
Donde el autor -enojado porque nadie le ha obsequiado ni la pasa de un panetón- se le prende al presidente de la República y a los mineros que se oponen a la creación de un ministerio del Medio Ambiente.
Cuando un país tiene un presidente como Alan García Pérez, el ejercicio del poder se convierte en un fabuloso espectáculo de magia, en el que cotidianamente se hipnotiza al público con palabras de artificio, se le entretiene sacando del sombrero palomas -¿apristas?- y rabiosos perros del hortelano, y se le hace soñar con un Perú distinto, gracias al Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.
Si el mago está particularmente inspirado, cierra su show con una danza exótica o un refrescante seco y volteado, que genera la hilaridad y la ovación plena de sus incondicionales –sinceros o pagados, vaya uno a saber-, que abarrotan la plaza mustia de un pueblo empobrecido, el auditorio de un hotel cinco estrellas repleto de empresarios o los suntuosos ambientes del Palacio de Gobierno.
Y es que el presidente tiene “trucos” para todos los públicos. Es un conocedor consumado del arte del engaño –no es casualidad que gobierne por segunda vez- y sus abracadabras varían dependiendo del gusto de la concurrencia. Y si algún perspicaz o taimado, le hace notar ese pequeño detalle, el asombroso García responde con un conjuro temible que, casi siempre, incluye la palabra comunista o resentido.
Así, entre engaños y cortinas de humo, entre propuestas sacadas bajo la manga en el último instante e improvisados embelecos retóricos, el primer fascinador de la República -disculpen el lapsus, debí escribir respetuosamente el primer mandatario-, dirige el país facilito nomás y sin mayor oposición.
Como todo mago que se respete, García tiene asistentes o compañeros de escena, dispuestos a exponerse a cualquier tipo de sacrificio o situación ridícula, con tal que el “truco” de su maestro y guía sea exitoso. Ni gráciles ni bella(o)s –para decepción del público- su principal virtud es la de buscar un sustento lógico o ideológico, a los disparatados actos de su gurú.
Además de sus asistentes del partido aprista, sus dotes de ilusionista le han permitido al inquilino de la Casa de Pizarro, ganarse la casi devota adhesión de los empresarios nacionales –incondicionales de cualquier líder que no toque sus billeteras-, de los dirigentes políticos que creen que las leyes del mercado son más sagradas que toditos los santos de las iglesias y de amplios sectores de la prensa.
Incansable en la renovación de su ya vasto y generalmente paradójico repertorio, el presidente aprovechó la juramentación de su ahora parchado gabinete, para anunciar –fanfarria y redoble de tambores por favor- la creación de un ministerio del Medio Ambiente.
El hecho, ocurrido el pasado jueves en el Salón Dorado del Palacio de Gobierno, dejó absortos, lívidos, patidifusos y hasta con la boca abierta, a quienes están a favor y en contra de dicha propuesta.
La reacción se justifica plenamente, porque en su casi año y medio de mandato, el líder aprista no ha demostrado mayor preocupación por la salud del planeta, el cuidado de los recursos no renovables y de la flora y fauna que convierten al Perú, en un auténtico bastión de la naturaleza.
Reponiéndose de shock inicial, los miembros de la Sociedad Nacional de Minería, fueron los primeros en poner el grito en el cielo y manifestar su contrariedad por el anuncio.
Cuando un país tiene un presidente como Alan García Pérez, el ejercicio del poder se convierte en un fabuloso espectáculo de magia, en el que cotidianamente se hipnotiza al público con palabras de artificio, se le entretiene sacando del sombrero palomas -¿apristas?- y rabiosos perros del hortelano, y se le hace soñar con un Perú distinto, gracias al Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.
Si el mago está particularmente inspirado, cierra su show con una danza exótica o un refrescante seco y volteado, que genera la hilaridad y la ovación plena de sus incondicionales –sinceros o pagados, vaya uno a saber-, que abarrotan la plaza mustia de un pueblo empobrecido, el auditorio de un hotel cinco estrellas repleto de empresarios o los suntuosos ambientes del Palacio de Gobierno.
