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Crónica de Barro

Arte del Norte

En Chulucanas los artesanos mantienen vigentes técnicas alfareras prehispánicas. Explorando Perú se acercó a ellos, para conocer algunos de sus secretos y descubrir la esencia de su arte.

Si no tienes paciencia ni lo intentes, recomienda Narcisa Cruz, cuando sus manos comienzan a trabajar la arcilla.

Aprendí de mi padre, de mi familia. Si quieres te adopto. Así aprendes, bromea César Alache, mientras ahoga un pincel en un vasito descartable.

Mi hijo me ayuda. Tiene 14 años y pule. Hace lo básico, dice Gerásimo Sosa, con el orgullo rutinario del maestro fogueado, admirado en su tierra y en otras tierras.

Sólo tres nombres, tres historias de barro y arcilla en un pueblo de alfareros: Chulucanas, capital de la provincia de Morropón (a 59 kilómetros de Piura), donde hombres y mujeres moldean su arte, crean su propio mundo de campesinas y chicheras redondas, regordetas, coquetamente sonrientes.

Hemos rescatados técnicas antiguas, prehispánicas, naturales. Es parte de nuestra herencia, recuerda don Gerásimo (52) quien aprendió de su padre Andrés, natural de Simbilá, otro pueblo de ceramistas y alfareros de la región Piura.

Me gusta crear, darle forma al barro. Esa es mi vida... Sí, soy un artista, confiesa César (32), en la calurosa penumbra de su modesta casa-taller, habitada por hombres de carne y hueso y gorditas horneadas de un metro de alto.

De niña hacía pititos, pajaritos. Un montón de cosas. Luego los vendía en el colegio, dice nostálgica Narcisa (32), al ver los pinitos artísticos del último de sus 3 hijos; un niño que, como jugando, aprende el trabajo de sus padres (la pareja de Narcisa, Santos Flores, también es ceramista).

En Chulucanas, los sueños creativos se moldean en barro y se cocinan en hornos rústicos alimentados con leña de algarrobo, como ordena la tradición, atávica y milenaria, surgida cuando estas tierras norteñas tenían otros nombres y sus pobladores hablaban otras lenguas y veneraban a otros dioses.

Las técnicas antiguas del paleteo y del decorado en negativo, ya se habían perdido, comenta don Gerásimo, quien se atribuye el redescubierto de los procesos utilizados por los Tallanes y Vicús, dos pueblos prehispánicos de gran influencia en la región (aproximadamente hace 500 años a.C.).

Otras voces aseguran que los “trucos” artísticos prehispánicos, fueron “revividos” por el fallecido maestro Max Inga, nacido en el cercano distrito de La Encantada.

Pero más allá de estas opiniones divergentes, hay algo en el que todos coinciden: la intervención providencial de la hermana Gloria Joyce, religiosa que trabajaba en la posta médica.

Ella dio la idea de investigar las técnicas antiguas, para mejorar los trabajos y hacerlos más finos. Antes eran muy rústicos, explica Narcisa.

La iniciativa de la hermana fue recibida con beneplácito por los artesanos. Ellos, en aquel entonces, estaban dedicados a la fabricación casi exclusiva de cerámica utilitaria, piezas amenazadas ante la irrupción del plástico y el aluminio.

De esas investigaciones y redescubrimientos, surge la actual cerámica de Chulucanas, que se caracteriza por el uso de técnicas ancestrales como el paleteo (moldeo a mano y con golpes de paleta), el empleo de pigmentos naturales, la “pintura negativa” (método de decoración basado en la reducción del oxígeno en la cocción) y una segunda etapa de ahumado con hojas de mango.

En las piezas actuales predominan los tonos negros; además, las figuras ovaladas y los diseños geométricos, se han constituido en los sellos característicos de las vasijas e imágenes de los personajes costumbristas que se moldean en los talleres de Chulucanas, una tierra calurosa, una tierra de artistas ¿de barro?; no, de artistas de verdad.

Comentarios

::Alejandro:: dijo…
Muy interesante artículo. Hace tiempo que tenía curiosidad por saber más sobre la alfarería de Chulucanas. Gracias por informarme. Muy bueno el blog. Felicidades.

Saludos!


Gato
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Peru Food
La cerámica de Chulucanas es un tema muy atractivo. Gracias por los comentario halagüeños.
Saludos,

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