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La Vendimia Iqueña

La Fiesta de la uva, el vino y el pisco

Cosechar y pisar las uvas bailando en un lagar, es una antigua tradición que perdura en las bodegas del sur del país. Todos los años, en marzo, Ica (a 305 kilómetros al sur de Lima) se convierte en la capital de la vendimia, fiesta colorida en la que se le rinde tributo a los frutos de la vid, un cultivo tradicional enraizado en el alma y la idiosincrasia de los pobladores de esta región del país. Explorando Perú estuvo alli en el 2005 y la siguiente nota es fruto de ese viaje.

Una finca en la campiña, varias botijas en el patio, un lagar “alfombrado” con racimos de quebranta (un tipo de uva). Escenografía de una noche tentadora. Un cajón estridente, dos bailarinas quimbosas, un puñado de espontáneos que hacen lo que pueden. Ritmo y cadencia en la pisa de la uva. Unas copitas de pisco, muchas botellas de cachina y hasta un tamal para agasajar al apetito. Sabores y aromas de la vendimia iqueña.

Algarabía y alguito más en una bodega en la que tres catadores evidencian que “toman” demasiado en serio su trabajo (‘y por eso, caballerito, nuestra cachina es la mejor’); enredo en un lagar invadido por muchachitas y muchachotes que bailan sobre la uva para extraer su jugo (mosto); frenesí en el patio de las botijas, con hombres y mujeres que machetean un árbol preñado de regalos.

Y la noche tentadora se vuelve vértigo, torbellino de movimientos, ir y venir de vasos que se alzan para brindar, de rondas bailarinas fervorosas e interminables; entonces, el aire se carga de un aroma fresco y dulzón, porque el viejo lagar sigue transpirando ese jugo de uva que se convertirá en cachina suave pero trepadora, en vino selecto que seducirá los paladares, en pisco puro y penetrante. Peruanísimo.

Se baila y se ríe. Se bebe y se pisa uva, fruto bendito que se encariñó con la tierra iqueña, incluso desde antes de la fundación de la ciudad, cuando nadie había oído el canto lastimero de la princesa-sirena que hasta hoy pena su amor en el oasis de la Huacachina; en un tiempo sin relatos sobre las legendarias brujas de Cachiche, maestras del brebaje, señoras de los artilugios.

Y es que la historia de la vid en el milagroso y fértil valle iqueño –un trozo de verdor en la epidermis del desierto- se remonta a la mitad del siglo XVI. En esos años inciertos y terribles de invasión o conquista, don Francisco de Caravantes –seguramente indignado por el elevadísimo costo del vino traído desde España- decidió que ya era hora de sembrar vid en el nuevo mundo.


Deseoso de concretar la idea que lo “embriagaba”, Caravantes envío a un emisario a tierras ibéricas, para que trajera algunas cepas de vid. El encargo fue cumplido con éxito, y, según el inca Garcilaso de la Vega, el primer vino se produjo en la hacienda Marcahuasi en el Cusco; versión que no coincide con la del padre Bernabé Cobo quien, en su "Historia del Nuevo Mundo", consigna que fue en Lima.

Y como siempre hay un tercero en discordia, los autores Lilia Osorio Osorio y Juan Rivera Tosi, en su libro Ica… Tierra del Sol, aseguran que fue Nicolás de Ribera, apodado El Viejo, quien fabricara en su fundo de Tacaraca, los primeros litros de vino del continente, con una variedad de uva llamada “aloque”; pero la bebida no agradó a los ibéricos. Fue una decepción.

Tiempo después, cuando Jerónimo Luis de Cabrera fundara la ciudad de Ica el 17 de junio de 1563, la tradición vitivinícola ya había echado sus raíces en el tórrido valle; raíces que hasta hoy se mantienen sólidas, raíces que se entrelazan con la historia y la idiosincrasia de un pueblo que se emociona cuando sus campos están cargados de uvas.

Y de esa unión entrañable nació la vendimia. Una fiesta del campo que se entromete en la ciudad, una celebración peculiar en la que el sencillo hecho de cosechar los viñedos o de pisar la uva en el lagar (similar a un estanque) se convierte en una explosión de alegría que se desborda, se contagia, se expresa a través del baile y del canto.

“Sólo cosechamos en febrero y marzo. El resto del año no hay uva. Es ahora o nunca”, comenta con una jarrita de pisco en la mano, don Jesús Hernández Álvarez, “El Charro”, el orgulloso propietario de la bodega Yanquiza, uno de los lugares en los que se realizan las pisas del Festival Internacional de la Vendimia, que se realiza todos los años en la primera quincena de marzo.


La pisa es la actividad más importante del programa. Es la perpetuación de una vieja costumbre, el tributo a los primeros y legendarios productores de vino y pisco, cuando no existían máquinas para procesar los frutos de la vid y todo se prensaba con la fuerza de los pies desnudos. Ahora la ceremonia tiene un carácter simbólico. Es un motivo de reunión y hermanamiento.