Y es que el presidente tiene “trucos” para todos los públicos. Es un conocedor consumado del arte del engaño –no es casualidad que gobierne por segunda vez- y sus abracadabras varían dependiendo del gusto de la concurrencia. Y si algún perspicaz o taimado, le hace notar ese pequeño detalle, el asombroso García responde con un conjuro temible que, casi siempre, incluye la palabra comunista o resentido.
Así, entre engaños y cortinas de humo, entre propuestas sacadas bajo la manga en el último instante e improvisados embelecos retóricos, el primer fascinador de la República -disculpen el lapsus, debí escribir respetuosamente el primer mandatario-, dirige el país facilito nomás y sin mayor oposición.
Como todo mago que se respete, García tiene asistentes o compañeros de escena, dispuestos a exponerse a cualquier tipo de sacrificio o situación ridícula, con tal que el “truco” de su maestro y guía sea exitoso. Ni gráciles ni bella(o)s –para decepción del público- su principal virtud es la de buscar un sustento lógico o ideológico, a los disparatados actos de su gurú.
Además de sus asistentes del partido aprista, sus dotes de ilusionista le han permitido al inquilino de la Casa de Pizarro, ganarse la casi devota adhesión de los empresarios nacionales –incondicionales de cualquier líder que no toque sus billeteras-, de los dirigentes políticos que creen que las leyes del mercado son más sagradas que toditos los santos de las iglesias y de amplios sectores de la prensa.
Incansable en la renovación de su ya vasto y generalmente paradójico repertorio, el presidente aprovechó la juramentación de su ahora parchado gabinete, para anunciar –fanfarria y redoble de tambores por favor- la creación de un ministerio del Medio Ambiente.
El hecho, ocurrido el pasado jueves en el Salón Dorado del Palacio de Gobierno, dejó absortos, lívidos, patidifusos y hasta con la boca abierta, a quienes están a favor y en contra de dicha propuesta.
La reacción se justifica plenamente, porque en su casi año y medio de mandato, el líder aprista no ha demostrado mayor preocupación por la salud del planeta, el cuidado de los recursos no renovables y de la flora y fauna que convierten al Perú, en un auténtico bastión de la naturaleza.
Reponiéndose de shock inicial, los miembros de la Sociedad Nacional de Minería, fueron los primeros en poner el grito en el cielo y manifestar su contrariedad por el anuncio.
Ellos, que se jactan de la conciencia ecológica de la minería moderna, demostraron su fastidio, porque un ministerio politizaría los temas medioambientales, los cuales son eminentemente técnicos.
Lamentablemente, ningún peruano recuerda haber escuchado esos argumentos en contra de la politización, cuando los empresarios pedían y exigían a las autoridades nacionales que impongan el orden a sangre y fuego en los conflictos mineros de Cajamarca y prohibieran el referéndum en las comunidades de la provincia de Ayabaca (Piura).
Sin duda, el último pase mágico de García les debe parecer una traición, más aún cuando ellos, buenísimos e inspirados por altísimos sentimientos filantrópicos, decidieron de manera voluntaria sacrificar una parte de sus “exiguas” ganancias, para crear un “fondo” que permitiera hacer obras básicas en los pueblos circundantes a las zonas de extracción.
También se ha dicho que un nuevo despacho ministerial aumentaría la burocracia y el gasto estatal. Es curioso, pero ese mismo argumento fue utilizado por otros sectores, cuando el ex presidente Alejandro Toledo –aquel que puso de moda la “hora Cabana” y las vacaciones en Punta Sal- planteó la creación del ministerio de la Cultura.
Aquella vez la idea se volatilizó. ¿Pasará lo mismo ahora? Con García nunca se sabe. Quizás estamos frente a una cortina de humo que sólo busca asustar un poquito a los mineros; o, tal vez, el mandatario lo único que quiere es congraciarse con la Comunidad Europea, ahora que empezará a discutirse un TLC con los países del Viejo Continente.
