Indignada respuesta del autor, frente a las voces que ponen en tela de jucio su versión del incidente en Huaraz.
Sé que no soy un Charles Atlas ni nada que se le parezca. Nunca me he inscrito en un gimnasio ni soy de los afanosos que hacen abdominales, planchas o salen a correr ni bien abren los ojos.
Sí, reconozco mi total desinterés por la cultura física, mi renuencia militante a alzar una mancuerna o a pasarme horas pedaleando en una bicicleta que no va a ninguna parte.
Todo eso lo admito con hidalguía y sin ningún atisbo de vergüenza (no, no estoy ocultando la barriga al escribir este párrafo), pero, lo que no acepto de ninguna manera, es la incredulidad manifiesta de varios entrañables y extrañables lectores de Explorando Perú que, frente a frente y cara a cara, se atrevieron a poner en tela de juicio mi aguerrida y pujante participación en el hecho narrado en el último "clic de la semana".
En el colmo del desparpajo, dichos lectores llegaron a exponer en mi cara pelada, dos teorías al respecto. En la primera, el autor de esta bitácora no era pasajero del ómnibus en cuestión, sino de otra unidad que seguía la misma ruta.
Pero, al darse cuenta del acontecimiento que ocurría frente a sus narices, bajó inmediatamente para hacer la foto, con la malsana intención de crear una historia que le diera vida a su bitácora.
La segunda teoría plantea que si bien estuve en el bus, sólo me despegué de mi asiento para captar la imagen del post anterior. Luego, mientras los demás empujaban hasta el cansancio, yo dormía a pierna suelta, ignorando olímpicamente el reclamo de los otros pasajeros.
Me quedé totalmente absorto, pasmado, casi sin palabras, después de escuchar semejantes argumentos, que ponen en duda mi honorabilidad periodística y mi espíritu solidario, entonces, no sabía si reír sarcásticamente, erupcionar de ira o, a la usanza de un colegial, "cortársela para la salida". Ahí si que verían la fuerza de mis músculos.
Al final, mis entrañables y extrañables lectores me dijeron que todo era una broma, aunque no sé si creerles. Ahora soy yo el que duda, porque es sabido que entre broma y broma se dice la verdad. Así que, para despejar las sombras de la sospecha, hoy publico varias fotos del suceso. Lamentablemente, en ninguna se me ve peleando contra el barro (es difícil hacer las dos cosas al mismo tiempo).
En todo caso, espero que quede claro que este "pechito" no arrugó en las alturas ancashinas, porque si bien no tengo un cuerpo hercúleo, escultórico, jamás monumental, con mis músculos -magros y modestos- me basta y sobra para empujar. Cuidate, Charles Atlas.
Sé que no soy un Charles Atlas ni nada que se le parezca. Nunca me he inscrito en un gimnasio ni soy de los afanosos que hacen abdominales, planchas o salen a correr ni bien abren los ojos.
Sí, reconozco mi total desinterés por la cultura física, mi renuencia militante a alzar una mancuerna o a pasarme horas pedaleando en una bicicleta que no va a ninguna parte.
Todo eso lo admito con hidalguía y sin ningún atisbo de vergüenza (no, no estoy ocultando la barriga al escribir este párrafo), pero, lo que no acepto de ninguna manera, es la incredulidad manifiesta de varios entrañables y extrañables lectores de Explorando Perú que, frente a frente y cara a cara, se atrevieron a poner en tela de juicio mi aguerrida y pujante participación en el hecho narrado en el último "clic de la semana".
En el colmo del desparpajo, dichos lectores llegaron a exponer en mi cara pelada, dos teorías al respecto. En la primera, el autor de esta bitácora no era pasajero del ómnibus en cuestión, sino de otra unidad que seguía la misma ruta.
Pero, al darse cuenta del acontecimiento que ocurría frente a sus narices, bajó inmediatamente para hacer la foto, con la malsana intención de crear una historia que le diera vida a su bitácora.
La segunda teoría plantea que si bien estuve en el bus, sólo me despegué de mi asiento para captar la imagen del post anterior. Luego, mientras los demás empujaban hasta el cansancio, yo dormía a pierna suelta, ignorando olímpicamente el reclamo de los otros pasajeros.
Me quedé totalmente absorto, pasmado, casi sin palabras, después de escuchar semejantes argumentos, que ponen en duda mi honorabilidad periodística y mi espíritu solidario, entonces, no sabía si reír sarcásticamente, erupcionar de ira o, a la usanza de un colegial, "cortársela para la salida". Ahí si que verían la fuerza de mis músculos.
Al final, mis entrañables y extrañables lectores me dijeron que todo era una broma, aunque no sé si creerles. Ahora soy yo el que duda, porque es sabido que entre broma y broma se dice la verdad. Así que, para despejar las sombras de la sospecha, hoy publico varias fotos del suceso. Lamentablemente, en ninguna se me ve peleando contra el barro (es difícil hacer las dos cosas al mismo tiempo).
En todo caso, espero que quede claro que este "pechito" no arrugó en las alturas ancashinas, porque si bien no tengo un cuerpo hercúleo, escultórico, jamás monumental, con mis músculos -magros y modestos- me basta y sobra para empujar. Cuidate, Charles Atlas.
Comentarios
flor
Gracias Flor.
saludos
Saludos,