... Y ya se van haciendo costumbre
Hoy retorné al Perú desde Bolivia. Ingresé por Yunguyo y cuando daba mis primeros pasos por el territorio patrio, un efectivo de la gloriosa Policía Nacional me exige a voz en cuello que le presente sin dudas ni murmuraciones mi documento de identidad.
Se lo muestro sin problemas. Él lo mira y me mira. Le da vuelta, lo observa hasta de costadito. Qué fiasco, nada irregular, pero igual decide que tengo que acompañarlo al puesto. Le hago caso, total, el que nada debe nada teme, parafraseando al verborreico Alan García.
Entramos a la oficina. Él se coloca tras un escritorio -su parapeto de autoridad- y con voz grave y gesto contrariado -¿quiere meterme miedo?- me dice que debe revisar mis cosas.
Reclamo sin mucho entusiasmo, le digo que no es justo, que así no juega Perú, que a pesar de mi aspecto desarrapado yo no soy un delincuente; pero mis argumentos no le interesan ni un comino, porque estamos en un puesto de control y usted puede traer drogas o contrabando.
Rebajado a la condición de sospechoso. Intento creer -llámenme iluso si quieren- que me he encontrado con un efectivo sumamente escrupuloso en el cumplimiento de su deber; entonces, decido colaborar y le alcanzo la pequeña mochila que siempre llevo a mano.
El benemérito representante de la ley es incapaz de abrirla. Le doy una mano, total, siempre hay que colaborar con la policía, porque ellos son nuestros amigos; bueno, deberían serlo, aunque en este caso más que un "patita del barrio", el efectivo parecía un jurado enemigo, dispuesto a atemorizarte para luego pedir unos cuantos solcitos para la desayuno.
El policía mueve las cuatro cosas que hay en la mochila. El cargador de la cámara, el impermeable... y de pronto me pregunta: a qué se dedica usted. Soy periodista le digo y me pide una credencial y se la muestro y él sonríe y cierra la mochila. Ya no soy un delincuente, tampoco un viajero al que se le puede sacar una propinita. El carné de prensa es mágico.
Otra vez me salvó la credencial. No sé que haría sin ella, bueno, si sé, llevar mucho sencillo para contentar a las autoridades o, de una buena vez, mostrame más formal, afeitarme, halar un maletín con rueditas en vez de mochila, quitarme la gorra de lana, los pantalones con muchos bolsillos y vestirme como si fuera a una reunión, el día que deba cruzar la frontera.
Salí de la oficina, cruce la pista en busca de un colectivo que me llevara a la plaza de Yunguyo. Eran las 8 de la mañana y en la fachada del puesto se izaba la blanca y roja. Manos al pecho y que nadie se mueva, tampoco el guardia que pensó que era traficante o contrabandista. Sí, ahora se le ve muy disciplinado, muy responsable. Caray, qué viva el Perú...
Ahora ya estoy en Puno y, por si acaso, trato de andar lejitos de los policías. Pero por si las moscas tengo mi carné a la mano. Uno nunca sabe de que lo puedan acusar.
Hoy retorné al Perú desde Bolivia. Ingresé por Yunguyo y cuando daba mis primeros pasos por el territorio patrio, un efectivo de la gloriosa Policía Nacional me exige a voz en cuello que le presente sin dudas ni murmuraciones mi documento de identidad.
Se lo muestro sin problemas. Él lo mira y me mira. Le da vuelta, lo observa hasta de costadito. Qué fiasco, nada irregular, pero igual decide que tengo que acompañarlo al puesto. Le hago caso, total, el que nada debe nada teme, parafraseando al verborreico Alan García.
Entramos a la oficina. Él se coloca tras un escritorio -su parapeto de autoridad- y con voz grave y gesto contrariado -¿quiere meterme miedo?- me dice que debe revisar mis cosas.
Reclamo sin mucho entusiasmo, le digo que no es justo, que así no juega Perú, que a pesar de mi aspecto desarrapado yo no soy un delincuente; pero mis argumentos no le interesan ni un comino, porque estamos en un puesto de control y usted puede traer drogas o contrabando.
Rebajado a la condición de sospechoso. Intento creer -llámenme iluso si quieren- que me he encontrado con un efectivo sumamente escrupuloso en el cumplimiento de su deber; entonces, decido colaborar y le alcanzo la pequeña mochila que siempre llevo a mano.
El benemérito representante de la ley es incapaz de abrirla. Le doy una mano, total, siempre hay que colaborar con la policía, porque ellos son nuestros amigos; bueno, deberían serlo, aunque en este caso más que un "patita del barrio", el efectivo parecía un jurado enemigo, dispuesto a atemorizarte para luego pedir unos cuantos solcitos para la desayuno.
El policía mueve las cuatro cosas que hay en la mochila. El cargador de la cámara, el impermeable... y de pronto me pregunta: a qué se dedica usted. Soy periodista le digo y me pide una credencial y se la muestro y él sonríe y cierra la mochila. Ya no soy un delincuente, tampoco un viajero al que se le puede sacar una propinita. El carné de prensa es mágico.
Otra vez me salvó la credencial. No sé que haría sin ella, bueno, si sé, llevar mucho sencillo para contentar a las autoridades o, de una buena vez, mostrame más formal, afeitarme, halar un maletín con rueditas en vez de mochila, quitarme la gorra de lana, los pantalones con muchos bolsillos y vestirme como si fuera a una reunión, el día que deba cruzar la frontera.
Salí de la oficina, cruce la pista en busca de un colectivo que me llevara a la plaza de Yunguyo. Eran las 8 de la mañana y en la fachada del puesto se izaba la blanca y roja. Manos al pecho y que nadie se mueva, tampoco el guardia que pensó que era traficante o contrabandista. Sí, ahora se le ve muy disciplinado, muy responsable. Caray, qué viva el Perú...
Ahora ya estoy en Puno y, por si acaso, trato de andar lejitos de los policías. Pero por si las moscas tengo mi carné a la mano. Uno nunca sabe de que lo puedan acusar.
Comentarios
Hay que ser crédulo y candido, y pensar que el señor policía estaba tratando de cumplir las leyes con el máximo de eficiencia.
Y recuerda la policía se le respeta! lo malo es que algunos de ellos, prefieren lo contrario.
Saludos
Un abrazo
JORGE PAUCAR
jorgepaucar2003@hotmail.com
jorgepaucar2001@yahoo.com
Pensé que se había producido un milagro; pero el retorno me hizo abrir los ojos.
En fin, por lo menos el carné me salva, pero que de los demás ciudadanos que no tienen esa suerte.
Saludos a todos.
y ademas como venias de ese pais de mierda que apesta!! qquizas el olor de tu mochila lo asusto!!.
Pues no te hagas el loco que bien se sabe que apestaras a mierdad y con traza de serrano cara llama abra sospechado contigo el policia!! si era el policia te meto bala huanaco de mierda asi pe si cuando fui a puno de verdad ssu cacharros parecen de choross!! que miedo !!
Estuve conversando con Carlos, para viajar a la selva entre el 6 o 8 de junio, asi q alista las maletas, sobre todo el atun, jajajajajajaja. espero q viajemos.
Wilber Sulca
"Orígenes de mi Tierra"
Bienvenido a Explorando Perú. Ojalá que se puede coordinar la visita en las fechas que propones, para ir avanzando comenzaré a comprar las latitas de atún (tú me entiendes).
Aprovecho estas líneas, para agradecer las atenciones recibidas en mi última visita a Ayacucho. Gracias a todos.
Saludos cordiales,