Todas las dudas e interrogantes tienen asidero y sustento. La máxima autoridad del pais, como ya lo hemos dicho, se caracteriza por sus palabras de artificio, por su constante decir y no cumplir, por su afán de ganar titulares en la prensa. Total, los magos no son confiables, juegan con las percepciones y le sacan la vuelta a la realidad.
Ojalá que esta vez las cosas sean distintas y ese mismo gobernante que hace unas semanas dejó entrever que no sería mala idea lotizar la amazonía para venderla a pedacitos, no se deje intimidar ni arredrar por las presiones de sus amigos mineros.
En caso de ceder, García tendrá que recurrir a todos sus artilugios y asistentes, para demostrarle a los ciudadanos que nunca dijo lo que dijo y hacerles creer que en vez de la creación de un ministerio, el propuso el fortalecimiento del Consejo Nacional del Ambiente y el Instituto Nacional de Recursos Naturales.
Todo puede suceder en el Perú, más aún cuando el ejercicio del poder se ha convertido en un portentoso espectáculo de magia. Sólo queda aplaudir o tratar de desenmascarar a la estrella del show. Usted decide.
Lamentablemente, ningún peruano recuerda haber escuchado esos argumentos en contra de la politización, cuando los empresarios pedían y exigían a las autoridades nacionales que impongan el orden a sangre y fuego en los conflictos mineros de Cajamarca y prohibieran el referéndum en las comunidades de la provincia de Ayabaca (Piura).
Sin duda, el último pase mágico de García les debe parecer una traición, más aún cuando ellos, buenísimos e inspirados por altísimos sentimientos filantrópicos, decidieron de manera voluntaria sacrificar una parte de sus “exiguas” ganancias, para crear un “fondo” que permitiera hacer obras básicas en los pueblos circundantes a las zonas de extracción.
También se ha dicho que un nuevo despacho ministerial aumentaría la burocracia y el gasto estatal. Es curioso, pero ese mismo argumento fue utilizado por otros sectores, cuando el ex presidente Alejandro Toledo –aquel que puso de moda la “hora Cabana” y las vacaciones en Punta Sal- planteó la creación del ministerio de la Cultura.
Aquella vez la idea se volatilizó. ¿Pasará lo mismo ahora? Con García nunca se sabe. Quizás estamos frente a una cortina de humo que sólo busca asustar un poquito a los mineros; o, tal vez, el mandatario lo único que quiere es congraciarse con la Comunidad Europea, ahora que empezará a discutirse un TLC con los países del Viejo Continente.
Todas las dudas e interrogantes tienen asidero y sustento. La máxima autoridad del pais, como ya lo hemos dicho, se caracteriza por sus palabras de artificio, por su constante decir y no cumplir, por su afán de ganar titulares en la prensa. Total, los magos no son confiables, juegan con las percepciones y le sacan la vuelta a la realidad.
Ojalá que esta vez las cosas sean distintas y ese mismo gobernante que hace unas semanas dejó entrever que no sería mala idea lotizar la amazonía para venderla a pedacitos, no se deje intimidar ni arredrar por las presiones de sus amigos mineros.
En caso de ceder, García tendrá que recurrir a todos sus artilugios y asistentes, para demostrarle a los ciudadanos que nunca dijo lo que dijo y hacerles creer que en vez de la creación de un ministerio, el propuso el fortalecimiento del Consejo Nacional del Ambiente y el Instituto Nacional de Recursos Naturales.
Todo puede suceder en el Perú, más aún cuando el ejercicio del poder se ha convertido en un portentoso espectáculo de magia. Sólo queda aplaudir o tratar de desenmascarar a la estrella del show. Usted decide.
Comentarios
atte.
un desterrado social que sueña con vivir en su pais ganando un sueldo digno
Saludos,