas, el lente ebri... perdón, viajero de Explorando, atrapó con un clic a esta señora que paseaba con su bandeja en el bosque de piedra de Huayllay, en la región Pasco.
Lo que pasó después es preferible no contarlo. Así dejo abierta la duda. Así ustedes podrán sacar sus propias conclusiones.
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