Estilizadas y sorprendentes, quizás indescifrables, las líneas y geoglifos tatuados en la reseca piel del desierto por los hombres de la cultura Nasca, son uno de los grandes misterios de la humanidad; un enigma sin resolver que seduce e intriga a investigadores de todo el mundo.
Descubiertas por Toribio Mejía Xesspe en 1926 y estudiadas durante más de 50 años por la matemática alemana María Reiche (ya fallecida), estas figuras geométricas, antropomorfas y zoomorfas, ocupan un área de 350 kilómetros cuadrados, en la pampa de San José y los cerros del valle del Río Grande.
Sólo al sobrevolar la zona, las líneas se observan a plenitud. Así se descubre la ya mítica imagen del colibrí o picaflor (en la foto), del mono, la araña, el perro y hasta de una ballena, también un par de manos y un hombrecito con apariencia de astronauta, entre otras figuras que habrían formado un inmenso calendario solar, según la teoría de la doctora Reiche.
Las líneas de Nasca (región Ica) son un lugar mágico. Al visitarlo, usted tendrá su propia teoría y quedará impresionado con la capacidad creadora de los antiguos peruanos.
Comentarios