Lo llaman el guardián de Yaino (provincia de Pomabamba, Áncash), un complejo arqueológico a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, al que solamente se llega caminando, ascendiendo, retando al cansancio, al sol, a la falta de aire.
Su nombre es Mariano Jaramillo y es mucho más que un guardián o, mejor dicho, él, es un guardián distinto, porque se entiende con la tierra y las montañas. Las ama, las respeta, las engríe con pagos y rituales, con hojitas de coca y palabras en quechua.
Amable, risueño y andariego, Mariano acompaña sus pasos con un bastón. "Tuve un problema en mi rodilla y me querían amputar la pierna". No quiso, se dio de alta, volvió a su tierra, al callejón de Conchucos. "Aquí me curé con un ungüento de llama", se ufana, sonríe, sigue caminando, aunque despacio. No hay que exagerar. Ya no es un muchacho.
En su casa -una vivienda solitaria cerquísima a Yaino, un legado arqueológico de la cultura Recuay- Mariano descansa y reflexiona de cara a una cadena de nevados, mirando de frente -con admiración y nostalgia- las cumbres congeladas de la cordillera Blanca, la cordillera tropical más alta del mundo.
"Ese es el Anqa, el otro el Puqaraju y el de allí el Taulliraju. Esa puntita es el Huascarán y el último el Huandoy", parece pasar lista Mariano quien asegura que antes, no hace mucho, allá por el año 60, todos los picos que hoy se ven en el horizonte de Yaino, tenían nieves perpetuas.
El mundo se está calentando. La cordillera se deshiela. Mariano lo observa diariamente, y, por más que él se entienda con la mamapacha y los apus, no podrá evitar lo inevitable. Cada vez habrán más picos negros en el horizonte y más nostalgia en su mirada.
Su nombre es Mariano Jaramillo y es mucho más que un guardián o, mejor dicho, él, es un guardián distinto, porque se entiende con la tierra y las montañas. Las ama, las respeta, las engríe con pagos y rituales, con hojitas de coca y palabras en quechua.
Amable, risueño y andariego, Mariano acompaña sus pasos con un bastón. "Tuve un problema en mi rodilla y me querían amputar la pierna". No quiso, se dio de alta, volvió a su tierra, al callejón de Conchucos. "Aquí me curé con un ungüento de llama", se ufana, sonríe, sigue caminando, aunque despacio. No hay que exagerar. Ya no es un muchacho.
En su casa -una vivienda solitaria cerquísima a Yaino, un legado arqueológico de la cultura Recuay- Mariano descansa y reflexiona de cara a una cadena de nevados, mirando de frente -con admiración y nostalgia- las cumbres congeladas de la cordillera Blanca, la cordillera tropical más alta del mundo.
"Ese es el Anqa, el otro el Puqaraju y el de allí el Taulliraju. Esa puntita es el Huascarán y el último el Huandoy", parece pasar lista Mariano quien asegura que antes, no hace mucho, allá por el año 60, todos los picos que hoy se ven en el horizonte de Yaino, tenían nieves perpetuas.
El mundo se está calentando. La cordillera se deshiela. Mariano lo observa diariamente, y, por más que él se entienda con la mamapacha y los apus, no podrá evitar lo inevitable. Cada vez habrán más picos negros en el horizonte y más nostalgia en su mirada.
Comentarios
gracias
daniel rengifo
Sé que hay lanchas de Pucallpa a Iquitos, pero no sabría decirte si las hay hacia Puerto Maldonado.
Trataré de averiguar para darte una información concreta.
Saludos,
r.v.ch.
QUE GUSTO SABER, QUE SIGUES TRABAJANDO.
TE ENVIAMOS MUCHOS SALUDOS: (MI MAMA, MI HERMANO Y YO).
HABER SI NOS VISITAS.
"AL PIE DEL SIRA"
TU AMIGO BADWIN YURI
Te cuento que es posible que la próxima semana vaya a Puerto Inca. No sé bien aún que actividades haré, pero quizás esté cerca de Yuyapichis.
Saludos,
r.v.ch.