Caballos peruanos de paso
Los embajadores silenciosos
Pasos de tradición, elegantes y sobrios, simplemente majestuosos; pasos en la costa y en la sierra, en los valles y quebradas, también al ladito del mar o al pie de una montaña. Pasos peruanos, peruanísimos, únicos, antiguos y admirados, aquí y allá, en todo el mundo.
Y esta crónica se escribe y debe ser leída paso a paso, bueno, al menos en sentido figurado, porque aquí, de lo que se trata, es de imaginar y reconstruir a través de las palabras y frases, el cuatricentenario andar del Caballo Peruano de Paso, una noble raza o casta equina que es considerada Patrimonio Nacional y Embajador Silencioso del Perú.
Ahora cabalgamos hacia el pasado, para descubrir los orígenes de una raza que enorgullece a todo un país por su porte y señorío, su temperamento y vigor, su resistencia y docilidad, y, claro, su trote suave y arrogante, auténtica armonía entre el garbo y el movimiento.
Todas estas razones lo convierten en el mejor caballo de silla en el mundo entero… ¡Alto! no hay que desviarse del camino, debemos seguir el viaje hasta 1532, el año en el que Francisco Pizarro y sus hombres venidos de occidente, ingresaron al actual territorio del Perú, en búsqueda del inca Atahualpa, el Hijo del Sol.
El hecho es de vital importancia para esta crónica que va paso a paso. Y es que la llegada de los españoles, significó la aparición en los caminos costeros y andinos de un cuadrúpedo imponente y fabuloso, nunca antes visto en el vasto imperio inca. Su presencia causó estupor en los valles y punas.
Y tenían razón de estarlo. El brioso animal era capaz de soportar el peso de esos extraños hombres y, como si eso fuera poco, recorrer grandes distancias. Con el paso del tiempo, los caballos de origen andaluz se adaptarían a la siempre variada y exigente geografía peruana, desarrollando algunas cualidades especiales que lo distinguirían de sus congéneres.
Los potrillos de estos equinos andaluces, serían, años después, los “patriarcas” de los actuales caballos peruanos de paso, una casta sin parangón en el planeta que es el resultado de varios siglos de selección, cruces y mejoramiento de la raza, un proceso impulsado por los aguerridos criadores.
Hay versiones que aseguran que el suave trote de los equinos, nació en las tibias arenas de las playas del Pacífico, porque los animales, para aligerar su paso en las orillas costeras, levantaban las patas más de lo normal. El resultado es ese toque de distinción que hoy maravilla ha propios y extraños.
Caballos ciento por ciento peruanos. De andar exquisito y natural, de tamaño medio y contextura elegante. Estos entrañables animales tienen orejas pequeñas y puntiagudas, cuellos poderosos y pechos anchos, como los sombreros y los ponchos de sus distinguidos chalanes (jinetes).
Se acaba el camino. La crónica paso a paso y sus sentidos figurados. Lo que si se prolongará por siglos son los Caballos Peruanos de Paso y sus diestros criadores y chalanes. Ellos tienen aún mucho camino por recorrer, en la costa y en la sierra, en todo el mundo. (Rolly Valdivia)
Los embajadores silenciosos
Pasos de tradición, elegantes y sobrios, simplemente majestuosos; pasos en la costa y en la sierra, en los valles y quebradas, también al ladito del mar o al pie de una montaña. Pasos peruanos, peruanísimos, únicos, antiguos y admirados, aquí y allá, en todo el mundo.
Y esta crónica se escribe y debe ser leída paso a paso, bueno, al menos en sentido figurado, porque aquí, de lo que se trata, es de imaginar y reconstruir a través de las palabras y frases, el cuatricentenario andar del Caballo Peruano de Paso, una noble raza o casta equina que es considerada Patrimonio Nacional y Embajador Silencioso del Perú.
Ahora cabalgamos hacia el pasado, para descubrir los orígenes de una raza que enorgullece a todo un país por su porte y señorío, su temperamento y vigor, su resistencia y docilidad, y, claro, su trote suave y arrogante, auténtica armonía entre el garbo y el movimiento.
Todas estas razones lo convierten en el mejor caballo de silla en el mundo entero… ¡Alto! no hay que desviarse del camino, debemos seguir el viaje hasta 1532, el año en el que Francisco Pizarro y sus hombres venidos de occidente, ingresaron al actual territorio del Perú, en búsqueda del inca Atahualpa, el Hijo del Sol.
El hecho es de vital importancia para esta crónica que va paso a paso. Y es que la llegada de los españoles, significó la aparición en los caminos costeros y andinos de un cuadrúpedo imponente y fabuloso, nunca antes visto en el vasto imperio inca. Su presencia causó estupor en los valles y punas.
Y tenían razón de estarlo. El brioso animal era capaz de soportar el peso de esos extraños hombres y, como si eso fuera poco, recorrer grandes distancias. Con el paso del tiempo, los caballos de origen andaluz se adaptarían a la siempre variada y exigente geografía peruana, desarrollando algunas cualidades especiales que lo distinguirían de sus congéneres.
Los potrillos de estos equinos andaluces, serían, años después, los “patriarcas” de los actuales caballos peruanos de paso, una casta sin parangón en el planeta que es el resultado de varios siglos de selección, cruces y mejoramiento de la raza, un proceso impulsado por los aguerridos criadores.
Hay versiones que aseguran que el suave trote de los equinos, nació en las tibias arenas de las playas del Pacífico, porque los animales, para aligerar su paso en las orillas costeras, levantaban las patas más de lo normal. El resultado es ese toque de distinción que hoy maravilla ha propios y extraños.
Caballos ciento por ciento peruanos. De andar exquisito y natural, de tamaño medio y contextura elegante. Estos entrañables animales tienen orejas pequeñas y puntiagudas, cuellos poderosos y pechos anchos, como los sombreros y los ponchos de sus distinguidos chalanes (jinetes).
Se acaba el camino. La crónica paso a paso y sus sentidos figurados. Lo que si se prolongará por siglos son los Caballos Peruanos de Paso y sus diestros criadores y chalanes. Ellos tienen aún mucho camino por recorrer, en la costa y en la sierra, en todo el mundo. (Rolly Valdivia)
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