Eso fue lo que comprobamos en la bodega Sotelo, localizada en el caserío Quilloay, en las afueras de Ica. Sábado en la noche. Ambiente animado, con gente que conversa, con gente que ríe, con gente que recién se conoce en los bordes de un lagar. Se oyen los primeros latidos de un cajón criollo.

Pisar con fuerza y con gracia. Pisar sin zapatos y sin medias. Pisar las uvas y los racimos. Pisar y no resbalar. Pisar y no caerse. Pisar ignorando el calor. Pisar y tomar cachina… rica, dulce, engañosa, y se bebe un vaso y otro y otro y ¡zas! uno se marea, es víctima de los mazazos etílicos de este delicioso licor que se fermenta un promedio de 8 días.

Después vendría el tamal con su pisco y más cachina. Las rondas inquietas de la yunza y más cachina; y de vuelta la pisa, ahora con un grupo de turistas extranjeros llegados de quién sabe dónde y, para variar, más cachina, la bebida oficiosa de la vendimia, la que se vende a mares en la feria vitivinícola (baratito y hasta con yapa), la que se invita en las bodegas “resaqueadas” de tantas conmemoraciones.

“Sírvase, señor”, invita José Legua, el administrador de la bodega Lazo. Aquí todo se prepara de manera artesanal desde 1809, por eso hay botijas de barro y arcilla “que le dan un saborcito especial a nuestros productos”. Y probamos y nos gusta y queremos otro vasito. Salud con cachina, salud por la vendimia.


¡Basta!, ni un trago más, todavía falta el Gran Corso de Carro Alegóricos en el que la reina de Festival, derrocha gracia y belleza al lado de su corte de inspiradoras princesitas. Fin de fiesta en las principales calles de Ica. Luces, color y fantasía en una noche pletórica de magia en la que todos aplauden, en la que todos parecen haber abandonado sus casas.

Se acaba la Vendimia, la cosecha en las parcelas de vid, el prensado de las uvas –con o sin baile-, también la cachina. El mosto fermentará en las botijas y toneles hasta convertirse en vino; entonces, se cerrará el círculo, se complementará el ciclo en los campos y en las bodegas… también en el alma y el corazón de los iqueños.

Comentarios

Anónimo dijo…
tu cronica me ha llevado a recordar varios momentos, que aun cuando hayan sido de tragos amargos, terminaron siendo lo contrario gracias al vino y los amigos (no necesariamente en ese orden).
recuerdo especialmente un 'huequito' de trujillo, en el que nos refugiabamos de rato en rato con la gentita de la u. afuera, una pequeña pizarra, entre mil grafitis producto del alcohol, la pena o la euforia,siempre se mantenía uno: "mientras las uvas lloren, yo beberé sus lagrimas". salud, y que asi sea.

ari
Dos más, por favor. Explorando invita, pero sólo por esta vez. Salud Ari y que viva las uvas lloronas.

Saludos,
Anónimo dijo…
Recuerdo que hace algun tiempo la vendimia se celebraba en la Av. Matias Manzanilla con gran esplendor, y los productores no escatimaban en la decoracion. Lo que ahora se realiza en el campo ferial es un simple remedo de lo de antes, gracias a la inoperante maquinaria conocida como el concejo provincial de Ica, que se reparte el botin luego de la gran borrachera que se arma en dicho lugar. Me da pena decirlo pero es la verdad. Naci, me eduque y vivo en Ica, mis hijos son iquenos pero lamentablemente esta linda tradicion se ha convertido en una simple feria pueblerina donde pululan ladrones y violadores. Gracias.
Hola Víctor,
Tienes razón, la feria que se organiza durante la Vendimia no es muy atractiva; por eso la nota relata la pisa en las bodegas y la fiesta que se vive en los campos.

Saludos,
Anónimo dijo…
SOLO UNA PREGUNTITA A QUE SE LE LLAMA "CACHINA".....DISCULPA LA IGNORANCIA POR NO SABER
No te preocupes. Te respondo con gusto.
La cachina es un vino joven que se consume, generalmente, tras una breve fermentación (menos de un mes).
Por esta razón es muy agradable y suave, aunque suele subirse rápidamente a la cabeza.
Anónimo dijo…
estamos en el año 2008 y no veo nada interesante en esta vendimia, y realmente esta disquevendimia mas parece festival de la chicha y seudocumbia con razon que año a año ba de mal a peor ojala ke el comite organizador deje sus intereses personales y busquen darle mayor prestigio a esat vendimia que es la fiesta mas importante de la uva iqueña gracias
Tienes razón. La vendimia va perdiendo brillo. Ojalá se puede hacer algo para que recupere su esplendor de antaño.
Anónimo dijo…
La cachina solo es el jugo de la uva que se deja fermentar unos dias con su hollejos, despues se cuela y se pasa a botellas con una tapa que permita respirar y continuar la fermentacion, despues de 8 dias ya se puede tomar, pero no llega al mes como dicen aqui, ya que despues de dos semanas, se convierte en vinagre, por alli vas a encontrar cachina con mas tiempo, pero es por que le hechan pisco, para que se conserve por mas tiempo, pero el sabor es diferente
Se agradece el comentario y tus aportes sobre la cachina.

Saludos,

r.v.ch.

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