Me voy sin pena ni gloria, pero me voy. Nadie llorará mi partida, tampoco mi retorno, muchos ni notarán mi asuencia, pero, igual, no estaré en mis calles, en mi barrio, en mi ciudad. Estaré por otros lares, más puros, más abiertos, con menos tensiones.
Me voy para volver, total, siempre vuelvo. Eso es parte del viajar, como es parte de viajar el despedirse o el recibir la bienvenida o el acomodarse la mochila en la espalda o el dejarla tirada en un rincón del cuarto hasta la próxima salida, hasta la siguiente aventura.
Me voy sin que me boten y volveré sin que me llaman y sin llamar a nadie para anunciar mi retorno. A lo mucho escribiré una entrada en mi blog o redactaré unas cuantas líneas en un correo, para alguien especial o para alguien que podría ser especial o, tal vez -sí, eso es lo más seguro- para alguien que nunca aceptará que la considere especial.
Me voy y escribo para dejar constancia que me marcho al sur, a Arequipa, al cañón más profundo del mundo. El viaje será largo pero intenso, agotador pero divertido. Más de 20 horas por carretera, más de 20 horas en un bus. Todo por una gran aventura. Todo por reencontrarme con la catarata de Sipia –con su fabulosa caída de 150 metros-, y con los relajantes baños termales de Luicho. Todo por estar en Cotahuasi. Todo por sentirme libre.
Me voy a la Casa de la Profundidad para ser testigo, partícipe o espectador del VII Festival Ecodeportivo de Aventura, un encuentro de aventureros y viajeros, un encuentro con amigos y socios de innumerables travesías. Adrenalina, emoción, riesgo, también brindis con patas del alma como James Posso, el entusiasta organizador de este evento y, Felipe Varela, el Chasqui, quien –para no perder la costumbre- llegará a Cotahuasi caminando. Su periplo lo iniciará en el pueblo ayacuchano de Pausa.
Me voy para volver, total, siempre vuelvo. Eso es parte del viajar, como es parte de viajar el despedirse o el recibir la bienvenida o el acomodarse la mochila en la espalda o el dejarla tirada en un rincón del cuarto hasta la próxima salida, hasta la siguiente aventura.
Me voy sin que me boten y volveré sin que me llaman y sin llamar a nadie para anunciar mi retorno. A lo mucho escribiré una entrada en mi blog o redactaré unas cuantas líneas en un correo, para alguien especial o para alguien que podría ser especial o, tal vez -sí, eso es lo más seguro- para alguien que nunca aceptará que la considere especial.
Me voy y escribo para dejar constancia que me marcho al sur, a Arequipa, al cañón más profundo del mundo. El viaje será largo pero intenso, agotador pero divertido. Más de 20 horas por carretera, más de 20 horas en un bus. Todo por una gran aventura. Todo por reencontrarme con la catarata de Sipia –con su fabulosa caída de 150 metros-, y con los relajantes baños termales de Luicho. Todo por estar en Cotahuasi. Todo por sentirme libre.
Me voy a la Casa de la Profundidad para ser testigo, partícipe o espectador del VII Festival Ecodeportivo de Aventura, un encuentro de aventureros y viajeros, un encuentro con amigos y socios de innumerables travesías. Adrenalina, emoción, riesgo, también brindis con patas del alma como James Posso, el entusiasta organizador de este evento y, Felipe Varela, el Chasqui, quien –para no perder la costumbre- llegará a Cotahuasi caminando. Su periplo lo iniciará en el pueblo ayacuchano de Pausa.
Me voy en un par de horas y en un puñado de días regresaré, sí, claro, también, sin pena ni gloria… pero igual escribiré, para dejar constancia de mi reincorporación a Lima, sí, Lima, tantas veces Lima, tanta veces he vuelto a tu caos urbano, a tu horizonte gris, a tus calles que son y siempre serán las mías, aunque tarde o temprano terminen por cansarme; entonces, me asaltarán las ganas de recorrer otros caminos... sí, caminos más puros, más abiertos, con menos tensiones. Caminos explorables.
Comentarios
Cuidate mucho :)
Saludos,
Alejandro
Saludos,